A comienzos de este año, el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, firmó la ley del proyecto para la construcción de un canal que una el océano Atlántico y el Pacífico. La ley para la construcción del canal interoceánico fue aprobada por el parlamento con un mes de anterioridad por votación mayoritaria, con una gran parte […]
A comienzos de este año, el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, firmó la ley del proyecto para la construcción de un canal que una el océano Atlántico y el Pacífico. La ley para la construcción del canal interoceánico fue aprobada por el parlamento con un mes de anterioridad por votación mayoritaria, con una gran parte de la oposición emitiendo su voto a favor. El amplio apoyo para este plan es comprensible teniendo en cuenta que se trata de un sueño que tiene décadas y que fue compartido por Augusto César Sandino y por Carlos Fonseca Amador.
Las estimaciones indican que esta vía acuática -alternativa al Canal de Panamá-costaría alrededor de 30 a 35.000 millones de dólares pero se espera que el retorno de la inversión sea rápido ya que en este siglo XXI el mundo depende de manera creciente del transporte marítimo de mercancías. El diseño del canal contempla la integración del Río San Juan y algunos de sus afluentes y el Lago Nicaragua atravesando unos 20 kilómetros de territorio. Se supone que esta carretera acuática alcanzará 286 kilómetros de longitud y tendrá 22 metros de profundidad, podría entregarse por etapas alrededor del 2019 permitiendo un promedio de transporte de unas 270.000 toneladas anuales.
El Canal de Panamá aunque sea actualizado no sería capaz de atender navíos de última generación. No obstante, la reacción ante la iniciativa nicaragüense expresada por la administración del Canal es completamente comprensible. Su actual administrador, Alberto Alemán Zubieta, dijo que la competencia es en todo caso un fenómeno positivo al crear nuevas infraestructuras que harán bien a la región. Washington no demostró ninguna reacción en relación al proyecto de Ortega. Como lo indican las publicaciones de Wikileaks, la información relacionada suele llegar a la Administración de EEUU de manera rutinaria, y, dada la congestión crónica del Canal de Panamá, con navíos haciendo cola y las compañías de navegación perdiendo dinero, el Departamento de Estado, el Pentágono y la comunidad de inteligencia no deberían poner mala cara ante la apertura de rutas adicionales. El problema es que el líder nicaragüense, Daniel Ortega, se encuentra firmemente en el campo popular, comparte ideales socialistas, goza de la amistad de los hermanos Castro y se adhiere a las políticas anti-estadounidenses defendidas por Hugo Chávez de Venezuela. Ortega es independiente en política exterior y se sabe que ignora los mensajes de Washington si estos son contrarios a sus propios planes. La implementación del proyecto de l canal contribuiría al fortalecimiento de las posiciones sandinistas en el país y en el bloque del ALBA, como también su influencia a nivel continental. Ortega es un activo exponente del concepto que la construcción de la vía fluvial es un proyecto que beneficiará a toda América Central.
Considerando las ambiciones de EEUU de mantener un sólido control sobre la región de Asia-Pacífico, el gobierno de EEUU considera necesario oponerse a iniciativas que apunten a la creación de vías de tránsito fuera de su control, aunque bajo un enfoque diferente se demostrara que son más prácticas. Un canal administrado por el gobierno de Ortega es visto en Washington como una amenaza a los intereses estadounidenses.
Washington es particularmente alérgico a la parte que implica que Irán debería invertir en la construcción. Ya es una tradición de EEUU desde la época de George Bush el condenar la política de Ortega de comprometerse con Ahmadineyad y alega que de algún modo Nicaragua coopera con Hizbulá. La prensa occidental con frecuencia reaviva el mito de la amenaza iraní en América Central. Por ejemplo, una radio emisora israelí publicó un informe falso acerca de una base de entrenamiento militar de Hizbulá en la parte noroeste de Nicaragua. El Washington Post se salió de toda proporción y dijo que un enorme edificio estaba en construcción en Managua para la embajada iraní. La historia pronto se comprobó que era mentira pero la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, lo citó tratando de «exponer» los planes terroristas de Teherán. De hecho, es así como se interpreta en Occidente el creciente número de misiones diplomáticas iraníes en América Latina. Anteriormente hubo cinco de ellas, en Cuba, Argentina, Brasil, México y Venezuela, pero otras recientes se han establecido en Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay y Bolivia desde que Ahmadineyad llegó al poder. Desde la perspectiva de EEUU la implicación de Teherán en la construcción del canal para unir los dos océanos socava la seguridad del Hemisferio Occidental.
Prácticamente todos los embajadores de EEUU en Nicaragua han tenido papeles en las conspiraciones contra Ortega. Paul Trivelli y Robert Callahan fueron repetidas veces desenmascarados como los titiriteros detrás de la oposición nicaragüense y organizaciones no gubernamentales que permanentemente actúan manejadas por la CIA. Después de una serie de escándalos en torno a Callahan que intentó practicar la política de zanahoria y látigo con Ortega, mezclando amenazas de cortarla ayuda financiera con promesas de asistencia de bajo costo, la nueva embajadora, Phyllis Powers, una rubia corpulenta de mirada fría, aterrizó en Managua. Powers tiene un historial de servicio en Rusia, Polonia, Perú, Colombia y Panamá y gracias a su estrecha colaboración con la comunidad de inteligencia, ha luchado con éxito contra el narcotráfico y el terrorismo desde el Departamento de Estado. A la luz de lo anterior, es fácil imaginar que su nombramiento para Nicaragua se debe a su estancia en Panamá y, sin duda, el proyecto de construcción del canal será el centro de la atención de la embajadora de EEUU en Managua. La lista de tareas incluye la recolección de informaciones sobre el proyecto, la elaboración de recomendaciones sobre la manera de evitar que se materialice y la orquestación de una campaña de propaganda que apunte a desacreditar la iniciativa.
En cuanto a esto último, no hay escasez de argumentos en contra del proyecto del canal en los medios globales. Se sostiene que Ortega minimiza los requerimientos financieros, que realmente podrían llegar a los 50-60.000 millones de dólares y que la obra demoraría décadas y si no siglos enteras en realizarse. Nicaragua piensa poseer el 51% del consorcio de la obra y los medios instan a los potenciales interesados en el resto -China, Japón, Venezuela, Corea del Sur-a sopesar cuidadosamente la rentabilidad de lo que se les está ofreciendo, ya que el tráfico por el canal podría ser menor de lo que se calcula debido a la lealtad tradicional de las compañías navieras con el Canal de Panamá. A Rusia se le advierte que no participe en el proyecto con el objeto que mejore el manejo de sus problemas más urgentes en su Ruta Marítima del Norte y su ferrocarril Trans-Siberiano.
Conversando con la embajadora Powers durante la ceremonia de su inauguración, Ortega sugirió girar hacia un modo de relacionarse más amistoso que su antecesor en el cargo. La embajada de EEUU tiene fama de estimular la resistencia hacia el supuesto gobierno autoritario de Ortega. El libro de Víctor Boitano, coronel del ejército nicaragüense, publicado recientemente en el país, brinda una buena idea de la intensidad de las actividades subversivas de la CIA contra el gobierno. Durante un lapso de tiempo el autor estuvo en relación con la estación de la CIA en Managua. Identificó a agentes de la CIA a quienes conoció en lugares secretos, algunos de ellos eran políticos o periodistas, y también publicó una carta con instrucciones de la CIA y un conjunto de documentos similares. Boitano detalla las medidas tomadas por la CIA para comprometer las elecciones del mes de noviembre del 2011 en Nicaragua y los papeles jugados durante el proceso por agentes influyentes de otros países latinoamericanos tales como Costa Rica, Colombia, México, Argentina y El Salvador. Según Boitano, Washington invirtió 30 millones de dólares en Nicaragua con la esperanza de hundir el país en el caos. No obstante, la operación no produjo los resultados esperados y Ortega salió ganador.
EEUU no muestra indicios de querer abandonar la política que apunta hacia las campañas de manipulación electoral en otros países. Powers organizó una reunión con el gremio de periodistas con vistas a las próximas elecciones municipales, llamando a los nicaragüenses a supervisar de cerca el proceso y apoyar la democracia en el país. Ortega se abstuvo de hacer comentarios sobre el evento que claramente roza con la injerencia en los asuntos internos de Nicaragua. Observadores de diferentes agrupaciones, entre ellas de la Organización de Estados Americanos que Ortega ha criticado en varias ocasiones como instrumento a través del cual EEUU influye sobre el continente, con certeza estará supervisando la votación pero al margen de lo que ella diga las encuestas indican que la victoria será del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Las credenciales que el equipo de Ortega presenta al electorado son los programas socioeconómicos, audaces medidas para mejorar la educación y la salud y un registro de extensa construcción de viviendas.
Con el triunfo popular a la vista, la embajada de EEUU pone sus fichas en la campaña de desprestigio contra Ortega. Como en Venezuela, un conjunto de periodistas a sueldo se ha empleado en Nicaragua para lanzar acusaciones contra el líder del país por cualquier motivo. El campeón en este deporte es Juan Ramón Flores, quien retransmite al público las invectivas norteamericanas contra Ortega. Sus escritos destilan un odio vehemente y el deseo de deshacerse del líder nicaragüense que osa defender los intereses de su país y a levantar el credo en un mundo sin dictados (estadounidenses). Flores se nutre abundantemente del legado de la guerra fría lo cual es muy revelador de su bagaje personal. Según su descripción, Ortega es el «führer» del partido FSLN y es un imitador del «gorila venezolano» Chávez, un político con un horizonte intelectual más estrecho que el de Heinrich Himmler. Flores acusa a Ortega de robar la ayuda financiera que llega desde Venezuela y además tolera a los carteles de la droga. Resulta extraño que un periodista que produce tal basura también sostenga la idea que la libertad de prensa no existe en Nicaragua.
A mi juicio, la indisimulada hostilidad de EEUU contra Ortega es extremadamente alarmante. Durante el año pasado, la CIA empleó el arma de las enfermedades incurables para neutralizar a los líderes desafiantes de América Latina. Hugo Chávez, Cristina Fernández de Kirchner o Luiz Inacio da Silva -todos colegas de Ortega- tuvieron que luchar contra el cáncer y pueden asegurarle que la amenaza es real.
Tenemos la esperanza que él tenga presente sus lecciones.
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1550
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés