El tristemente célebre Fiscal General de la República, cuyo único mérito ha sido el de ser el guardián de la enorme telaraña de impunidad que cubre a los políticos del Partido Liberación Nacional, al cual él pertenece, y de ralentizar las causas por corrupción que sobre ellos pesan, en complicidad con su personal subalterno, ha […]
El tristemente célebre Fiscal General de la República, cuyo único mérito ha sido el de ser el guardián de la enorme telaraña de impunidad que cubre a los políticos del Partido Liberación Nacional, al cual él pertenece, y de ralentizar las causas por corrupción que sobre ellos pesan, en complicidad con su personal subalterno, ha declarado que no tiene que darle cuentas a ninguno de los Poderes de la República (incluido el Poder Judicial, al que pertenece) en un acto de soberbia ilimitada, muy propia de los miembros de ese partido político.
Por otro lado, las manifestaciones públicas, la solicitud de algunos diputados a la Corte Plena para que eche atrás la renovación de su nombramiento, los múltiples artículos que le acusan con referencias evidentes de su desidia, inconsistencias, actitud cómplice con el gobierno anterior para cubrir los sonados casos que se iniciaron desde el gobierno de Oscar Arias, etc., han sido clasificadas por él como actos de persecución política.
El concepto de persecución se utiliza en el ámbito de la política cuando alguien quiere manifestar que se siente objeto de un acoso y maltrato por parte de las autoridades que gobiernan o por parte de otra fuente de poder como consecuencia de no pensar del mismo modo que ellos lo hacen. Históricamente quienes se han manifestado de modo diverso frente al poder de turno han sido perseguidos.
Muchas veces esa persecución consiste de una vigilancia de cerca de todo cuanto hacen, dicen y con quienes se reúnen, obstaculizándoles además sus manifestaciones públicas. Pero en casos más extremos esa persecución puede consistir en violencia física.
Y finalmente, el concepto se utiliza mucho también para dar cuenta del seguimiento que la policía o una autoridad de seguridad efectúa contra quienes acaban de cometer un ilícito, con la misión de detenerlos.
Y yo me pregunto: ¿ha sufrido este triste señor, sobre el que pesan las acusaciones más serias sobre su desempeño y la complicidad evidente con la mafiocracia que todos conocemos, alguna persecución? ¿O se trata, además de una excusa común de los políticos criollo, de un delirio de persecución, tratable con medicamentos y terapia?
El «delirio» es una formación mental que corresponde en principio a la Paranoia, aunque hay algunas Esquizofrenias que lo detentan pero de modo más difuso. Tanto la Paranoia como la Esquizofrenia corresponden al Grupo de las Psicosis.
Dentro de la Paranoia hay varios tipos de delirio, el de «persecución» es uno de ellos, su característica principal es que se sistematiza en torno de una idea, la persecución y no cambia, pese a desarrollarse de múltiples maneras. El sujeto supone que uno o varias personas lo persiguen por «X» motivo. El núcleo de esa idea delirante es un sentimiento de grandeza, el sujeto se cree tan importante y único, que eso a su vez retorna con la idea persecutoria; idea que posee una certeza inconmovible para ese sujeto.
El síntoma es la desorganización del contenido del pensamiento en el punto que se produce el delirio, hay muchos casos que fuera de ese núcleo delirante el sujeto posee un ajuste a la realidad correcto. El tratamiento es básicamente medicamentoso, ya estamos en el marco de la Psicosis, conjuntamente a psicoterapia.
No hay que confundir el «delirio de persecución» como parte de una estructura paranoica, con «rasgos paranoides». Hay muchas neurosis que presentan estos rasgos, la diferencia estriba en que en este caso se puede producir un quiebre de la certeza acerca del contenidos de la idea persecutoria, cosa que en el delirio no se produce.
Lo que estamos tratando de explicar es que, en un país como el nuestro, en donde las persecuciones son abiertas y evidentes, como las desarrolladas a los que estaban en contra del TLC, en contra del Frente Amplio en las elecciones pasadas, o el que se practica a los grupos de personas sexualmente diversas, para señalar algunos casos evidentes, los políticos ignorantes de esta minúscula finca llamada país, se las han dado de perseguidos políticos cuando se les acusa de hechos, irresponsabilidades y actos abiertamente delictivos o al menos contrarios a sus obligaciones laborales o la ética.
Así pues, tenemos una larga lista de los miembros de la mafiocracia costarricense que están en la lista de los perseguidos políticos. Y en algunos casos ellos mismos se lo creen. Son paranoides. En otros son solamente unos sinvergüenzas que se agarran de ello, de esta expresión que ni entienden realmente, para hacerse pasar como víctimas de fuerzas ocultas que los persiguen.
Al señor Fiscal General de la República le diría lo siguiente si tuviera la oportunidad: no conozco sus atestados académicos ni su experiencia laboral, jurídica y política, que deben ser muchos, no lo niego. Lo que si conozco son sus actuaciones durante los últimos cuatro años, cubriendo lo que debió ser investigado y enviado a tribunales rápidamente, y sin embargo duermen el sueño de los justos en su despacho. Acusarlo de ello, y de ser miembro activo e incondicional del Partido Liberación Nacional, es decir, guardián de la red de impunidad, no es perseguirlo políticamente. Además, no es Usted tan importante y brillante como para prestarle atención de esa forma y perseguirlo. Y si continúa con estas declaraciones, sería mejor que busque un médico psiquiatra que le recete las terapias correspondientes.
Este es un caso más de lo que vemos continuamente en nuestro país. Un fulano cualquiera, porque ocupa un cargo político o en la burocracia pública, se le suben los humos hasta marearlo de forma ridícula. Pierden el sentido de las proporciones y se declaran víctimas de persecución política cuando se les señalan sus yerros y en algunos casos actuaciones, al menos, dudosas.
Este no es un caso de persecución de nada. Este es un caso en que los hechos son tan palmarios que no ameritan discusión alguna. Y la Corte Plena (de Liberación Nacional, por supuesto, a ellos les deben sus cargos) esta vez ha demostrado con evidencia contundente hasta qué punto la mafiocracia de este país es poderosa, que tuerce el brazo de magistrados, de las salas que sean.
Espero que todos los Dioses, de todas las religiones del mundo, vengan a Costa Rica y dejen caer el fuego purificador de la decencia. Eso es lo que necesitamos.