Las recientes declaraciones del embajador de Estados Unidos, Robert J. Callahan, en franca y abierta crítica al fallo de la Corte Suprema de Justicia que viabiliza la reelección del presidente Daniel Ortega, desató una oleada de protestas dentro de Nicaragua e hizo poner en crisis a la nueva imagen que quiere presentar Washington sobre política […]
Las recientes declaraciones del embajador de Estados Unidos, Robert J. Callahan, en franca y abierta crítica al fallo de la Corte Suprema de Justicia que viabiliza la reelección del presidente Daniel Ortega, desató una oleada de protestas dentro de Nicaragua e hizo poner en crisis a la nueva imagen que quiere presentar Washington sobre política internacional, en apariencia lejana al descarado intervencionismo de las administraciones anteriores.
Callahan, quien sustituyó en agosto de 2008 a otro controvertido embajador yanqui en Managua, Paul Trivelli, acusó al gobierno de Daniel Ortega Saavedra de atentar contra la democracia nicaragüense y la Carta Democrática de la OEA, usando las manidas imputaciones de que el gobierno hizo fraude en las elecciones municipales de noviembre de 2008 y en relación con la reciente decisión de la CSJ de allanar su reelección. Al respecto, expresó en un discurso ante la Cámara de Comercio Americana: «Desde nuestro punto de vista la Corte Suprema actuó de una forma indebidamente y atípicamente precipitada, en secreto, con la participación de jueces de un sólo movimiento político y sin debate público, ni discusión».
Para nadie es un secreto que el envío de Callahan como embajador a Nicaragua respondió al interés de la Casa Blanca de usarlo como agente desestabilizador en ese país. Su larga experiencia en este campo data de 1979 cuando actuó como agregado de prensa y de cultura en Costa Rica y Honduras, especializándose en actividades desinformativas y guerra ideológica. No en balde, en el 2002 impartió clases sobre estudios estratégicos en el National War College en Washington, D.C.
Tampoco fue extraño que se le empleara en el 2004 como agregado de prensa en Bagdad, Irak, con la misión de desinformar a la opinión pública mundial con respecto a la guerra genocida que libra esta gran nación contra el pueblo iraquí.
Quienes le han conocido, dudaron de la sinceridad de sus palabras en el Aeropuerto Internacional de Managua, el 21 de agosto 2008, apenas ingresaba a ese país para ocupar el cargo de embajador. Su misión era clara: sabotear las elecciones de noviembre de ese año y levantar premeditadas y falsas acusaciones contra el FSLN, creando una atmósfera de anti sandinismo tanto dentro del país como en el exterior.
Con cinismo, declaró esta vez a la prensa: «Como establece el protocolo diplomático, me deben abstenerse de comentarios sobre asuntos bilaterales hasta que yo presente mis credenciales al presidente Ortega. Diré, sin embargo, que espero con interés trabajar con el gobierno y el pueblo de Nicaragua, juntos podemos seguir construyendo una madura, la relación respetuosa y mutuamente beneficiosa.» Sus recientes acciones le contradicen.
Experto en búsqueda de información, no ha sido recatado en codearse tanto con los representantes de las colonias judías y musulmanas en Managua, a los que invita a sus recepciones con vistas a informarse sobre la presencia de personas de origen musulmán en Nicaragua y recabar información sobre los vínculos del gobierno con las naciones árabes. Sus socios de la comunidad judía le abastecen de información que puede ser usada tanto por él como por el Mossad.
Por supuesto, también Callahan ha reconocido sostener vínculos sistemáticos con miembros de la oposición activa contra el gobierno de Daniel Ortega, aduciendo a que estas relaciones son parte de su»obligación como diplomático profesional».
Callahan, un experto en subversión
La historia de Callahan no difiere mucho a la de otros de sus predecesores diplomáticos en América Latina, tales como John Negroponte y Otto Reich. Incorporado a las actividades de la Secretaría de Estado de EE UU en 1979, trabajó en Costa Rica como ayudante del Agregado Cultural norteamericano en San José. Luego estaría ubicado en Honduras ocupando el cargo de Agregado Cultural y, luego, el de Agregado de Prensa.
Posteriormente, Callahan trabajó en varios países entre Mr. Callahan joined the Foreign Service in 1979 and, after training and language classes, served in Costa Rica as assistant cultural affairs officer and in Honduras first as cultural attaché and later as press officer. 1985 y el 2002, en los cargos de Agregado de Prensa y/o encargado de Asuntos Públicos de las sedes diplomáticas de EE UU en Inglaterra, Bolivia, Grecia e Italia. En el 2002, como ya señalamos, permaneció durante dos años en el Colegio Nacional de Guerra, en Washington DC. Luego, marcharía a Irak.
Al regresar de Irak, Callahan fue uno de los creadores de la Oficina de Prensa de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional en Washington, pasando posteriormente a la Escuela de Medios y Asuntos Públicos de la Universidad George Washington.
En su discurso en ocasión de la presentación de las cartas credenciales que lo oficializaban como embajador de EE UU en Nicaragua, el 27 de agosto de 2008, Callahan declaró:
«Una de mis principales responsabilidades como embajador es la de describir, explicar y promover las políticas estadounidenses hacia Nicaragua. Permítame identificar estas políticas brevemente. Los Estados Unidos busca apoyar a los nicaragüenses en su esfuerzo por fortalecer su democracia y desarrollar su economía, todo esto basado en el diálogo maduro y el respeto mutuo.»
Claramente, no hubo respeto al intervenir en los asuntos internos de Nicaragua y hacer declaraciones públicas ante los medios de prensa, lanzando diatribas contra el presidente Daniel Ortega.
No faltó la velada amenaza, que cumplirían después los Estados Unidos y varios de sus socios de Europa, ante la falsa acusación de que el FSLN había cometido fraude en las elecciones municipales de noviembre de 2008. Callahan ofreció la zanahoria, pero bajo ciertas condiciones:
«Al calcular el valor de esta cooperación bilateral – en términos de la asistencia directa, de la USAID, y la Cuenta Reto del Milenio – sumando los beneficios económicos que se derivan de las labores del Cuerpo de Paz, inversión directa, las remesas, los ingresos del turismo, los intercambios militares y educativos, llegamos a una cifra que fácilmente sobrepasa los quinientos millones de dólares al año.»
La nada oculta presión no se hacía esperar:
«Pero mientras persigamos estos fines dignos, debemos tener en cuenta que no siempre vamos a estar de acuerdo en todo. De hecho, estoy casi seguro que vamos a disentir. Las naciones soberanas, incluso aquellas con las mejores intenciones, a menudo ven las cosas desde perspectivas contradictorias. Pero cuando eso ocurra, espero que podamos discutir nuestras diferencias de una manera respetuosa, encontrar un compromiso aceptable y seguir adelante.»
Hoy Callahan cumplió su advertencia al no respetar la soberanía de Nicaragua, ni ejercer una respetuosa disensión con el gobierno sandinista.
Las reacciones en Nicaragua contra Callahan
La reacciones dentro de Nicaragua no se hicieron esperar y una de las primeras fue la solicitud del presidente del Frente Nacional de los Trabajadores, Gustavo Porras, de declarar persona no grata al embajador Callahan.
Por su parte, el jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional, Edwin Castro, condenó las declaraciones injerencistas del representante diplomático.
El padre Miguel d´Escoto, ex reciente Secretario General de la Asamblea General de la ONU, declaró: «Es un diplomático irrespetuoso que ojala se fuera cuanto antes de Nicaragua», porque «es injerencista, debería irse de inmediato».
Un comunicado emitido por el gobierno de Nicaragua, emitido el 31 de octubre, condenó la inadmisible declaración del embajador Callahan. Al respecto, señala el comunicado que es: «inaceptable la política injerencista y desestabilizadora del Gobierno de los Estados Unidos de Norte América, expresada ayer por el embajador Robert Callahan frente a complacientes políticos de derecha».
En legítima reacción, miles de nicaragüenses protestaron ante la embajada de Estados Unidos por las declaraciones intervencionistas de Callahan, solicitando su expulsión del país.
Por su parte, el presidente Daniel Ortega rechazó la actitud intervencionista al viejo estilo de la Guerra Fría por parte de Callahan, en un acto realizado en la ciudad de León, cuando expresó:»No somos nosotros los que empezamos esta polémica que ha llevado a protestas en el país. Fueron ellos los que empezaron con la declaración de Washington y el discurso del Embajador en Managua». (…)«Respétenos, presidente Obama».
Las acusaciones norteamericanas no se hicieron esperar y, en abierta complacencia con Callahan, el representante de Estados Unidos ante la OEA, Lewis Amselem, acusó a los manifestantes nicaragüenses de atacar su embajada en Managua. El representante de Nicaragua, Denis Moncada, ripostó las injuriosas declaraciones de Amselem.
Callahan, quien sin lugar a dudas ha sido el fruto de las discordias, declaró ayer al diario La Prensa que no piensa marcharse de Nicaragua. Sin recato, dijo:»Yo me quedo aquí para trabajar en mis funciones como embajador de Estados Unidos» (…)»tenemos un compromiso fuerte y constante con el pueblo nicaragüense».
Con desparpajo, continuó expresando: «Mi responsabilidad principal es mantener buenas relaciones con Nicaragua y voy a hacer todo lo posible, todo dentro de mi poder, para hacerlo».
Es bueno recordarle al señor Callahan que la época en que los pro cónsules yanquis se paseaban con prepotencia por las ciudades latinoamericanas, convirtiendo sus embajadas en los verdaderos palacios de gobierno, se está terminando. Hoy son los pueblos los que están comenzando a decidir sus propios destinos.
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