Y por fin, después de tanta presión de la derecha cavernaria, el gabinete fue juramentado. Y hubo más de una sorpresa. En primer lugar, está la designación del ingeniero Guido Bellido en el cargo de premier. Bellido es del círculo de confianza de Vladimir Cerrón. El resto de ministros, con excepción de los de Producción, Cultura, Justicia, Economía y Mujer, responderían a Perú Libre (PL).
Esto implicaría que la posición partidaria perulibrista se habría impuesto en el nuevo gabinete sin permitir desvíos a lo Humala (un giro a la centroderecha). Lo que a su vez expresaría que el nuevo gobierno apuntaría a “pechar” a la derecha a la vez que el nombramiento del moderado Pedro Francke en el Ministerio de Economía, manifestaría un ánimo concertador con “el mercado”.
Y no es para menos. Una vez conocida la designación de Bellido, la gran prensa y los opinologos vinculados al establishment (de derecha y de centro como RMP, Rodrich o Tafur), comenzaron una guerra sin cuartel acusando de “terruco” al estrenado presidente del Consejo de Ministros por estar enjuiciado por “apología al terrorismo”, por haber declarado éste en una radio de su localidad (Cusco), “que la ex lideresa filo senderista Edith Lagos también era peruana y que Sendero cometió errores”. Y a pesar que Bellido deslindó de las acciones terroristas, pues, la derecha sigue con el “terruqueo”. Esta cuestión respondería al discurso de Castillo enfatizando que hay empresarios (en alusión al grupo Graña y Montero cuyo directivo José Graña Miroquesada es también accionista del grupo factico de prensa que dirige El Comercio y el 85% de los medios de comunicación).
La asunción al poder de Bellido se da en un marco donde la lista congresal de PL fue marginada (a través de una leguleyada señalando que el aliado Partido Morado no era una bancada), por los partidos de derecha del Congreso (en la competencia por la Mesa Directiva), del maltrato al presidente neoliberal Sagasti quien fue rechazado cuando marchó al Congreso para entregar la banda presidencial a la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, de la renuncia del ex jefe de las FF.AA., César Astudillo, de una fuga de capitales de cerca de $20,000 millones y de un paro indefinido de las comunidades andinas contra la transnacional china Las Bambas en el Cusco.
La mayoría de ministros no tiene experiencia en gestión pública, pero son de origen o descendientes de familias campesinas (el 70,6% de la composición del gabinete es de gente provinciana según Ojo público, 30/07), y responderían a una militancia izquierdista orgánica que Cerrón necesita para afianzar su liderazgo y enfrentar la arremetida de la derecha golpista que continúa con su campaña macartista y de “terruqueo”.
Por su lado, la designación del catedrático sanmarquino y ex guerrillero Héctor Bejar en la cartera de Relaciones Exteriores, implicaría el peso de Cuba, Evo Morales y del Foro de Sau Paulo en el nuevo gobierno. Cuando se dieron las protestas sociales en Cuba, el presidente Castillo se pronunció contra el bloqueo norteamericano.
Por el lado sindical, más allá del nombramiento de Iver Maraví como Ministro de Trabajo (respondiendo a la cuota sindical del magisterio, base social del presidente Castillo), no habría mayor representación del movimiento de los trabajadores sindicalizados. Esta cuestión le ha granjeado a Castillo las protestas de la izquierda tradicional de la CGTP, que en el gobierno del felón Ollanta Humala, controló la cartera en cuestión. “Él gobierna para un país no para un partido político”, declaró José Luis Chapa, secretario general de la Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa -FDTA- (LR, 31/07). “La unidad que necesitamos ahora, no se logrará con Bellido”, dijo Germán Santoyo, secretario de la Federación Departamental de Trabajadores del Cusco (FDTC).
Así las cosas, estaríamos frente a un gobierno indigenista y popular, con un fuerte componente cultural simbólico, que apuntaría a desarrollarse, por un lado, como un árbitro (bonapartista), en la crisis nacional (entre las clases sociales en contienda), y por otro, con una política neodesarrollista que tiene a la Asamblea Constituyente Plurinacional (ACP), como estrategia que cuestiona la dominación colonial imperialista y que plantea nuevas reglas de juego y de industrialización. Esto con el fin de obtener mayores réditos económicos de nuevos impuestos al poder minero/transnacional y así poder desenvolver su política social.
Es así como la estrategia operativa política de PL apuntaría a polarizar y movilizar a los pueblos originarios provincianos contra el Congreso de la República para conquistar la ACP, el mismo que está ubicado en la capital de la República: Lima, que a diferencia de La Paz (capital donde Evo Morales tenía hegemonía política), está bajo la hegemonía de la derecha, y donde la estructura partidaria de masas de PL está todavía en desarrollo.
Finalmente, la ACP, pone en cuestión el poder político de los partidos tradicionales, que se ven en el espejo de sus pares latinoamericanos: Barridos del mapa político por el movimiento bolivariano. Y es por eso que no tienen más remedio que apelar a las conspiraciones golpistas (y el terruqueo), donde la negación de la confianza a dos gabinetes ministeriales podría implicar la disolución del Parlamento, nuevas elecciones y una mayoría parlamentaria más holgada para Castillo, y, por lo tanto, la convocatoria a la ACP o en su defecto la vacancia presidencial, lo que podría detonar una rebelión popular espectacular y más potente que el estallido social que derrocó a Vizcarra, Araoz y Merino.
César Zelada. Director de la revista La Abeja obrera (teoría, debate y organización).