El ex primer ministro británico Tony Blair comenzó a planear junto a Estados Unidos la invasión a Irak en febrero de 2002, trece meses antes del inicio de la operación militar, que tenía como objetivo principal derrocar a Sadam Hussein. Durante todo 2002, Blair reiteró públicamente que la finalidad de su Gobierno era «desarmar a […]
El ex primer ministro británico Tony Blair comenzó a planear junto a Estados Unidos la invasión a Irak en febrero de 2002, trece meses antes del inicio de la operación militar, que tenía como objetivo principal derrocar a Sadam Hussein. Durante todo 2002, Blair reiteró públicamente que la finalidad de su Gobierno era «desarmar a Irak, no cambiar su régimen» y que no había preparativos en marcha para invadir el país mientras continuaran los esfuerzos diplomáticos para que Hussein renunciara a las supuestas armas de destrucción masiva, que jamás existieron.
«La planificación, a nivel de formación, del despliegue británico en Irak comenzó en febrero de 2002. He estado trabajando en la guerra desde principios de ese año», asegura el director de las Fuerzas Especiales, el general Graeme Lamb. En julio de 2002, Blair afirmó ante los diputados británicos, entre ellos miembros del Partido Laborista, que «no hay planes para una operación militar británica en Irak».
La necesidad de ocultar esta operación al Parlamento y a gran parte de los altos cargos del Ejército exceptuando «a muy pocos, que actuaron encorsetados» por el secretismo de los procedimientos, desembocó en una ofensiva «precipitada y falta de recursos y coherencia», que puso a las tropas en una situación de «gran peligro».
Estas conclusiones forman parte de un informe del actual Gobierno filtrado ayer por el diario «The Sunday Times», a dos días del inicio de la llamada Comisión Chilcot, que investigará la participación del país en la guerra y ante la que Blair deberá comparecer en enero. «La comisión no es un tribunal y nadie está imputado. Sin embargo, no renunciará a su derecho a criticar», resaltó Chilcot.
«Queremos establecer lo que pasó durante la participación del Reino Unido en Irak, entre 2001 y la retirada del grueso de las tropas en 2009. La investigación intentará sacar conclusiones para ayudar a los próximos gobiernos a enfrentarse a situaciones similares», añade.
El documento revelado ahora contiene horas de entrevistas y evaluaciones de altos responsables del Ejército y del pequeño círculo de implicados en la planificación de la invasión, que recibió el código de «Telic».
Al menos cuatro comandantes tildan de «detestable» la gestión de los ministerios de Defensa y Exteriores y censuran una operación plagada de «deficiencias que frente a cualquier otro enemigo de nivel, hubieran sido muy castigadas». A modo de ejemplo, citan que hubo soldados a los que se les ordenó combatir con sólo cinco balas en sus rifles y desmayos entre las tropas por carecer de agua.
También critican que, debido a la «desquiciante» falta de coordinación, algunos tuvieron que desplazarse en aviones comerciales, llevando el armamento como equipaje de mano, que en algunos casos les fue confiscado en los aeropuertos.
El sistema de radio durante los combates dejaba de funcionar cada día al mediodía a causa del calor. «Nos llegaron a mandar hasta un contenedor lleno de esquíes», subraya uno de los militares implicados.
Asimismo, el informe condena «la ausencia total de un plan de contingencia» para respetar la Convención de Ginebra, que exhorta a las fuerzas militares a salvaguardar la seguridad de los civiles y a garantizar un trato humano a los detenidos. Califica, además, de «atroz y horrorosa» la falta de apoyo del Gobierno a la reconstrucción del país.