Recomiendo:
0

Un informe sobre lo que ya se sabía

Fuentes: Rebelión

«Por qué usted optó sumarse al ‘diktat’ de Bill Clinton en su ‘Iraq Liberation Act’, de 1988, y al deseo de George W. Bush de ponerlo en práctica», le pregunta en carta abierta a Tony Blair el diplomático de la ONU, Hans Von Sponeck. Nunca tuvo respuesta alguna. Luego de recalcar la gravedad de la […]

«Por qué usted optó sumarse al ‘diktat’ de Bill Clinton en su ‘Iraq Liberation Act’, de 1988, y al deseo de George W. Bush de ponerlo en práctica», le pregunta en carta abierta a Tony Blair el diplomático de la ONU, Hans Von Sponeck. Nunca tuvo respuesta alguna. Luego de recalcar la gravedad de la situación, generada en Irak por las injustas sanciones que le fueron impuestas, cita a Hamsy Agam, representante de Malasia ante la ONU, quien observó con sarcasmo: «Qué irónico resulta que la misma política destinada a quitar a Iraq sus armas de destrucción masiva sea, en sí misma, un arma de destrucción masiva». Acusa a Blair de haber contribuido a crear la época peligrosa que se vive, pues «Ni el Consejo de Seguridad de la ONU es capaz de resolver las crisis de forma pacífica y hay una tremenda doble moral en el debate respecto a la dirección que lleva nuestro mundo» y añade: «Nada de lo que usted y Bush, su compañero de armas, habían planeado para Iraq se ha cumplido, con la única excepción del derrocamiento de Sadam Husein. Y en este punto, usted optó por señalar a Irán como el nuevo peligro».

¡A buena hora! no se metieron con Irán. Las certeras palabras de Von Sponeck son ahora confirmadas por el informe de sir John Chilcot, que ha investigado la participación del Reino Unido en la invasión a Irak, coordinada por Washington sin el auspicio de la ONU, donde se señala: «Hemos llegado a la conclusión de que el Reino Unido decidió unirse a la invasión de Irak antes de que se agotaran las opciones pacíficas para el desarme. En aquel momento las acciones militares no eran la última opción». También destaca que la acción militar se hizo «cuando no había ninguna amenaza inminente por parte de Irak, que no tenía capacidad para crear una bomba nuclear», que «la base legal para la acción militar del Reino Unido estuvo lejos de ser satisfactoria», que la invasión fue un error cuyas consecuencias se pagan hasta ahora y que «la invasión ha provocado la llegada de armas a manos de los terroristas».

Vale la pena recalcar que este genocidio, y no existe otro nombre para esta acción armada criminal, se realizó sin contar con el apoyo de la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, que se opusieron porque Irak no poseía armas de destrucción masiva, por más que Colin Powell, Secretario de Estado de EE.UU., intentara demostrarlo blandiendo una retorta de contenido desconocido.

El informe de sir Jonh Chilcot señala, como una de las consecuencia de la acción militar, que «el pueblo de Irak sufrió enormemente y millones de ciudadanos resultaron desplazados» y que los fallos en la planificación por parte del Reino Unido «siguen afectando la vida de los británicos hasta el día de hoy». Más vale tarde que nunca, aunque no está claro si alguna vez Tony Blair pagará por este crimen y, menos aún, Bush, culpable directo, ni Aznar, que también los acolitó. Por algo, los familiares de los militares británicos muertos en Irak sostienen que «Blair es el peor terrorista del mundo».

Blair se defiende de la amistad y la adulación con Bush, de estar con él «pase lo que pase» y del «siempre suyo, Tony», afirmando que «actuó de buena fe». Valdría la pena recordarle que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.