Ayer se consumó la coalición entre el Fine Gael y el Partido Laborista. Su composición nos provoca varias reflexiones: la más simple, la paradoja de un gobierno formado por partidos que en la Europa continental estarían en las antípodas (un conservador del PPE y un socialdemócrata), aunque ciertamente presenta varios precedentes en la Historia irlandesa […]
Ayer se consumó la coalición entre el Fine Gael y el Partido Laborista. Su composición nos provoca varias reflexiones: la más simple, la paradoja de un gobierno formado por partidos que en la Europa continental estarían en las antípodas (un conservador del PPE y un socialdemócrata), aunque ciertamente presenta varios precedentes en la Historia irlandesa (1948-51, 1954-57, 1973-77, 1981, 1982-87, y 1994-97). No obstante, lo que más me llama la atención es que hayan decidido gobernar juntos los dos partidos más votados. No es normal . Kenny ha sido el Taoiseach elegido por más votos a favor (117 en la votación de ayer). De entrada, la Dáil tendrá al menos a 113 diputados respaldando al gobierno, mientras, como mucho, sólo 53 (y divididos en al menos cuatros grupos pequeños) harán de oposición, cada cual con sus matices. La mecánica parlamentaria se verá alterada y deberemos preguntarnos cómo se ha llegado a eso. La Grosse Koalition, como la llaman en Alemania cuando gobiernan juntos CDU y SPD, sólo se entiende en un contexto de crisis nacional. En este sentido sí parece que en Irlanda se dan las circunstancias para una gran coalición: «las horas más oscuras en la historia de nuestro estado independiente» justificarían la creación de un «Government for National Recovery 2011-2016″ (gobierno para la recuperación nacional) del que habla el acuerdo suscrito por Enda Kenny y Eamon Gilmore.
No es normal pero puede estar justificado en el caso irlandés: la crisis política y económica va a obligar al nuevo gobierno a emprender importantes reformas tanto institucionales como económicas y sociales (muchas de ellas impopulares que recibirán contestación en la calle). Parece razonable, por tanto, que cuente con el máximo respaldo parlamentario posible. ¿O se atrevería Kenny a eliminar a tantos miles de funcionarios y a recortar una vez más el presupuesto sólo con el apoyo de un puñado de diputados independientes y, teniendo en contra a los sindicatos junto a los laboristas y al resto de la oposición, esto es, Fianna Fáil, Sinn Féin y United Left?
Además, tampoco podemos ignorar que esta coalición era la única posible (desde el punto de vista del Fine Gael). Por mucho que insistamos en que FG y FF son partidos similares en el campo del centroderecha, resultan como el aceite y el agua. Noventa años de bipartidismo irreconciliable impiden cualquier colaboración estable. También se descarta una coalición con el Sinn Féin, en las antípodas ideológicas y con respecto al nacionalismo. Así que Kenny sólo podía elegir entre la estabilidad de reeditar una alianza con los laboristas o irse a mendigar el apoyo de al menos ocho diputados independientes (de los catorce electos), lo que de entrada resulta más laborioso y menos estable.
La mayor duda se me presenta desde el punto de vista laborista. ¿Al Labour Party le interesaba esta coalición? Había logrado por fin acceder al segundo cajón del podio, había logrado por fin desplazar al hasta entonces hegemónico Fianna Fáil, ¡había logrado romper el bipartidismo! En mi opinión, ese resultado histórico va a ser desaprovechado al entrar a gobernar con el Fine Gael. Desde la oposición, los laboristas podrían consolidarse como alternativa de poder. Sin embargo, han elegido ser fuerza auxiliar del FG, lo que le deja el camino libre al FF para que continúe ejerciendo como alternativa. Aunque los electores le castigaron al tercer puesto, su papel en la cabeza de la oposición le seguirá presentando ante la ciudadanía como el otro partido en el bipartidismo de facto. De esta manera, el Laborista va a permitir al FF que recupere espacio político y reconquiste su lugar de honor (primero o segundo) en las próximas elecciones. Sin duda, este gobierno tomará medidas impopulares y sufrirá desgaste, lo que seguramente perjudicará más al socio minoritario (que además viene de la izquierda) que al mayoritario Fine Gael. Probablemente el desgaste laborista entre su electorado obrero y popular beneficie directamente al Sinn Féin de Gerry Adams, pero el gran favorecido será el Fianna Fáil de Micheál Martin que lavará sus heridas en la oposición.
Otra cuestión es que, en la decisión de la conferencia extraordinaria laborista, pesara más la responsabilidad o la ambición de tocar poder, legítimas razones ambas. Supongo que pesó más la posibilidad de minimizar el impacto social de las medidas que quería desarrollar el Fine Gael, así como también el poder poner en marcha algunas propuestas laboristas (el servicio de salud universal, por ejemplo). Todo eso condujo al Sí a la coalición de forma abrumadora (un 95% de los delegados a favor). Eso sí, el Labour renuncia a romper el bipartidismo y permite al Fianna Fáil liderar la oposición y presentarse como alternativa de poder. Una oportunidad perdida.
[Fuente: http://innisfree1916.