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Sin caer en el oportunismo de criticar cualquier sistema que no se avenga al neoliberalismo, lo cierto es que la política del gobierno chino hacia el pueblo uighur sigue el guión colonial que Occidente ha desarrollado en los últimos siglos

Una breve radiografía de Turkestán Este

Fuentes: GAIN

En los medios occidentales normalmente se suele hacer una mención superficial sobre la composición multiétnica del estado chino actual. Tras nombrar algunas de las minorías no se suele profundizar en un análisis sobre las realidades que representan y sus relaciones entre ellas y con Beijing. Todo lo más, se suele incidir fundamentalmente en la situación […]

En los medios occidentales normalmente se suele hacer una mención superficial sobre la composición multiétnica del estado chino actual. Tras nombrar algunas de las minorías no se suele profundizar en un análisis sobre las realidades que representan y sus relaciones entre ellas y con Beijing. Todo lo más, se suele incidir fundamentalmente en la situación que vive Tibet, y se organizan en torno a ese tema la mayor parte de estudios y opiniones, aunque la mayoría de ellas suelen pecar también de cierta mediocridad, motivadas por una mezcla de «pasión» por la religión representada por el Dalai Lama y por informaciones distorsionadas que se han venido generando en torno a la historia de ese pueblo.

Por su parte los Uighures, como la mayoría del resto de minorías, apenas ocupan las primeras páginas de los medios occidentales y mucho menos sus representantes son recibidos en Occidente con los honores que se le dispensan al citado Dalai Lama. Pero tampoco se suele hablar o escribir sobre la situación del pueblo uighur en otros foros ajenos a los mencionados.

Un poco de historia

Turkestán Este es la patria de los uighures, un pueblo de habla turca y de religión musulmana. Tiene unas raíces similares a la de sus vecinos kazajos, tártaros, uzbecos, tayikos y kirguizes. Localizado en Asia Central, sus lazos siempre se han dirigido hacia los pueblos de esa zona más que hacia China. Históricamente su ubicación se ha situado fuera de los confines de la Gran Muralla china, considerada por muchos la frontera natural de ese país, y más tarde al recibir la denominación de Xinjiang («nueva tierra o nuevos territorios» en chino) este hecho de no pertenencia al territorio chino se acrecentó entre los uighures.

En la actualidad la denominación de ese país recibe diferentes nombres, «Uighuristán», «Turkestán Este», «Xinjiang» o «Región Autónoma Xinjiang Uighur», y en función de quién sea el autor, se utilizará una u otra.

La mayoría de las fuentes coinciden en señalar que la historia de los uighures en Turkestán Este se remonta más de cuatro mil años, y durante este tiempo, gracias a su ubicación privilegiada, el pueblo uighur ha jugado un importante papel en los cambios culturales y comerciales entre Oriente y Occidente, al tiempo que desarrollaba y mantenía su propia cultura. Fue en el año 934 cuando el Islam llegó a la región y su población se convirtió al mismo. Desde entonces, en torno a Kashgar, se desarrolló una importante producción literaria y musical, con grandes aportaciones en forma de libros e intelectuales y escritores.

Durante siglos, la posición del pueblo uighur en torno a su propia entidad política y nacional se mantuvo pareja a la de las realidades vecinas, entre ellas China. Pero la independencia y prosperidad uighur se acabó con la invasión del imperio Manchú, que puso fin a la historia independiente de Turkestán Este durante los siglos diecisiete y dieciocho. El 18 de noviembre de 1884, Turkestán Este es anexionado formalmente por el imperio chino, y rebautizado como «Xinjiang». La desaparición del imperio manchú en 1911 traspasó el poder en Beijing al gobierno nacionalista chino, quien siguió controlando los destinos del pueblo uighur.

Los uighures siguieron demandando su independencia y para ello no dudaron en lazarse en varias ocasiones contra el régimen de Beijing, logrando en dos ocasiones, aunque por un breve espacio de tiempo ambas, la materialización de sus demandas con la formación de la República independiente de Turkestán Este, en 1933 y en 1944.

Tras el triunfo de la Revolución china comandada por Mao, los uighures albergaron algunas esperanzas para poder volver a materializar sus ansias de libertad, sin embargo tras el asentamiento del nuevo régimen político en Beijing, la situación del pueblo de Turkestán Este entró en un oscuro túnel.

Un país muy rico

La riqueza de Turkestán Este está atestiguada por la importancia de los recursos naturales que tiene esa zona. Cerca de un tercio de las reservas chinas de petróleo y dos tercios de las de carbón están en el territorio de Turkestán Este. También abundan los minerales y los metales preciosos, el oro, uranio y el cobre.

También es la región de mayor producción de algodón de China, al tiempo que se sitúa entre los tres primeros productores de carne.

Sin embargo, el destinatario de los beneficios que genera toda esa riqueza no revierte sobre el pueblo uighur, sino que se destina principalmente para llenar las arcas de Beijing o para que los grupos étnicos partidarios del régimen central mejoren su situación económica.

Prueba de ello es que a pesar de esa riqueza, unas tasas muy altas de la población uighur viven en condiciones de pobreza. El desempleo azota a las familias uighures, y se da la paradoja de que la mayoría de técnicos y trabajadores de la industria petrolífera son de origen chino.

Una de las estrategias de Beijing, además del traslado masivo de ciudadanos chinos para desequilibrar la balanza demográfica en su favor, es la ocupación de tierras por parte de los «bingtuan», «unidades militarizadas de producción» en torno a granjas estatales, formado principalmente por soldados chino ya retirados o por granjeros chinos. Estos tienen acceso a tierras junto a las riveras de los ríos, lo que reduce el acceso al agua de los agricultores uighures.

La actitud de Beijing

Hace ya varias décadas que los diferentes gobiernos chinos están llevando a cabo políticas destinadas a acabar con la identidad de los iughures y con sus reivindicaciones nacionales. La asimilación, la chinificación y la campaña «desarrollar el este» son algunos de los pilares de esa estrategia de Beijing.

Los aspectos religiosos, lingüísticos o culturales de la población iughur son sometidos a una relegación, prohibición o tienen que hacer frente a toda una red de obstáculos legales o represivos que impiden su normal desarrollo, al tiempo que se intensifican los movimientos estatales para continuar impulsando la cultura Han en Turkestán Este.

Paralelo a ello estaría la política de «hanhua», algo así como «hacerlos chinos», esta política de colonización Han tiene una relación directa con los cambios demográficos impulsados desde Beijing, ya que todas estas políticas, como la supuesta campaña de desarrollo del Este están fuertemente basadas en el impulso de oleadas de chinos han hacia Turkestán Este. Así, la población de origen Han supone más del cuarenta por ciento en la «provincia de Xingiang», y más del ochenta en su capital, Urumqi. En 1950, los porcentajes suponían el 15 y 20 por ciento respectivamente. No es difícil adivinar, que de continuar los flujos de población Han a través de las oleadas de inmigrantes que impulsa Beijing, el gobierno central logrará en unos años que la población uighur sea minoritaria en su propia tierra.

Estos movimientos de población Han hacia Turkestán Este se han realizado siguiendo los manuales clásicos de la colonización, logrando la estratificación social y económica del sistema en función de sus intereses coloniales. Por eso la fotografía nos muestra cómo los representantes del grupo colonialista logran ventajas desproporcionadas tanto en política como en aspectos económicos, y también en educación, empleo y acceso a las necesidades sociales.

Una mirada detallada a la realidad que se vive en Turkestán Este nos permite ver que las diferencias entre los Han y los uighur son más que evidentes. Así, las desigualdades socioeconómicas a favor de los primeros son aplastantes, los uighures tienen que hacer frente a mayores tasas de desempleo, menor expectativa de vida, mayor pobreza y una menor escolarización.

Beijing alega que su campaña «desarrollar el este» ha logrado importantes mejoras en la situación de Xinjiang, sin embargo el desarrollo económico de la zona no repercute en la población uighur. Además no conviene olvidar que buena parte de las inversiones están encaminadas a la explotación de los recursos naturales de Turkestán Este, cuyos beneficios no se revierten en la población local. Por otras parte, esta supuesta «modernización» no es más que una explotación económica de la población uighur y de los recursos naturales que les pertenecen.

Los límites religiosos, de asociación y de expresión también son utilizados por el gobierno chino para impedir que las demandas uighures se materialicen. Para ello «se ha construido una compleja estructura de leyes, reglamentos y políticas en Xinjiang que niegan la libertad religiosa a los uighur, y por extensión la libertad de asociación, asamblea y expresión».

Identidad y organizaciones uighur

Como ocurre con cualquier grupo nacional, los uighures no presentan una línea política e ideológica uniforme. Las diferentes influencias y el desarrollo interno de distintas alternativas e ideologías han configurado organizaciones ideológicamente distintas e incluso actitudes contrarias entre ellos. No obstante ello no es excusa para no afirmar que la identidad uighur y sus demandas de autodeterminación tienen una importante base.

Dentro de los uighures encontramos diferentes actitudes o ideologías de cara a conseguir sus objetivos. En primer lugar estarían aquellos que defienden el carácter nacional de su pueblo y demandan la consecución de un estado llamado Turkestán Este,

al tiempo que reconocen la presencia de la religión musulmana como algo unido a su cultura y a su historia, pero sin imprimirle a esta el protagonismo de las demandas políticas y sociales. Se les sitúa en una línea pan-tuca, pero no con las connotaciones neo imperiales de Turquía sino con la defensa de sus orígenes de carácter turco.

En segundo lugar se ubican las tendencias pan-islamistas, donde el motor de su ideología está asentado en el Islam, por encima de consideraciones nacionales, aunque también hacen uso de éstas. Han desarrollado escuelas religiosas de carácter clandestino y algunas organizaciones tienen vínculos con grupos de los países vecinos.

El tercer grupo lo componen aquellos que formarían una especie de «mayoría silenciosa», que sin militar en las organizaciones anteriormente citadas, mantienen una actitud de resistencia diaria hacia la asimilación que busca el gobierno chino. Se manifiesta como «una batalla silenciosa» y lo hacen manteniendo sus costumbres, su lengua y su tradición, al tiempo que defienden que la idea de «Turkestán Este» no es el producto de ningún proyecto extranjero. Finalmente estarían los llamados asimilados o colaboracionistas, que a cambio de incentivos sociales y económicos no han dudado en prestar sus servicios a la maquinaria del estado colonial.

Durante décadas el pueblo uighur ha resistido los intentos asimiladores de China, pero va a ser a partir de los años noventa cuando las organizaciones uighures van a alcanzar un mayor grado de politización. A comienzos de esa década, la retirada soviética de Afganistán y la creación de las nuevas repúblicas de Asia Central van a ser acontecimientos que impulsaran al desarrollo de la conciencia nacional del pueblo uighur. En esos años vamos a asistir a un incremento de las demandas nacionalistas, a una mayor producción literaria de carácter nacional, a protestas y manifestaciones, y también a la violencia que causará atentados y muertos.

La respuesta china será de mayor represión sobre toda expresión pública o no de la cultura, religión o política uighur. Serán miles los detenidos políticos y cientos de ellos serán también ejecutados. Esa política represiva de Beijing llevó a debilitar a las organizaciones nacionales uighures y a que muchos de sus militantes tuvieran que exiliarse en los países vecinos o en Europa.

El abanico de organizaciones políticas que han operado estos años es bastante amplio, pero estas serían las más importantes: • Unión del Turkestán Este, basada en Europa. • Centro para la Libertad Nacional de Turkestán Este, su sede central está en Washington. • Organización para la Liberación de Uighurestán, con sede en Almaty y liderada por un uighur kazajo que habría sido coronel del ejército soviético. • Frente Revolucionario Unido de Turkestán Este, con muchos seguidores exiliados en Kazajstán. • Sociedad de patriotas de Turkestán Este, con seguidores también entre los refugiados en Kazajstán. • Organización de Liberación Uighur, basada en la diáspora de Asia Central. • Organización para la Libertad de Turkestán, con sede en Turquía.

Todas esas organizaciones tiene un claro carácter nacional, y buscan a caber con la colonización Han y crear un estado independiente para su pueblo.

También existen otros grupos que representan una óptica más occidentalista en sus demandas para Turkestán Este. Destacan el Cogreso nacional de Turkestán Este y la Asociación Americana Uighur, tienen su centro en Europa, Turquía o Estados Unidos. Buscan la defensa de los interese uighures presionando a sus gobiernos, rechazan la utilización de la violencia y plantean un modelo de sociedad siguiendo los cánones liberales y occidentales.

Finalmente nos encontramos con otras organizaciones de marcado carácter religioso. El principal de ellos es el Movimiento Turkestán Libre, que organizó el alzamiento de Baren en 1990. En aquellos enfrentamientos murieron decenas de uighures y policías chinos, entre los fallecidos estaba el dirigente del movimiento, Zahideen Yusuf, a quien muchos uighures le consideran un héroe. También estaría el Movimiento Islámico de Turkestán Este que impulsó las protestas de 1997 en Ghulja. Otro grupo ajeno a Turkestán Este, el Movimiento Islámico de Uzbekistán también ha intentado reclutar a uighures entre los exiliados en Asia Central. Cuando el MIU cambió de nombre y pasó a llamarse Partido Islámico de Turkestán en 2001, intentó alzar la bandera para crear un estado islámico en Asia Central y Turkestán Este. No obstante los uighures que se han sumado a este movimiento nunca han sido numerosos y los han hecho por lo general a nivel particular, sin ninguna articulación con algún otro grupo nacional.

Guerra contra el terror

Los ataques del 11-s que trajeron consigo la oficialización de la campaña norteamericana de la llamada «guerra contra el terror» va a ser otro punto de inflexión que China aprovechará para defender sus intereses y aumentar su presión sobre los uighures.

Si hasta esa fecha la política internacional de China sobre los Uighur había sido la de un silencio absoluto, de hecho antes del 11-s China no había reconocido oficialmente la existencia del «problema» de Turkestán Este, pocos meses después del 11-s el gobierno chino comenzará a publicar diferentes documentos oficiales que marcarán la política de Beijing hacia las demandas uighures. En 2003 hará pública un alista donde se nombran a cuatro organizaciones uighures y a once personas como «terroristas», una de estas organizaciones, ya había sido incluida tras las presiones chinas en la lista que hizo pública Washington en 2002.

La política china a partir de esa fecha va seguir el guión de «quid pro quo», buscando apoyos internacionales para sus aspiraciones a cambio de mostrar su acuerdo con los intereses de otros actores en otros lugares. Al amparo de esta dirección, buscará las colaboraciones de los países de Asia Central, donde la importante diáspora uighur tiene mucha fuerza y una buena organización. Beijing es consciente de que su superioridad económica puede llevar a los gobernantes de esas nuevas repúblicas a colaborar con ellos y en los últimos años esta política está dando los frutos que China esperaba, ya que los estados de Asia Central han empezado a perseguir y a extraditar a ciudadanos uighur.

Desde el 11-s el discurso de China se ha centrado en la llamada guerra contra los tres «ismos», fundamentalismo religioso, separatismo y terrorismo, dentro de estas definiciones intentan ubicar cualquier movimiento que demande su derecho a la libre determinación, como es el caso de Turkestán Este.

Las presiones sobre las comunidades de exiliados se han acrecentado en los últimos años, logrando que algunos de ellos sean repatriados y encarcelados, e incluso que algunos dirigentes mueran en circunstancias extrañas en otros países. La excusa de la «guerra contra el terror» le ha venido muy bien al gobierno chino, quien paralelamente ha seguido edificando todo un guión represivo contra la población uighur.

La imposición de la lengua china en todas las escuelas uighures o el reciente acuerdo con el presidente de turkmeno Niazov para que éste apoye a Beijing en su persecución de los uighures en su país.

En los últimos años China ha basado su política contra Turkestán Este en varios pilares. En primer lugar la llamada «campaña golpear duro» que ha caracterizado los últimos seis años, con cientos de arrestos y control riguroso sobre la población. En segundo lugar está la «asimilación cultural y la segregación económica» que al hilo de la política de las últimas décadas continúa creando e invirtiendo en Turkestán Este para la población Han quienes a través de esos incentivos acceden a desplazarse a esa región.

El tercer pilar es el «regreso forzado de los refugiados», ya que desde el 11-s Beijing exige que le sean entregados todos los exiliados uighures sobre los que ha colocado la etiqueta de «terroristas». En este aspecto hay que remarcar que si bien algunos uighures han participado junto a los talibanes y otras organizaciones pan-islamistas ésta no ha sido la tónica general del movimiento uighur. Es más algunos uighures detenidos en Afganistán y acusados de pertenecer a la red de al-Qaeda no lo han sido por afinidad ideológica, sino por encontrase en el lugar equivocado en el peor momento. Hay que recordar que muchos exiliados uighures huyeron a Afganistán ya que era el destino más fácil al no exigirse entonces ningún visado.

La «persecución religiosa» también está en el eje central de la política china. Desde Beijing se impone una versión estatal del Corán, se prohíbe que los hombres lleven el gorro típico si trabajan en empresas estatales, al tiempo que intentan controlar las mezquitas, menospreciando las tradiciones que durante siglos han sido parte de la cultura uighur.

Finalmente, la represión ha traído consigo que existan miles de «prisioneros políticos uighures», y que muchos que mantienen actividades intelectuales, artísticas o políticas teman ejercer sus derechos por temor a acabar también en prisión.

Sin caer en el oportunismo político del que suelen hacer gala algunos analistas occidentales para aprovechar cualquier situación y criticar cualquier sistema que no se avenga a los parámetros neoliberales, lo cierto es que la política del gobierno chino hacia Turkestán Este encuentra su sitio dentro de los guiones coloniales que las potencias occidentales han desarrollado a lo largo de los últimos siglos.

Así nos hemos encontrado con una dominación política, económica y cultural a través de la colonización de Turkestán Este por parte de chinos Han, sobretodo a partir de 1949, y se ha visto incrementada con flujos de inmigrantes en los últimos años. También la restricción de nacimientos ha impulsado ese cambio demográfico a favor de los colonizadores. Las escasa representación uighur en los puestos de decisión, la explotación de los recursos naturales en beneficio de los grupos Han, acceso desigual a la educación y restricciones sobre la vida religiosa y cultural del pueblo uighur han sido la tónica general sobre la que se asienta la dominación colonial china en Turkestán Este.

* Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)