Traducido para Rebelión por Caty R.
Decir «Europa» para designar a la Unión Europea, ya es una estafa
Chipre es miembro de la Unión Europea (UE). Y sin embargo es una isla de Oriente Próximo, más cerca de Beirut que Gaza. En cambio, nuestra vecina Suiza no forma parte… La Unión Europea es una asociación de 27 países unidos por tratado, nada que ver con la Europa geográfica. Los «Eurodiputados» que vamos a elegir en junio de 2009 formarán parte de un Parlamento que no dirige Europa: sus resoluciones sólo son consultivas. Así, ¿el Parlamento Europeo se niega a votar el fortalecimiento de las relaciones con Israel para sancionar su política hacia los palestinos? La UE ignora la resolución del Parlamento y, unos días antes de la agresión contra Gaza, decide exactamente lo contrario.
El proyecto de Constitución fue rechazado en 2005 por Francia y los Países Bajos, la Unión Europea se rige por una copia adaptada, el Tratado de Lisboa, sobre el cual no se ha consultado directamente a los pueblos (excepto a Irlanda, que lo rechazó). Las decisiones de la UE se toman en reuniones de los jefes de Estado o los ministros de los países miembros. En el intervalo es la «Comisión Europea», cuyos miembros se nombran, quien dirige la UE.
Ese funcionamiento poco democrático está anclado en la propia historia de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA 1951), que se convirtió en la Comunidad Económica Europea (CEE 1957) y después en la Unión Europea (UE 1992).
La Unión Europea: Una máquina de guerra contra los trabajadores
En los años 50, los ideólogos de la derecha anticomunista (Schumann, De Gasperi y Monnet) inventaron la «Europa» supranacional en plena Guerra Fría con un doble objetivo:
– Crear un gran mercado para abrir nuevos cauces a las mercancías, sin preocuparse de los bajos salarios y el desempleo.
– Limitar el papel de los parlamentos nacionales, en la época sensibles a la voluntad popular, para desembocar en la dominación de los trust.
La Unión Europea se constituyó alrededor del mercado del carbón y el acero (lo que acarreó el cierre de todas las minas francesas). Es un instrumento del capital y su expansión no ha cambiado su naturaleza: es una unión de las multinacionales, una máquina de guerra contra las conquistas políticas y sociales de los trabajadores.
Rechazar esta Unión Europea no es una cuestión de nacionalismo
El nacionalismo quiere hacernos creer que todos los franceses tienen intereses comunes «por naturaleza». Eso es falso, los primeros enemigos de los trabajadores franceses son los explotadores franceses. La cuestión de la nación no debe plantearse fuera de la solidaridad de clase internacional.
Por supuesto, en Francia la nación se ha constituido a pesar de las identidades y las culturas locales o regionales, al precio de guerras y sórdidos tejemanejes. Pero, a través de la historia, el marco nacional se ha convertido en un marco identitario de conquista de derechos sociales a los cuales los extranjeros que la historia llevó a la tierra de Francia contribuyeron y siguen contribuyendo ampliamente.
Los logros históricos y la diversidad cultural son los que constituyen la verdadera esencia de la nación francesa y el único marco en el que el pueblo de Francia puede esperar apropiarse algún día de las riquezas nacionales actualmente en manos del capital.
La Unión Europea: Una fortaleza capitalista
La historia de la Unión Europea es una sucesión de ataques contra los trabajadores, el sistema de jubilación y la seguridad social, el derecho al trabajo y los derechos sindicales. Los derechos fundamentales como la educación, la sanidad o la protección social, se han convertido en fuentes de beneficios para el gran capital. Las explotaciones agrícolas familiares, la pesca artesanal, se han arruinado, los artesanos y las pequeñas empresas independientes se han estrellado bajo la dominación de los grupos financieros y la distribución masiva.
En el plano monetario, se puede ver en la actualidad que el euro no nos ha protegido ni de la fuga de capitales, ni de las «deslocalizaciones», ni de los desastrosos efectos del capitalismo financiero.
La Unión Europea, que rechaza la libre circulación de las personas (al contrario que la de los mercados), participa en el saqueo de los países pobres (incluidos sus cerebros) y al mismo tiempo erige barreras en sus fronteras y adopta leyes cada vez más represivas sobre el derecho de asilo e inmigración.
La Unión Europea se militariza y colabora en las guerras imperialistas: Afganistán e Iraq. Por «recomendación» de la OTAN y de la Comisión Europea, los gastos militares crecen y la carrera armamentista se reactiva. Como podemos ver desde hace años en su incapacidad para desempeñar un auténtico papel en el conflicto de Oriente Próximo, la Unión Europea no es un contrapeso al imperio estadounidense, sino un estado imperialista en construcción unas veces aliado y otras opuesto a Estados Unidos, siempre por el interés de las multinacionales.
Ser o no ser… En la Unión Europea
Si el Tratado de Lisboa hubiese estado vigente en 2003, sin duda Francia habría estado obligada a comprometerse en la guerra de Iraq. ¿Quién podía pretender que una mayoría de los países miembros de la Unión Europea se opusiera? ¿Y qué pasaría actualmente?
Los noruegos, los islandeses y los suizos no tienen que lamentarse por no estar en la UE. En América Latina, Venezuela, Bolivia, Cuba y otros, frente a un proyecto estadounidense, ALCA, han establecido una especie de alianza continental equivalente a nuestra UE, sin miedo a inventar, y han creado el ALBA, otra forma de cooperación internacional basada en el progreso social.
En un mundo global en el que uno de cada seis habitantes muere de hambre debido especialmente a la dominación de Europa y Estados Unidos, ¿quién puede creer en la posibilidad de una «Europa social»? A esa quimera, oponemos la idea de demostrar valentía política y capacidad de invención. Ya es hora de salir de esta alianza y establecer con los demás países, no únicamente europeos, cooperaciones mutuamente ventajosas para los pueblos.
Francamente, ¿qué es lo más realista?
¿Crear una «Europa social» en su estrechez actual y con 27 países cuyos gobernantes son, por una aplastante mayoría, de derechas, sabiendo que, incluso cuando la mayoría estaban a la «izquierda», al contrario que las privatizaciones y la precariedad, los salarios no crecieron? ¿O bien perseguir un gobierno progresista en Francia que pueda salir de la Unión Europea y establecer otras cooperaciones?
¿La Unión Europea? ¡Hay que salir de ahí!
Texto original en francés: http://www.rougemidi.org/spip.