Con represión y la renuencia a dialogar sobre un futuro común en una nación magnánima y diversa, el gobierno en Kiev arrastra a Ucrania a una guerra interminable y destructiva para los cimientos del Estado y su integridad territorial. El golpe de Estado del 22 de febrero por la alianza de la élite neoliberal, aliada […]
Con represión y la renuencia a dialogar sobre un futuro común en una nación magnánima y diversa, el gobierno en Kiev arrastra a Ucrania a una guerra interminable y destructiva para los cimientos del Estado y su integridad territorial. El golpe de Estado del 22 de febrero por la alianza de la élite neoliberal, aliada a los elementos neofascistas, y el derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich fragmentaron definitivamente al país en dos partes.
Desde entonces una abrumadora mayoría en las regiones orientales y sur ucraniano no reconoce a la junta golpista ni el mandato de los funcionarios impuestos sin elección alguna.
Una futura federalización para atajar los ánimos separatistas en las ciudades rebeldes no parece contemplarse en las reformas constitucionales anunciadas por el Gobierno y en las que al parecer trabaja una comisión legislativa en total hermetismo.
La Cancillería anunció que Ucrania estaba abierta a pláticas internacionales, con Rusia inclusive, pero puso punto final a la idea de una federalización, reclamo que inunda las calles de Donetsk, Dniepropetrovsk, Járkov, Lugansk, Mariupol, Nikolaev y Odessa.
Son éstas precisamente ciudades con un predomino de más del 60 por ciento de población ruso hablante (Donetsk, Lugansk y Mariupol); mientras que en Járkov, Dniepropetrovsk, Zaporozhie y Odessa, la proporción oscila entre 30 y 60 por ciento.
De conjunto, las regiones del este y sur tienen un peso del 45 por ciento en el Producto Interno Bruto de Ucrania, como centros de producción industrial, con la metalúrgica y minerías entre los renglones fundamentales.
Tras el golpe de Estado, la junta, en un maridaje político de los partidos Batkivschina (de la ex primera ministra Yulia Timoshenko) y Svoboda (Libertad), emprendió con ayuda de los comandos de Sector Derecho una persecución de líderes y activistas opositores para descabezar al movimiento de protesta.
A inicios de marzo, fue arrestado el llamado gobernador popular de Donetsk, Pavel Gubariev, líder de la milicia popular de Donbass. Otras limpiezas se llevaron a cabo en Járkov, Odessa, Nikolaev y Lugansk.
Pese a ello, en la región del Donbass dos organizaciones han tenido un protagonismo clave en las protestas: las denominadas Fuerzas Patrióticas de Donbass y el Movimiento Popular de Liberación, defensores de los derechos de las comunidades originarias de rusos, ucranianos y armenios.
Climax de protestas en oriente ucraniano, tras Crimea
En una reacción en cadena, manifestantes tomaron las sedes del Servicio de Seguridad y los gobiernos regionales en Donetsk, Járkov y Lugansk.
A 24 horas de retener el control de los inmuebles, activistas opositores al régimen de Kiev proclamaron la república popular como una nueva entidad independiente en las tres regiones.
Para castigar el separatismo de los territorios rebeldes el Gobierno envió dotaciones reforzadas de unidades de interior, comandos especiales y fuerzas del Ejército. Con todo, los focos de resistencia continúan, con un activismo cívico en favor del referendo de autodeterminación.
Analistas coinciden en que el desinterés en Kiev por escuchar las demandas, la omisión de los derechos de esa parte de la población y la represión actúan como catalizadores de la desestabilización interna.
Para el titular del Consejo regional de Donetsk, Valeri Golenko, una consulta popular sobre la federalización y el estatus del idioma ruso son dos cuestiones clave en la solución de la crisis política ucraniana.
Nuestra gente debe recibir una señal de Kiev que su opinión no es ignorada en su país, en relación con la definición del estatus de las regiones y del idioma ruso, afirmó el titular de la asamblea local, que fue tomada por los manifestantes.
Golenko llamó de paso a las autoridades ucranianas a cesar la persecución a los activistas y participantes en las protestas.
No pocos politólogos perciben la situación en esos territorios diferente al escenario que se originó en Crimea, donde el parlamento, el gobierno local y las unidades militares cerraron fila en la separación y unificación con Rusia.
En el oriente de Ucrania, los activistas opositores controlan apenas algunos edificios gubernamentales. Por otro lado, no toda la población apoya la idea cesionista y una adhesión a Rusia. El federalismo es una variante que tiene fuerte respaldo en las regiones de Lugansk, Járkov y Nikolaev.
Para el politólogo ruso Fedor Lukyanov, la situación en el este ucraniano es bien distinta a la de Crimea y Rusia no tiene la intención de repetir un escenario similar, sostuvo.
Cree el analista que Moscú se limita a un apoyo moral a los manifestantes, lo cual «es un buen instrumento de presión sobre las autoridades de Kiev», estimó el también presidente del Consejo de política exterior y defensa.
El autoproclamado Consejo popular de Donetsk pidió al presidente Vladimir Putin el despliegue de un contingente de pacificadores rusos como garantes de la seguridad, en medio del preludio de una incursión militar de fuerzas ucranianas, como escenario diseñado por Kiev.
Al respecto, el titular del comité de defensa y seguridad del Consejo de la Federación (Senado) de Rusia, Victor Ozerov, refutó posibilidades de una ocupación militar en Donetsk, toda vez que contraviene el derecho internacional, dijo.
Es un mandato que corresponde únicamente del Consejo de Seguridad de la ONU, expuso Ozerov en declaraciones a la prensa sobre el particular.
Por otra parte, la tesis de una confabulación de la élite política gobernante con el estatus quo en las regiones parece ganar partidarios.
En opinión del experto del centro de analítica social de Ucrania, Nikolai Pesetski, la inestabilidad en esas regiones es ventajosa para Kiev, por dos razones fundamentales.
Mencionó la posibilidad de que «una situación revolucionaria» puede dinamitar las elecciones presidenciales previstas para el 25 de mayo, en las cuales Yulia Timoshenko sería la gran perdedora, según los sondeos.
En segundo lugar, subrayó Pesetski, sería un fundamento para una explicación acerca de una pésima situación económica, en un país que ya comenzó el camino hacia la integración europea, observó con ironía el experto.
Argumentó asimismo que el país «de jure» lo dirigen Arseni Yatseniuk y Alexander Turchinov, pero de facto es Timoshenko, quien por ahora tiene el poder en sus manos. Pero los pronósticos para ella son decepcionantes. De modo que de celebrarse los comicios, ganará otro candidato, y ella perdería el poder, resumió el analista ucraniano.
Por eso, a su juicio, los disturbios son en cierto modo «un excelente instrumento» para abortar los comicios presidenciales, y al mismo tiempo, pueden ser un pretexto para implantar estado de situación de emergencia, uno de los escenarios probables, según algunos analistas, sin descartar el uso de la fuerza directa, con el empleo de mercenarios estadounidenses, inclusive, según denunció la cancillería rusa.
Mientras tanto, los intentos de criminalización de las protestas populares, el lenguaje de la fuerza y la renuencia a escuchar las reivindicaciones de los sectores inconformes solo agudizarán la crisis y reforzarán la posibilidad de una guerra civil y hasta la desintegración de Ucrania.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2565311&Itemid=1