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Irlanda

Una piedra ante el Tratado de la Unión Europea

Fuentes: Rebelión

Al subir una cuesta, tropezar con una piedra deviene en retroceso. Al bajarla, es mucho peor, porque el caminante puede despeñarse sin remedio. Las piedras halladas en el camino del fallido Tratado Constitucional después de la negativa de los ciudadanos franceses y holandeses en el año 2005, han representado cuatro años de espera para las […]

Al subir una cuesta, tropezar con una piedra deviene en retroceso. Al bajarla, es mucho peor, porque el caminante puede despeñarse sin remedio. Las piedras halladas en el camino del fallido Tratado Constitucional después de la negativa de los ciudadanos franceses y holandeses en el año 2005, han representado cuatro años de espera para las élites de la Unión Europea -que siempre tan previsora- esta vez mostró incapacidad para acometer un plan alternativo.

Varios Jefes de Estado y de Gobierno adoptaron decisiones, cuestionables como ejercicio democrático, al aprovechar de sus respectivas Constituciones nacionales la variante de una ratificación del Tratado de Lisboa mediante la votación parlamentaria, en lugar de celebrar un referendo. De éstos, los cuatro mayores países de la UE prefirieron primera la opción parlamentaria, para sortear la piedra de un rechazo popular. De esta forma, el futuro comunitario de sus pueblos recayó sobre las empolvadas pelucas de los integrantes de la Cámara de los Lores (en el Reino Unido) y en el dinamismo del ejecutivo francés, del Primer Ministro italiano y del Parlamento Federal alemán.

El TL, preelaborado durante la presidencia alemana de la UE, sufrió un insoslayable tropiezo, cuando los irlandeses -los únicos obligados constitucionalmente a someter la ratificación a un referendo- votaron negativamente en junio de 2008.. El percance confirmó, además, que no todos los europeos siguen ciegamente los mandatos de Bruselas. Esta vez tampoco había un plan «B» o alternativo.

Entonces la única opción consistió en prodigar consejos, excluir cláusulas para viabilizar la votación y «ayudar» económicamente mediante los denominados «garantes europeos», que se calcula aportaron 32 mil millones de libras esterlinas a algunos partidos de Irlanda, con la finalidad de «convencer» a los votantes en el segundo referendo irlandés sobre la utilidad que representaría la ratificación del Tratado.

Sus argumentos, entre otros, consisten en: defender la soberanía y la neutralidad, las afectaciones al empleo1 y salario, la presunta pérdida de influencia del país en las decisiones comunitarias; aspectos ético-religiosos como el aborto, la suspicacia sobre una mayor participación en las actividades «defensivas» ante los escenarios bélicos actuales y las probables afectaciones a la libertad sindical -debido a sentencias contrarias a los intereses irlandeses emitidas por la Corte de Justicia Europea, que condujo al rechazo de incorporarse a los temas concernientes a Justicia e Interior (JAI)2

La aclaración en el Boletín de la UE del reciente 23 de septiembre sobre «las mentiras difundidas por funcionarios irlandeses y, hasta comunitarios, respecto a las motivaciones para el rechazo al primer referendo3 -lejos de esclarecer lanzaron más dudas, cuando comentó que «el principio de no intervención había sido limitado, al sustentar que Irlanda debería renunciar a su neutralidad, porque la juventud podría encontrarse envuelta algún día en un conflicto armado». Añadía que «otras falacias», habían divulgado que el Tratado admitiría el divorcio y el aborto; que «el país había perdido el derecho a un comisario europeo» y predijo que «las inversiones extranjeras decaerían si los irlandeses fallaban».

Los partidos políticos opositores al Tratado han sido primordialmente de extracción obrera, tales como el Sinn Fein -nacionalista y pro liberación de Irlanda); el Libertas, el denominado People’s Movement (con participación del Comunista); el People Before Profits (coalición desde el año 2005 con influencia del troskista Socialist Workers y el COIR -organizado en 2003 después del segundo referendo para ratificar el Tratado de Niza- conservador y derechista.

No es ocioso recordar los resultados del referendo negativo irlandés del 12 de junio de 2008: solo el 42% de los votantes había acudido a las urnas: 53,4% rechazó el Tratado y un 46 % lo respaldó. En vísperas del segundo referendo, el sondeo avizoraba entre un 45 y un 55% favorable. El sábado 3 de octubre el conteo de las urnas arrojó que el 67,13% de los votantes había favorecido el SI, mientras que el 32,87% había votado NO, con la participación del 58% del electorado.

Sin embargo, no todo es color de rosa en la votación, porque el abstencionismo ascendió al 41% del electorado; mientras que los enormes esfuerzos institucionales, mediáticos y económicos solo lograron que la quinta parte de los opositores, cambiaran de opinión. De esta forma se cumplieron las expectativas de la Unión Europea, empeñada en la ratificación, a toda costa y sin tregua, hasta diluir las reticencias irlandesas.

Los resultados del reciente referendo irlandés inspiraron las declaraciones del Presidente de la Comisión, Manuel Durao Barroso: «es un gran día para Irlanda y para Europa, señal de la confianza del pueblo irlandés en la UE y su deseo de integrarse a su esencia; de que reconoce su papel para responder a la crisis económica». Y añadió: «la campaña, la información masiva sirvió para que los ciudadanos conociesen sobre sus garantías jurídicas y que tendrán un comisario propio». Y por último su esperanza de que Polonia y la República Checa ratifiquen el Tratado tan pronto como sea posible».

El gobierno irlandés, por su parte agradeció a las élites de la UE el enorme esfuerzo realizado para culminar, felizmente, un triple propósito: Dublín continuará beneficiándose del apoyo comunitario en sentido económico, se incorporará a los objetivos sustanciales de la Unión. Ésta, a su vez elimina uno de los mayores obstáculos para que el Tratado de Lisboa comience a regir la vida de todos los comunitarios, sin importar las disensiones enfrentadas durante un trienio.

Tres Presidentes de Estados miembros de la UE mantenían en suspenso su firma: los de Alemania, Polonia y Chequia. El caso alemán se resolvió hace dos semanas cuando, el Tribunal Constitucional de Karlsruhe dejó sin efecto la impugnación lanzada a la Cámara Alta (Bundesrat) en el sentido de que los partidos en ella representados no habían sido consultados para emplear el método parlamentario, en lugar de un referendo. Salvado este escollo, el presidente Horst Köhler lo firmó el 23 de septiembre pasado y entregó el acta oficial de ratificación. El protagonismo alemán para la implementación del nuevo Tratado no podía contradecirse.

Está pendiente la firma por el Presidente polaco, Lech Kaczynski, quien sustentaba su dilación sobre «la necesidad de resolver el problema irlandés para que no hubiera un problema polaco». Las inquietudes expresadas por su gobierno fueron satisfechas cuando la UE les ofreció modificaciones de índole ética, semejantes a las solicitadas por los británicos e irlandeses, que podrían conducir a eximirlos de la Carta Europea de Derechos Humanos Fundamentales o a una nueva reformulación de ésta.

Lo más conflictivo en estos momentos es el euroescepticismo checo, expresado antes, durante y posterior a su presidencia semestral de la Unión Europea, entre enero y junio de 2009. Las diversas versiones para la dilación de la firma por el Presidente checo transcurren desde la espera del nuevo referendo irlandés o de la decisión del Tribunal Constitucional alemán, hasta la conveniencia de «estar mejor dentro que fuera del Tratado». El voto favorable de 59 senadores en mayo no ha bastado para la superestructura checa: ahora el Presidente, Václav Klaus condiciona su firma «a que el Tribunal Constitucional dicte sentencia sobre una consulta realizada por un grupo de senadores de su país.4

La cuesta hacia la ratificación ha sido empinada, sorteando infinidad de pedruscos. Falta por ver cómo resolverá la Unión Europea los escollos atravesados en el camino por el gobierno checo. Después de todo, la cúpula de la UE está acostumbrada a invertir tiempo, neuronas, diplomacia activa y recursos para salvar del despeñadero al Tratado de Lisboa. La lección resulta más sencilla de lo que aparenta: la democracia eurocomunitaria constituye una muestra sobre las diferencias que separan a los gobiernos de la opinión popular.

Leyla Carrillo Ramírez colabora en el Centro de Estudios Europeos de La Habana.

La Habana, 6 de octubre de 2009, «Año del 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución».

Notas:

1. 8,65% reportado en la zona euro y 1,84 en.

2. JAI: Comisión que unifica las decisiones jurídicas y de conciliación policial, adecuando temas de fronteras, homologación de sanciones y política migratoria, en coordinación también con Estados Unidos.

3. Bulletin Quotidien Europa 9983, del 24 de septiembre.

4. Sitio web de Instituciones de UE, 10/10/09, ref. 20091002STO61726

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.