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Urgencia en la Unión Europea: La «Política Común de Emigración», ¿por qué? (II)

Fuentes: Panorama Mundial / Rebelión

Poco queda para que la Unión Europea dé por concluido uno de los proyectos de mayor importancia estratégica que hoy enfrenta el bloque, su «Política Común de Emigración«. En este contexto, en el mes junio de 2008 y como parte de dicho proceso, la Comisión Europea (CE) presentó la Comunicación «Una Política Común de Emigración […]

Poco queda para que la Unión Europea dé por concluido uno de los proyectos de mayor importancia estratégica que hoy enfrenta el bloque, su «Política Común de Emigración«.

En este contexto, en el mes junio de 2008 y como parte de dicho proceso, la Comisión Europea (CE) presentó la Comunicación «Una Política Común de Emigración para Europa: Principios, Medidas e Instrumentos». Un documento para cuyo análisis resulta indispensable ganar en precisión, entiéndase soslayar el euro-centrismo: así, no se trata de que de pronto esta institución comunitaria se haya decidido a resolver los problemas migratorios de los 43 Estados situados en el continente: el asunto es mucho más simple, pues concierne solo a los 27 Estados miembros del bloque.

Pero resulta, no obstante, un instrumento de valor estratégico, que establece de manera vinculante los fundamentos sobre los que debe sustentarse el proyecto, basado a su vez en otra Comunicación de la CE -diciembre de 2007-, «Una Política Común de Inmigración», la que evaluó críticamente «las carencias y puntos débiles» que subsisten al respecto, identificando los problemas fundamentales que ésta debía recoger. Texto que muestra de manera muy descarnada el carácter profundamente egoísta, selectivo y utilitario de las ideas que sustentan el plan, en función solo de los intereses del bloque, más allá de la retórica.

Así, según estos documentos, resulta «esencial», que «Europa -entiéndase la UE- reaccione eficazmente a las tendencias cambiantes de la economía mundial… Se trata de «dar a Europa los medios para enfrentarse a la mundialización», lo que precisa una revisión de las «políticas internas», entre ellas, la migratoria. Y es que, la «Europa mundializada», sin fronteras internas, envejeciendo y con un mercado laboral en evolución constante, «desafía los supuestos establecidos sobre la inmigración de origen extracomunitario».

Se impone entonces «…una nueva reflexión global en materia de migración para lograr un equilibrio razonable entre el riesgo de escasez de mano de obra, el impacto económico, las consecuencias sociales negativas, las políticas de integración y los objetivos de la política exterior». En consecuencia, una cuestión de absoluta urgencia para la Unión Europea que se ha visto obligada a reconocer un hecho insoslayable: no puede prescindir de la inmigración.

La urgencia… ¿por qué?

Primero: porque su población envejece de manera acelerada, y en las condiciones presentes, al parecer indetenible. Una situación de negativo impacto para todo el bloque, en especial para su dinamismo económico, toda vez que la contracción de la población activa vinculada al envejecimiento grava los costos de seguridad social, ejerciendo una presión adicional sobre el gasto y la atención sanitaria a largo plazo que afecta la capacidad productiva, la gestión de innovación y demás.

Así, datos oficiales confirman que en 2004 el promedio de edad en los Estados miembros del bloque ascendía a los 39 años; a partir de los ritmos actuales de crecimiento, en 2050 la media podría ser 49. Declive que ya inició: hoy la generación del llamado «baby boom», que naciera luego de la II Guerra Mundial, alcanza la edad de jubilación.

Un hecho que supone un cambio significativo en la estructura de la población y la pirámide de edades. Así, comparado con 1975, en el 2050 habrá 34 millones menos de niños y adolescentes entre 0 y 14 años-, de 100 millones a 66. Los grupos en edad laboral podrían alcanzar un máximo de 331 millones en 2010, disminuyendo hasta 268 millones también en 2050. Mientras, ante un previsible aumento de la esperanza de vida entre 2004 y el propio 2050, las personas de más de 80 años pasarán del 4,1 % en 2005 al 11,4% en este último año -2050-, lo cual supone uno de cada diez ciudadanos de la Unión. Con ello, la media de la tasa de dependencia por vejez -número de personas de más de 65 años dividido por población comprendida entre los 14 y los 65 años- pasaría del 25 % en 2004 al 53 % en 2050.

Por otra parte, en 2007 la Población Económicamente Activa (PEA) -ocupación y desempleo- total de la UE ascendía a 235 millones, cifra que para el 2050, habrá descendido en 50 millones -185 millones-. Realidad que de acuerdo a Vladimír Špidla, comisario de Empleo y Asuntos Sociales, se resume en un aspecto, «…en la actualidad, hay cuatro personas en edad de trabajar por cada pensionista, en 2050, esta proporción quedará reducida a la mitad: dos trabajadores por cada jubilado».

Modificaciones que si bien no afectarán el volumen total de la población comunitaria, generarán desequilibrios territoriales significativos, con saldos poblacionales naturales negativos, ya visibles en algunas regiones. Situación con la cual, la importancia relativa del monto poblacional de la UE a nivel mundial pasaría del 15 % a inicios del siglo XX, al 5 % en 2050. En un contexto además en que la tasa de fecundidad media dentro de la Unión -1,52 hijos por mujer-, se queda muy por debajo de la necesaria para la sustitución generacional -2,1 hijos por fémina-, con afectaciones negativas para el crecimiento de la población, por cuanto las muertes superan a los nacimientos.

Cambios demográficos que según el Parlamento Europeo obedecen no solo a estándares de desarrollo presentes en la mayor parte de estas sociedades, reflejados en indicadores como alta esperanza de vida y baja tasa de natalidad, frutos de progreso en general -políticas de salud; más emancipación y participación femenina en la escena pública, etc.-, sino también a problemas objetivos, como son «…la dificultad de conciliar vida profesional y vida familiar en un contexto social que produce angustia o a los temores respecto del futuro»; el incumplimiento de los objetivos de la Estrategia de Lisboa, y de los compromisos del Consejo Europeo de Barcelona de marzo de 2002, «…en favor del cuidado de los niños, del empleo de los mayores de 55 años y de la participación de las mujeres en la vida activa».

Segundo: porque en las condiciones actuales, el bloque europeo dispone de una sola opción para la solución de este problema, públicamente reconocida: la «renovación demográfica», dígase, la suma de personas a sus sociedades. ¿La fuente?, no hay otra que no sea la reserva de emigrantes que buscan o no los países de la UE como destino; caso este último en el que la tarea será atraerles.

Por eso, como reconoce el propio Parlamento, «…la inmigración es un elemento positivo de la composición de la población europea -entiéndase de la UE-; si la Unión quiere evitar una disminución significativa de su población en edad de trabajar ya en 2017 se deberá mantener, como mínimo, el saldo positivo neto de 2 millones de inmigrados entre 2004 y 2005 para ralentizar la disminución de la población en edad de trabajar». De hecho, según la CE, para que en el 2060 la PEA del bloque llegue a los 185 millones, es preciso mantener los niveles históricos de inmigración neta, de no ser así descendería en casi 110 millones. Inmigración que desde 2002 mantiene una media anual de llegadas entre 1,5 y 2 millones; como resultado, el 1ro de enero de 2006 los nacionales de terceros países residentes en la UE alcanzaban los 18,5 millones, algo menos del 3,8% de la población total.

Situación que en el caso español resulta paradigmática. De acuerdo a un informe del mes de octubre de 2008 presentado por Miguel Fernández O., gobernador del Banco de España, es éste Estado el mayor receptor de inmigrantes en la UE, con una tasa de inmigración sostenida desde inicios del siglo XXI, cercana al 1,5%, un hecho que ha impactado de manera significativa en su composición demográfica.

Así, según el Informe, al cierre de 1ro de enero de 2008 el «Padrón de Habitantes» recogía que la población inmigrante en España representaba el 11,33% de la cifra total de residentes, para un incremento de alrededor de 4,7 millones desde 1996; periodo durante el cual el crecimiento poblacional general fue de aproximadamente 7 millones. Población extranjera que en el caso de países extracomunitarios, es relativamente más joven que la autóctona y por consiguiente, con mayor peso en los grupos en edad laboral, reflejado lo anterior en una tasa de actividad superior que contribuye a elevar los niveles de empleo; sin embargo reflejan una preparación educativa ligeramente inferior.

Tercero: porque todo esto sucede en un contexto en el que el bloque se encuentra obligado a aumentar su competitividad. De acuerdo a la Comunicación de la Comisión Europea de octubre 2007, «Reforzar el crecimiento de la productividad: mensajes clave del informe de 2007 sobre la competitividad europea», al cierre de 2006 la economía de la UE mostraba una sólida recuperación económica con un crecimiento del PIB real del 3,0 %, el mayor incremento desde 2000, con una aceleración en el incremento de la productividad y del empleo.

Resultado que indicó también una cierta reducción de la diferencia de productividad de la mano de obra respecto a EEUU tras una década de continuo «distanciamiento»; situación que en el sector manufacturero se mantuvo durante la primera mitad de 2007. Sin embargo, se trata de indicadores que se mantienen en negativo para el bloque al comparársele con la economía estadounidense: los niveles de productividad de la mano de obra en ese país siguen siendo alrededor de un 39 % más altos que en la UE en términos de PIB por persona empleada, y un 26 % más altos en términos de PIB por hora trabajada; con un agravante, la mengua de dicha diferencia pareció deberse fundamentalmente a factores coyunturales, incluida la desaceleración del crecimiento productivo en EEUUen 2006. Por sectores, el rendimiento cayó en los servicios: ventas al por menor; distribución; financieros, y a las empresas.

Por otra parte, la Comisión Europea asegura que si bien «…seguirá estando entre las regiones más ricas por su PIB per cápita, Europa -siempre UE- se verá rebasada a largo plazo por algunas de las economías emergentes en términos de tamaño económico global», debido «…tanto a factores demográficos como a un crecimiento relativamente importante de la productividad a medida que las nuevas economías avanzan en sus posiciones. Para 2050, Asia se habrá convertido con toda probabilidad en el mercado y polo de crecimiento más importante».

Situación que se agrava en el escenario de la grave económica y financiera que enfrenta el mundo, y que ha afectado severamente a todas las economías de la Unión. Así, la Comisión Europea calcula que en 2008 el crecimiento económico de la UE y la zona euro descendió hasta cerca del 1% -en 2007 casi alcanzó el 3%-. En sus últimas previsiones augura que en 2009 el PIB real se contraerá casi un 2% en ambas regiones, con una muy discreto recuperación en 2010, cuando podría crecer un 0,5%.

Sumado a esto, la deformación estructural que supone el déficit de la fuerza de trabajo, cuyo impacto podría alcanzar hasta el 1,2 % del crecimiento potencial del PIB del bloque entre 2031 y 2050. De ahí la importancia de una -supuesta- «nueva reflexión global en materia de migración», expresada en una idea central, «La inmigración es una oportunidad para la UE»; y aunque no sea una «…panacea -cita textual- para cubrir el déficit en materia de formación y población activa, los trabajadores extranjeros con cualificaciones bajas, medias y altas contribuyen a la prosperidad económica» el bloque; en condiciones en que la población disminuye y los mercados laborales sufren escasez en determinados sectores, debe evaluarse cómo la inmigración puede ayudar a cumplir los objetivos de crecimiento y empleo, tomando en consideración que no se trata solamente de incremento de la población activa. 

Respecto a los trabajadores altamente cualificados, ya muy escasos en algunos Estados miembros, su contribución trasciende la simple ocupación por las potencialidades que encierran en cuanto a la experiencia técnica, que amplia la base de cualificaciones, y mejora la calidad del capital humano. Así, sectores claves como el de servicios, en especial doméstico, hoteles y restaurantes; la construcción, y los de fuerte estacionalidad, como puede ser la agricultura, enfrentan una demanda creciente en la misma medida en que la población comunitaria envejece, y una proporción progresiva de mujeres, ciudadanas de la UE, ingresan en el mercado laboral, lo que exige mayor trabajo en los ámbitos de la salud, y atención a niños y ancianos. Pero, de acuerdo a este discurso, se trata también de aprovechar todas las ventajas, entre ellas, el carácter emprendedor de mucha de estos inmigrantes: un potencial empresarial; sumado a que, «…existen indicios de las ventajas que en los negocios puede tener la diversidad, por ejemplo la étnica».

Así, el mencionado Informe del Banco de España, «bajo supuestos conservadores acerca de la relación entre la inmigración y la productividad», confirma lo anterior: aproximadamente un 25% del crecimiento del PIB per cápita en el país durante la presente década se atribuye a la inmigración.

Cuarto: según el discurso comunitario, el hecho de que la UE constituya un espacio mayoritariamente abierto, sin fronteras interiores, que desde diciembre de 2007 integra a 24 países y a casi 405 millones de personas -«Espacio Schengen»-, conlleva a que las estrategias adoptadas por un Estado miembro en cuestiones migratorias, impacta en el resto, y en el bloque en general.

¿Selectividad, utilitarismo, discriminación, y…?

En resumen, más allá de la retórica consustancial a su discurso, el liderazgo comunitario refrenda hoy una visión acerca de la cuestión migratoria que no difiere mucho de la anterior, salvo en el hecho de que resulta mucho más elaborada, entiéndase, más selectiva, utilitaria, represiva y por qué no, también xenófoba: la UE se presta a abrir sus puertas, ofrecer empleo y condiciones de vida, diferenciadamente, solo a quien sea capaz de aportar beneficios al bloque; para el resto, incluidos quienes encontrándose ya en territorio de la Unión no tengan mucho que ofrecer, continuará construyéndose una fortaleza.

El problema reside en que, según las fuentes mencionadas, en 2005, el nivel de ocupación de los nacionales de países extracomunitarios era «substancialmente inferior» al de los ciudadanos de la UE, 55% frente a 65%; mientras la tasa de desempleo de los primeros prácticamente duplicaba la de lo segundos: 17 y 9%, respectivamente. Un escenario en el que resulta también muy visible la discriminación: datos de 2007 indicaban que la mayor parte de la inmigración ocupada solo accede a empleos de menor categoría, en numerosas ocasiones a trabajo ilegal, padeciendo el flagelo de la «infrautilización» -mucha mayor cualificación que la necesaria al puesto-; las mujeres de estos países, especialmente las muy cualificadas, tienen menos posibilidades de inserción que las del bloque -la diferencia supera el 20%-; los jóvenes de origen extranjero se ven afectados por el desempleo de forma «desproporcionada», 12% ante una tasa de 25% dentro de la población juvenil autóctona.

¿Revertirá la Política Común de Emigración presta a concluirse esta situación? Hasta el momento la lógica indica que podría ser, pero solo en la medida en que resulta conveniente al bloque, no existen indicios de que se produzcan respuestas constructivas al respecto. Para ello, habrá que esperar aún.

MCs. Gloria Teresita Almaguer G., Centro de Estudios Europeos, La Habana, agosto de 2009

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