«Nadie es tan pobre como aquel que ve su relación con otro o su poder de lenguaje reducidos a un trabajo asalariado» André Gorz ¿Dónde están las empresas capitalistas hoy?, se preguntan algunos pensadores en medio de la profundización de la crisis, quizás en uno de los coletazos finales del sistema. Y manejan algunos ejemplos […]
«Nadie es tan pobre como aquel que ve su relación
con otro o su poder de lenguaje
reducidos a un trabajo asalariado»
André Gorz
¿Dónde están las empresas capitalistas hoy?, se preguntan algunos pensadores en medio de la profundización de la crisis, quizás en uno de los coletazos finales del sistema. Y manejan algunos ejemplos sobre la naturaleza del capital que imperó desde la inauguración de la economía de mercado hasta el comienzo de la nueva etapa en el sistema, en que los bienes físicos de las empresas fueron suplantados por la fuerza de la marca, desapareciendo – ya lo había observado André Gorz- la plusvalía como elemento de acumulación, sustituida por la economía etérea del juego infernal en las bolsas.
Recordemos que en la concepción marxista la plusvalía es la parte del valor generado por el trabajo del obrero, por la utilización de su fuerza laboral, que queda en poder del capitalista.
La fuerza de trabajo es una particular mercancía cuyo valor de cambio (salario) es menor que el valor que aporta al producto. La diferencia entre el salario pagado al obrero y la parte del valor que éste aporta al producto (valor) se llama plusvalía.
Para el marxismo, la fuerza de trabajo es la única fuente de plusvalía, la única creadora de nuevo valor. Las materias primas y maquinarias utilizadas sólo transfieren su valor al nuevo producto. No lo incrementan.
Siendo así, durante la jornada de trabajo el obrero debe crear valor para cubrir su salario, y la plusvalía que corresponde al capitalista. El tiempo que tarda en crear su salario es el tiempo de trabajo necesario, en tanto que el que corresponde a la plusvalía, es el tiempo de trabajo excedente.
Sin embargo los capitalistas de elite de hoy no son dueños de plantas de producción, ni de máquinas, ni adquieren las materias primas. Manejan solamente el bien, casi eterio de poseer el capital que se reproduce en los juegos de bolsa y poseen como bien invalorable e intangible a la «marca»
A nivel práctico se manejan algunos ejemplos, como el de la empresa Nike, que durante los últimos 20 años vendió su grifa estampada en productos tercerizados por múltiples maquilas del tercer mundo.
Esta empresa, una de las más importantes de materia de indumentaria deportiva, que maneja cifras siderales pero, ¿existe realmente como empresa desde la visión tradicional? Diríamos que con las perspectivas del siglo pasado debemos plantear algunas diferencias: no posee una sola planta industrial donde producir sus productos, tampoco ninguna máquina, ni distribuye sus productos ni los vende directamente. Solamente con el manejo importante de su ficción marketinera, ha creado una enorme empresa que factura anualmente miles y miles de millones de dólares, cuyas acciones se cotizan en bolsa. Una ficción de papel.
Todo un gran globo empresarial que sirve, de alguna manera, para caracterizar al capitalismo de fines del siglo XX y de comienzos del actual. Un gran globo sin valor real, metido en un marco de una competencia feroz en donde se busca bajar los costos recurriéndose casi siempre a tercerizar la propiedad de los bienes de producción y la mano de obra en países emergentes, incluso explotando el trabajo infantil y esclavo, como se ha señalado con alguna de las competidoras de Nike y otras lacras que violentan claramente la dignidad humana. Creciendo la tendencia también a la robotización del trabajo, mecanismo que rápidamente excluye al hombre de las tareas productivas.
El gran juego de los millones está en el entramado financiero, en la valorización de acciones «basura», que no están respaldadas por otra cosa que por ese eterio bien que es el peso de una «marca» que tiene valor por la receptividad que tenga en la gente.
Queda entonces claro que la naturaleza del capital cambió y sigue cambiando y con ella, profundamente, la esencia del sistema capitalista que – al comenzar a modificar su estructura de sustento, quizás la existencia de la plusvalía , quedando esta como forma de acumulación lateral – se introdujo en el largo túnel de la especulación bursátil que aparece como método de reproducción de capital que va creando un globo gigantesco que, al perder fuerza en primera instancia y ahora al estallar, cuando apareció otra modalidad de la ficción bursátil, que fueron las hipotecas «basura», se produce un derrumbe generalizado y el reacomodamiento de elementos que quizás devengan en nuevas pautas de la interrelación económico y social.
Otro perfil del problema está dado por la modalidad que han adoptado algunas grandes corporaciones, en que todos, incluidos los empleadores, coinciden en que dentro del proceso de producción, uno de los factores importante (o moneda de cambio) es el «saber». Hasta tal punto que una bibliografía empresarial explica que el capital fijo determinante para la productividad empresarial es el capital humano.
Aquí otro punto diferente que está mostrando la volatilidad de las organizaciones capitalistas modernas. Porque el saber evoluciona tan rápido que se devalúa en un santiamén. Ese capital, el «saber», no tiene propiedad privada posible. Decir que el capital fijo es principalmente el capital humano, el capital «saber», significa decir que los verdaderos dueños de la riqueza de la empresa son los que tienen el «saber», pero no el capital material, tampoco se puede definir como bienes en maquinaria.
Según la lógica de la evolución actual, en la revolución de la información, hay una desmaterialización cada vez más rápida del capital. También se da, forzosamente, por parte de los dueños del capital material, los que hasta ahora se denominaban capitalistas, un intento de captar para ellos ese capital «saber» que no es susceptible de apropiación privada. Es el caso de una de estas empresas, Microsoft, que vende conocimiento y depende de algo que no parece ser susceptible de apropiación privada y que, por lo tanto, no produce plusvalía.
Esta empresa, como los cazadores de elefantes que buscaban marfil, debe conquistar su lugar en la selva mundo de los negocios vendiendo también espejos y papeles de colores (acciones) Y esa selva se llama bolsa de valores y ese índice bursátil es el Nasdaq.
Los regímenes que quisieron globalizar el poder, como el socialismo malamente llamado «real» y peor llamado «socialismo» y las demás experiencias despóticas, intentaron siempre apropiarse por la fuerza del saber, les fue imposible, porque la ciencia no se puede desarrollar a fórceps y los que están en ella apagan su «luminosidad» en condiciones inadecuadas, cuando falta la libertad para la creación. Es una ley de la humanidad contra la que nunca se pudo luchar. Pero ese es otro tema.
Cuando vemos en lo que está hoy el mundo y nos hundimos en las vicisitudes de la comarca, en este país que hace tanto tiempo ha descuidado temas esenciales, como por ejemplo la lucha a brazo partido por la dignidad humana (porque la responsabilidad del tema de las cárceles no puede trasladarse a un olvido, a una carencia de recursos, a políticas de gobiernos anteriores, o mil y un argumentos más para zafar del sayo) , es que nos planteamos con total sinceridad: ¿estaremos en condiciones de salir adelante como conglomerado humano?
Porque la dignidad humana es un bien esencial sin el cual un amalgamado humano no es posible.
Claro, a nosotros mismos nos comprenden las generales de la ley y también, en ocasiones, hemos caído en la excusa o cortina de humo de la realizada lucha electoral, una especie de subterfugio que tiende a alienar a la gente, la que se desgarra en temas claramente menores, que debieran resolverse pocas semanas antes de las fechas constitucionalmente indicadas. Los esfuerzos deberían dedicarse, todos, a superar las carencias esenciales como la marginalidad, el replanteo de la defensa de la dignidad humana en toda su problemática y, por supuesto, los temas de seguridad y el genocidio que produce el tráfico de drogas, particularmente la llamada «pasta base»
Un país en que la gente no puede salir de noche o dejar sus casas por miedo a la violencia, a los robos, en que los titulares diariamente reflejan el drama de nuevos asesinatos, no es un lugar adecuado para que resolvamos los temas de fondo, lleguemos a conclusiones sobre las nuevas modalidades del trabajo en el mundo.
Sin duda que la crisis de valores que afecta a nuestro país tiene también relación con las nuevas condiciones del capitalismo en crisis. Pero, ¿estamos en condiciones de analizarlo?
Sabemos que más de una empresa que hoy está en crisis, por caída de las exportaciones, comercializaba toda su producción de ropa de marca (por supuesto), a firmas italianas, algunas quizás (¿por qué no?) interrelacionadas con la Camorra, tal como lo analiza en su espectacular libro «Gomorra», el joven escritor italiano Roberto Saviano.
Se reproduciría aquí también, como en otras partes del mundo, un coletazo de las nuevas formas del desarrollo del nuevo capitalismo que sin máquinas, sin capital de giro, sin contratar personal, simplemente realizando acuerdos a través de terceros con países que ofrecen mano de obra barata, crean mecanismos de comercialización en que ellos tampoco intervienen directamente. El valor está en la marca, está en la fidelidad qué todos nosotros tenemos por ella dentro del atroz proceso del consumismo… y está, por supuesto, en el juego ficticio que se concreta en las bolsas…
Donde hoy juegan solo los grandes…
Carlos Santiago. Periodista, autor de la novela «Los Testaferros»
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