#SePintóDeCeleste era uno de los tantos hashtags que en la medianoche del pasado domingo 27 de setiembre predominaba en Uruguay, a instancias de los internautas de la conservadora coalición multicolor, liderada mayoritariamente por el derechista Partido Nacional. No era para menos, de los 19 departamentos que tiene el país más pequeño de América del Sur las urnas marcaron que gobernarán en 16.
Dicen que los números no mienten, pero sí lo hacen los que trabajan con ellos, lo que a la postre termina teniendo el mismo resultado. Es que si bien los conservadores nacionales se quedaron con las administraciones de la mayor parte del territorio uruguayo, recuperando además tres intendencias que estaban en manos de la izquierda, los frenteamplistas siguen gobernando al 60% de los habitantes. Ambas cosas fueron destacadas por las militancias partidarias.
Tres de los cuatro departamentos más poblados de Uruguay: Montevideo, Canelones y Salto siguen siendo frenteamplistas, y los dos primeros por amplio margen. Claro está que en el debe progresista queda el perder tres intendencias y el ser aplastado en votos en muchas de las restantes.
El resultado final, a grandes rasgos, no fue una sorpresa para nadie. Las encuestas, tantas veces cuestionadas y poco valoradas por los que buscan resultados triunfalistas y no insumos para trabajar estrategias, en forma mayoritaria estuvieron bastante acertadas, al menos las más prestigiosas de ellas.
Un fugaz análisis, a pocas horas de haberse celebrado la elección, muestra que la ola triunfal de las elecciones nacionales y la luna de miel electoral –que comienza a llegar a su fin para la administración de Lacalle Pou– tuvieron un rol importante en el resultado final.
Nadie puede desconocer la intromisión del presidente de la República –y los integrantes de su gobierno– en la misma campaña, viajando a los departamentos donde se suponía más reñida la contienda electoral para, por ejemplo, donar una ambulancia (sí, una) o para anunciar la tan promocionada instalación de un hotel cinco estrellas en las costas de Rocha. Que a decir verdad no es tal, sino que se trata de un llamado a interesados para ese proyecto y que hasta en tiendas oficialistas hay grandes dudas sobre que el mismo se concrete en este quinquenio. También se hizo uso de la infraestructura del Estado a favor de la coalición oficialista.
Los medios de comunicación también jugaron. Mediciones publicadas en prensa nacional confirmaron que los candidatos conservadores accedían cuantitativamente a muchos más espacios periodísticos que los del Frente Amplio, fundamentalmente en la capital.
También aconteció algo similar con la publicidad radial y televisiva, donde mayoritariamente los candidatos conservadores pautaron más, aunque no puede afirmarse que esto haya sido así en los 19 departamentos de Uruguay. Este hecho se confirma además con una situación financiera del Frente Amplio que sus dirigentes tildan de muy ajustada o deficitaria… Sin dinero es muy difícil hacer campañas exitosas.
No se pueden desconocer estos elementos mencionados pero hay que reconocer también que la oferta electoral de la coalición, en el interior del país, resultó más atractiva para la ciudadanía en general, y ahí habría que analizar caso a caso, departamento a departamento, cuáles fueron las circunstancias que valieron.
#SeSiguenYendo fue otro de los hashtags que utilizaron en Twitter los navegantes de esta red que decidieron hostigar a los frenteamplistas. Pues bien, a pesar de la pérdida de tres departamentos y de algunos municipios históricos de izquierda, el Frente Amplio sigue gobernando localmente a más del 60% de la población del país que vive en los departamentos de Montevideo, Canelones y Salto.
La autocrítica debe marcar que hay un divorcio entre la izquierda y el interior, fundamentalmente las ciudades más pequeñas y localidades menos pobladas. La izquierda uruguaya tiene éxito con el ciudadano de la capital y se hace fuerte en las ciudades, pero no llega al medio rural.
De todas maneras, y a la hora del #VamosAVolver, tomando en cuenta siempre que las crisis representan oportunidades, luego del análisis y la autocrítica –no la caza de brujas– es recomendable trabajar en una planificación estratégica que apueste a la profesionalización política, y que sin dudas tendrá como punto de partida una base territorial afín electoralmente en donde radica más del 50% de la población. Un capítulo aparte merecerá escuchar y entender al interior del país para una izquierda nacional que se ha convertido en citadina, pero no hay que olvidarse que luego de las derrotas siempre el sol vuelve a salir.
Marcel Lhermitte es consultor en comunicación política y campañas electorales. Periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación Política y gestión de Campañas Electorales. Ha asesorado a candidatos y colectivos progresistas en Uruguay, Chile, República Dominicana, Francia y España fundamentalmente.