Vasco Gonçalves, el Compañero Vasco, y el amigo Vasco, no era -ni es: para terror de sus enemigos y de los nuestros-, tan solo un teórico marxista, para mí uno de los pocos y de los más grandes del siglo XX, si no un revolucionario metido en la revolución y que crecía con la misma. […]
Vasco Gonçalves, el Compañero Vasco, y el amigo Vasco, no era -ni es: para terror de sus enemigos y de los nuestros-, tan solo un teórico marxista, para mí uno de los pocos y de los más grandes del siglo XX, si no un revolucionario metido en la revolución y que crecía con la misma.
Gonçalves fue uno de los dirigentes, con sus compañeros, los más sólidos sin duda, de aquél brazo armado de la Revolución de los Claveles: el Movimiento de las Fuerzas Armadas, el MFA.
Vasco no creía en los «modelos«. Cada proceso revolucionario es distinto porque se produce en un lugar, un tiempo histórico y un entorno internacional diferentes. Vasco era, pues, un revolucionario de pocas palabras torrenciales y muchos hechos vertiginosos.
Las palabras eran suyas, pero de naturaleza colectiva y de carácter representativo, tal como afirmaban una y otra vez el pueblo, es decir: los obreros, los trabajadores asalariados, los campesinos sin tierra, los jornaleros, sus compañeros y el propio «compañero Vasco».
Solo lo colectivo tenía sentido para Vasco Gonçalves. La teoría y la praxis tenían tres elementos integrados: pensamiento revolucionario, conciencia revolucionaria y praxis revolucionaria; todos con aprendizaje, amasados pues, en la lucha de clases. Para Vasco no solo tenía importancia la teoría revolucionaria sino también la praxis revolucionaria, fundidas ambas en un abrazo irrenunciable. Esto hacía de la revolución un hecho histórico creativo, compartido y concreto.
La Revoluçao dos Cravos le proporcionó a él y a sus muchos partidarios, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas, la oportunidad, que en principio muy pocos esperaban, pero en la que trabajaron hasta perder el aliento: la fusión entre la teoría en formación, la praxis en revolución ambas en lucha de clases. Por eso Vasco es perdurable como aún dicen las mismas clases y grupos sociales en Portugal que siguen identificándose con él. En propias palabras de Vasco Gonçalves: «No eran solamente ideas teóricas, teníamos la preocupación de vincular la teoría y la práctica, y ese objetivo me acompaño siempre toda la vida. De hecho (…) es muy difícil hacerlas coincidir totalmente. Yo sólo pude realizar ese sueño plenamente el 25 de Abril, porque antes la verdad es que fui militar de un ejército fascista, con todas las frustraciones y conflictos personales que eso significaba para alguien que, como yo, tenía ideas progresistas desde muy joven«.
Articular la teoría con la praxis fue una de las grandes y permanentes «obsesiones» del compañero que había combatido una buena parte de su vida: nada menos que en Goa, en Mozambique y en Angola. Nadie como él asumió, en la realidad, en su momento, la necesidad de que la Revolución tenía que tener un instrumento de fuerza para defenderse de sus inevitables enemigos a los que Vasco conocía tan bien como a sus amigos, conocidos o potenciales: los grandes empresarios monopolistas, la banca y los latifundistas. Gonçalves sabía que la revolución necesitaba, además, un brazo armado. Él vio ese brazo armado en Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA).
La toma de conciencia de «noso companheiro» fue rápida. «Cuando entré en la Escuela del Ejército tenía la noción de que nosotros vivíamos en un régimen fascista y de que el Ejército era un sostén fuertísimo de ese régimen, pero pensaba igualmente que las cosas se podían modificar y que los militares podrían…«
Hombre de pocas palabras se definía a sí mismo como «marxista democrático«, como marxista defensor de la soberanía popular activa, sin intermediarios, y rápidamente aclaraba el significado de sus palabras: no me refiero con ese calificativo de demócrata a nada que tenga que ver con las democracias formales parlamentarias, al uso en Occidente, fabricadas en parlamentos o impuestas manu militari -tal como lo habían hecho los EEUU en Chile inmediatamente antes, y sus aliados europeos al final de la Segunda Guerra Mundial en Italia, Grecia y Francia, o en países como el Egipto de Nasser; o por medio de sus ejércitos locales puramente fascistas, como en España- , sino con la democracia del pueblo.
La democracia para Vasco Gonçalves tiene que ser revolucionaria y popular y debe contener la dirección de los obreros en las fábricas, de los asalariados en sus centros de trabajo, de los campesinos en las colectivizaciones o en las empresas nacionalizadas en el campo, de la gestión de los trabajadores en todos los sectores de la vida económica, de los derechos políticos, sociales laborales y culturales.
El «coronel que no podía ser cabeza de cartel» se dio cuenta, inmediatamente, de que solo una parte de las Fuerzas Armadas (FA), muy pequeña, era antifascista; y de que solo otra parte, muy pequeña también, era anticolonialista.
El primer sector antagonista era el de las Fuerzas Armadas salazaristas, las FA encubiertas después del 25 de Abril. Se habían lucrado y habían sostenido al régimen fascista, y no habían sufrido en las guerras coloniales. El salazarismo continuaba vivo y enmascarado en el seno de las FA que no habían sido depuradas. Cambiaron de cara y, si hacía falta, se colocaron clavos vermelhos en las solapas. La dictadura militar latente a la que sostendrían estos militares encubiertos, estaba representada, naturalmente, por el general del monóculo, por Spínola que, al mismo tiempo, había roto la primera piel de cebolla que envolvía al salazarismo continuista de Marcelo Caetano, con el libro Portugal y el futuro.
Vasco Gonçalves se dio cuenta, en seguida, con pequeño un puñado de sus compañeros -los llamados más tarde gonçanvistas– de que el golpe antifascista y anticolonialista, que había dado el MFA, cumpliendo milimétricamente sus objetivos en Lisboa y en otras unidades militares en el resto del país, se convirtió en Revolución el mismo 25 de Abril por la actuación de las masas populares. Es el estallido fulgurante del pueblo.
Los aspectos más progresistas de la actuación del Movimiento son motivados por el movimiento popular, que lo politiza claramente en sentido revolucionario. La conversión del golpe antifascista y anticolonialista en Revolución social fue hecha por el pueblo que había sido sometido brutalmente, por más de cuarenta años, al fascismo mussoliniano del Estado Novo y que solo había sido formalmente suavizado, después de la muerte de Salazar, por su sucesor Marcelo Caetano. El pueblo estalló el 25 de Abril, asaltó la PIDE ayudado por los marineros de la Armada e hizo imposible la reacción de las fuerzas armadas leales al régimen fascista. Esa, la convergencia Pueblo-Fuerzas Armadas, es la que da sentido y futuro a la revolución de los claveles.
Antonio Maira es Capitán de Fragata de la Armada, cofundador del Colectivo Anemoi
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