Al término de la reunión de la OEA en Cancún en la que fue derrotada la propuesta yanqui-mexicana de intervenir en los asuntos internos de Venezuela, incluida, desde luego, una intervención militar extranjera, el canciller mexicano Luis Videgaray dijo públicamente, sin poder asimilar la derrota, que «no es poca cosa que 20 países de la […]
Al término de la reunión de la OEA en Cancún en la que fue derrotada la propuesta yanqui-mexicana de intervenir en los asuntos internos de Venezuela, incluida, desde luego, una intervención militar extranjera, el canciller mexicano Luis Videgaray dijo públicamente, sin poder asimilar la derrota, que «no es poca cosa que 20 países de la región sostengan que en Venezuela se ha roto el hilo constitucional. Y que este mensaje debería ser escuchado en Caracas».
Pero aunque Videgaray no pueda verlo y menos aceptarlo, el mensaje de Cancún es otro y muy distinto al que asume el vapuleado canciller. El verdadero y satisfactorio mensaje de Cancún es que 14 países latinoamericanos y caribeños no aceptaron actuar como vasallos de Estados Unidos.
El verdadero mensaje es que 14 países fueron capaces de resistir las presiones, las amenazas y los chantajes de Estados Unidos. Que 14 naciones actuaron con la dignidad, el decoro y el respeto que se deben a sí mismas. Que 14 gobiernos justipreciaron cabalmente el valor de su propia soberanía e independencia. Y esto sí que no es poca cosa, aunque Videgaray prefiera mirar para otro lado.
Hubo, sin embargo, otros mensajes no menos significativos. Como la ausencia del canciller estadounidense en la Asamblea. Y no es poca cosa que el patrón se haya ausentado y haya dejado hacer el trabajo sucio a sus serviles 20 empleados, México en primerísimo lugar. Con su premeditada ausencia, Rex Tillerson se ahorro la vergüenza personal de la derrota y les dejó pasar el trago amargo a sus perritos falderos, algunos de ellos auténticas dictaduras criminales disfrazadas de democracias, como por ejemplo Guatemala, Honduras, Colombia y México.
¿Qué le impedía a Tillerson apersonarse en Cancún? Algún asunto urgente del que no hay noticia y que, en la era de las comunicaciones instantáneas, exigía su atención personal in situ? Más bien habría que pensar en que Tillerson olía la derrota. En que sabía o suponía fundadamente que la victoria era improbable, pero que no podía dejar de hacerse el trabajo sucio. El patrón a jugar golf y los sirvientes a pasar vergüenzas.
Incapaz de reconocer la derrota y con mala sindéresis, Videgaray amenaza con proseguir el acoso contra Venezuela. Pero le queda poco tiempo. Entre septiembre y octubre próximos será destapado el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Y entonces las cosas habrán cambiado sustantivamente en México. Para ese momento habrá otro hombre fuerte que, frente a unas elecciones muy difíciles, deberá cultivar una imagen de independencia y libre de derrotas internacionales. Y esto que a un presidente en ejercicio puede, como a Peña Nieto, no importarle, será de vital importancia para el candidato.
Hubo en Cancún, finalmente, aunque Videgaray no quiera verlo, otro claro mensaje, éste para la ultraderecha fascista de Venezuela: así como la correlación de fuerzas internas no le favorece, Cancún reveló que tampoco le favorece la correlación de fuerzas en el plano internacional.
Cómo dar un golpe de Estado si no se cuenta con el ejército. Y cómo propiciar una invasión militar extranjera, ya estadounidense, ya colombiana, ya brasileña, sin contar con el aval de la OEA.
El tiempo juega a favor del chavismo. Para 2018 habrá una nueva Constitución venezolana. Y para entonces también habrán cambiado favorablemente para los revolucionarios venezolanos las condiciones internas.
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