Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
No, las decisiones del gobierno francés en materia de expulsión de los gitanos fueras de las fronteras de Francia no tienen que ver con la página de sucesos ni son un epifenómeno, sino que son la ilustración suplementaria de una política de gobierno discriminatoria que viene a añadirse a una larga lista de decisiones que son ya más que sospechosas en materia de identidad nacional iniciadas por un descendiente de un inmigrante húngaro, Nicolas Sarközy de Nagy-Bocsa …
Desde la creación de este nuevo ministerio «de Inmigración, Integración, Identidad Nacional y Desarrollo Solidario» hasta la expulsión manu militari de algunos gitanos tras haber destrozado sus patéticos y miserables campamentos a golpe de pala mecánica, esta lenta deriva bajo falso pretextos de seguridad se inscribe en una misma lógica de exclusión que exuda un tufo a xenofobia cada vez más difícil de camuflar. ¡En otros tiempos a esto se le llamaba redadas!
Desde las declaraciones francamente racistas del ministro [del Interior francés] Brice Hortefeux* referentes a los problemas causados por los árabes en cuanto hay más de uno, hasta las que se banalizan en las ondas a través de las intervenciones populistas de un Eric Zemmour** que se libera a medida que asciende el aplaudímetro, hay que ser autista para no ver la discriminación que se instala en cuanto estos discursos odiosos se multiplican impunemente desde en el discurso de Estado hasta en las alcantarillas de los medios de comunicación.
No hace mucho tiempo si bien semejantes palabras emanadas de personalidades de la extrema derecha no tenían nada de sorprendente, no había que esperar mucho para que fueran firmemente condenadas por el conjunto de los partidos democráticos y de los ciudadanos que afirmaban serlo. Estos odiosos ataques venían a recordarnos además que la bestia inmunda está en vela y que conviene permanecer vigilantes porque hay que luchar contra ella y siempre habrá que luchar. Y la lección que hay que extraer de los últimos acontecimientos desastrosos nos indica que no hace falta mucho para que se despierte. Como, por ejemplo y de manera casi anodina, una crisis socio-económica un poco larga, en la que la ausencia de medias adecuadas y equitativas para estrangularla facilita el desvío de la atención del pueblo estigmatizando a aquellos que «se aprovecharían» del sistema social ventajoso en algún país europeo y libera todas las frustraciones escondidas que sufren muchos ciudadanos, con frecuencia precarizados ellos mismos. Además, ¿acaso esos no nos roban nuestro trabajo, nuestro pan, a nuestras mujeres, nuestras pensiones?…
Es olvidar muy rápido que siempre se es, en cualquier parte, extranjero… ¡para el otro! Y que así, tras los «inmigrados» que se supone se aprovechan de «nuestro» sistema, les tocará a los parados de larga duración; después algunos no dudarán en estudiar el caso de los enfermos o de los minusválidos y en declarar que cuestan demasiado caros a la colectividad. A continuación vendrán las personas demasiado ancianas acerca de las cuales se establecerá que están condenadas a corto plazo; después, los sidosos cuya terapia será declarada impagable. Y así sin interrupción en un archivo clasificado de «secreto de Estado» gestionado por una célula discreta de un oscuro ministerio y que no deja de recordar las peores derivas de las que Europa se mostró terriblemente capaz …
Decididamente, parece muy lejano el tiempo en el que el ideal de Francia se resumía en las tres palabras de su divisa nacional que franquearon los océanos: Libertad, Igualdad, Fraternidad … y que simbolizaron la lucha de los pueblos por liberarse de su opresión. Como también parece lejos el valiente discurso ante la ONU del entonces ministro de Asuntos Exteriores Dominique de Villepin, que se alzó ante el imperio estadounidense contra la ilegal invasión de Iraq a principios de 2003. Entre este discurso que magnificaba las cualidades humanas de lealtad, de solidaridad, de valor y de respeto de la parte humana de cada individuo y estos que discriminan, degradan y excluyen del actual reyezuelo del Eliseo hay tanta diferencia como la que hay entre la dignidad humana y su vulgaridad más trágica.
Frente a estas derivas invito a todos y cada uno a preguntarse verdaderamente sobre el sentido de la exaltación de una ardiente identidad nacional planteando una pregunta simple: ¿Hay que sentirse orgulloso de ser francés, marroquí, ruso, estadounidense o chino cuando cada persona nace al azar de un lugar, de una época, de una cultura, de una familia que no ha elegido y de los que, por lo tanto, no tiene mérito alguno? ¿Y hay que sentirse después orgulloso de ser cristiano, judío, musulmán o budista, cuando no de ser homosexual, o blanco, mestizo o negro, y cuando tampoco en este caso se trata de una elección ni de un mérito, sino del azar?
Ante tanta arrogancia y, a decir verdad, tanta tontería, quisiera recordar la siguiente cita: «Considero a todos los hombres mis compatriotas y abrazo a un polaco igual que a un francés, posponiendo este vínculo nacional al universal y común». Palabras pronunciadas hace más de… 400 años por Montaigne (1533-1592), escritor, filósofo y autor francés mundialmente conocido por sus Ensayos y accesoriamente como político, del que Voltaire (1694-1778) dirá que era un sabio en un siglo de ignorancia y cuyas palabras deberían meditar hoy muchos cargos electos… ¡con urgencia!
*N de la t.: Hortefeux fue nombrado ministro de Inmigración en 2007 y en 2009 de Interior. Es miembro de UMP y se le considera la mano derecha de Sarkozy.
** N. de la t.: Eric Zemmour es un periodista francés vinculado a Le Figaro y autor, entre otros, de un libro polémico, Le premier sexe, en el que critica el feminismo acusándolo de tener consecuencias nefastas para la sociedad y defiende un modelo masculino.
Daniel Vanhove: es observador civil y escritor. Su último libro es La Démocratie Mensonge, Ed. Marco Pietteur, 2008.
Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=21002