Después de la ruptura de las negociaciones del gabinete de Mark Rutte sobre nuevas medidas de ahorro, ayer sábado, Holanda enfrenta un escenario de elecciones adelantadas.
El populista de extrema derecha Geert Wildres, cuyo partido apoyaba al gobierno de minoría desde el Parlamento, abandonó la mesa de negociaciones en la fase final de un acuerdo sobre medidas de austeridad.
Después de un año y medio de apoyo pactado al gabinete de los liberales del VVD y la Democracia Cristiana, Wilders dijo basta. A partir de ahora la fuerza política que dirige, el Partido por la Libertad (PVV), regresa a su papel, más cómodo, de partido francotirador.
Desde que abandonó el liberal VVD, hace siete años, Wilders se ha posicionado como un político populista y contrario al orden establecido. Su persona y su partido quieren ser los representantes del ciudadano común, que Wilders menciona como ‘Henk e Ingrid’, nombres habituales entre los holandeses.
Extraños compañeros de ruta
Su imagen anti sistema quedó en entredicho en el momento en que pactó su apoyo desde el Parlamento al gobierno del VVD y el CDA, representantes por excelencia del orden establecido. Los demócrata cristianos no aceptaban la presencia de Wilders en el gabinete, por diferencia ideológicas irreconciliables, pero estuvieron de acuerdo en recibir el apoyo de su fracción en la Cámara Baja.
Pero, la presencia indirecta de Wilders en el gabinete causó fricciones desde el comienzo. Holanda tiene un sistema de gobierno que se expresa en coaliciones, lo que implica concesiones y compromisos de los participantes. Wilders, por su parte, debe parte de su fama a su capacidad para poner en ridículo la cultura de los acuerdos políticos. Su cercanía con el gobierno lo ponía en riesgo de parecer un político sin carácter, dispuesto a ceder parte de sus principios a favor de un acuerdo tripartito.
La necesidad de Wilders de mostrarse como un político anti sistema puso varias veces en aprietos a sus aliados en el gabinete. El primer ministro Mark Rutte, del VVD, fue llamado en más de una ocasión a condenar sus declaraciones. Wilders por ejemplo insultó al presidente de Turquía, Abdula Göl, mientras éste se encontraba de visita oficial en Holanda; criticó a la reina Beatriz por haberse cubierto la cabeza en una visita a una mezquita en Omán; habló contra el Islam en la Zona Cero de Nueva York y su partido colgó en la web una página para que los holandeses denunciaran a los inmigrantes polacos. El primer ministro Rutte solamente salió en defensa de la reina Beatriz: en todos los otros casos prefirió no hacer comentarios.
Todas estas declaraciones eran parte de la estrategia de Wilders para encubrir sus compromisos políticos: ante sus seguidores mostraba sus mejores armas como figura anti sistema, pero a la vez era una figura clave en la conformación del mismo sistema.
Puesto a prueba
Las recientes negociaciones sobre un nuevo paquete de medidas de austeridad pusieron a prueba las habilidades políticas de Geert Wilders. El día después de las últimas elecciones Wilders había reconocido que podría romper su promesa de no aumentar la edad de jubilación, en una clara demostración de compromiso con los intereses del nuevo gabinete. Pero, ahora, consideró que no podría traicionar por segunda vez a los jubilados. Además, Wilders es un ferviente defensor de mayores gastos en los servicios de salud. El gabinete de Mark Rutte le exigía concesiones en ambas áreas.
En sus explicaciones sobre su retirada de la mesa de negociaciones Wilders fustigó a la Unión Europea, agregando que Holanda no debería obedecer ciegamente las órdenes de Bruselas. Esta posición tiene muchos simpatizantes en Holanda, país que rechazó mediante referéndum la Constitución Europea en 2005 y desde entonces ha visto aumentar el sentimiento anti UE entre sus ciudadanos.
Con sus ataques a Bruselas, y no menos con sus ataques a la inmigración, Wilders ha conseguido la aprobación de un sector del electorado holandés. A partir de ahora, libre de los compromisos con el gabinete, podrá entregarse por entero a su propio proyecto político. Pero, esta vez la fórmula podría no ser tan exitosa.
Con su alejamiento del gobierno Geert Wilders ha tomado un riesgo bien calculado. Se ha alejado de las posiciones de poder y es poco probable que regrese a ellas en el corto plazo, pero esto le conviene a él personalmente y a sus simpatizantes: desde afuera Wilders puede atacar sin limitaciones el castillo de la política establecida.
Aguafiestas
Pero, la credibilidad de Wilders ha sufrido daños. Su Partido por la Libertad ha mostrado que no es un aliado fiable. Además, la división interna entre sus parlamentarios, algo que Wilders intentó evitar a toda costa, es ya un hecho. El mes pasado, uno de los diputados más insignes del PVV, Hero Brinkman, anunció su renuncia por serias divergencias con Wilders. La semana pasada, el PVV vivió una dolorosa debacle en Limburgo, provincia natal de Wilders y la única donde su partido estaba en el gobierno. La Democracia Cristiana dio por terminada la coalición con el PVV, asegurando que éste no era ya un aliado digno de confianza.
Estos problemas han dejado a la luz las debilidades de una fuerza política carente de estructura partidaria, que depende completamente de las decisiones de una sola persona: Geert Wilders. El líder no ha mostrado capacidad para delegar funciones y autoridad, pero a la vez el partido ha crecido demasiado rápido como para que pueda controlarlo él solo.
A partir de ahora Wilders mostrará nuevamente su rostro más dramático. La presentación de su nuevo libro, titulado ‘Marcado por la muerte: la guerra del Islam contra Occidente y mi persona’, en Nueva York la próxima semana, es solamente el comienzo. Pero, después de su paso por los salones del poder en La Haya, quizás estas antiguas tácticas no rindan los mismos frutos de antaño.
Fuente: http://www.rnw.nl/espanol/article/wilders-vuelve-a-las-barricadas