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Panamá

¿Y después de Martinelli Berrocal, qué?

Fuentes: Rebelión

Todos los artículos que he escrito en la prensa nacional, internacional y a través de las redes sociales, desde hace dos años de manera ininterrumpida, han sido verídicos. Eso se debe a la naturaleza de las fuentes. En Panamá hay un ministro (a) a quien he calificado con el apodo de Garganta Profunda, quien me […]

Todos los artículos que he escrito en la prensa nacional, internacional y a través de las redes sociales, desde hace dos años de manera ininterrumpida, han sido verídicos. Eso se debe a la naturaleza de las fuentes. En Panamá hay un ministro (a) a quien he calificado con el apodo de Garganta Profunda, quien me suministra información periódica, tan sensible, que tengo que esconderla en el estudio de un amigo. La categoría de las fuentes internacionales no la puedo mencionar; ellas me han dicho que los jefes de Estado cuando se refieren a nuestro ilustre presidente, lo tratan como a un minusválido, que en las reuniones tiene una idea fija en todo tipo de negocio que sirva para su usufructo personal.

Todos debemos recordar que la alianza entre Ricardo Martienlli Berrocal (RMB) y Juan Carlos Varela, se selló en la embajada de los EEUU. El primero iba a ganar las elecciones de 2009, pero su trastorno psiquiátrico y los orígenes de su fortuna no lo hacían un hombre de confianza. Lamentablemente, el vicepresidente no entendió el mensaje y se dejó tentar por los negocios que le ofreció el primero, hasta que el espejismo se rompió y el país, políticamente, empezó a desestabilizarse. A partir de allí, se hizo público los niveles de corrupción del gobierno. Ya yo los venía denunciando, pero eran de tal envergadura, que el diario La Prensa, uno de los aliados naturales del Poder Económico, prohibió que se siguieran publicando. Poco tiempo después, al diario la Prensa, le siguió Medcon y TVN. Me da mucha pena con los periodistas que trabajan en esos medios y que generan opinión, porque se están convirtiendo en los mequetrefes del poder económico, por más desplantes de valentía que intenten hacer. Yo los entiendo.

RMB llegó al poder con una sed insaciable de fortuna. Se rodeó de aliados hechos con la misma estructura moral. A la crisis política hay que sumar, la económica. Ya los panameños no resisten más. La vida está más cara. Los impuestos legales, y ahora, los ilegales a través de las multas, tienen ahorcada a la población. Las protestas son la tónica diaria del panameño. El país está desestabilizado. En su discurso del 1 de julio pasado RMB se refirió y dirigió a un país que no es Panamá: un país que su trastorno mental inventó ese día. Y lo malo es que él no se da cuenta. Y lo peor, es que ninguno de sus instrumentos se lo dice. Los panameños vivimos una agonía que se extiende. Una agonía peligrosa, porque mientras prepara a la fuerza pública para la represión, la indignación ciudadana aumenta. Ya ha demostrado que la violencia entre los panameños es un tema subalterno.

Pero después de cada tormenta, hay una bonanza. RMB se quedó sin apoyo. Los que sellaron la alianza, levantaron las manos. El expediente que tienen cada vez crece más. Ya no lo pueden seguir escondiendo. Panamá no puede continuar desestabilizado. Eso no le conviene a nadie. Ni a ellos ni a nosotros ni a los usuarios del Canal. La falta de apoyo de su propia gente el día 1 de julio fue una evidente manifestación de soledad. Ya se alinearon los planetas. Lo que tenemos que hacer es dar el toque final. Olvidémonos de las marchas hacia los títeres de Moncada Luna o Harry Diaz. Eso es perder el tiempo. Centremos las energías hacía el Palacio de las Garzas. Exijamos su renuncia, en serio. La huelga general de brazos caídos. Basta un empujoncito para que muerda el piso. Tanto Garganta Profunda, como las otras fuentes me lo dijeron, justo después que España se alzaba con la Copa América. Démoselo. No podemos dejar que se vayan del país con sus atracos debajo del brazo. Eso sí, desde ya a discutir las bases de la Constituyente Originaria. Muy pronto, RMB pertenecerá al pasado. Un pasado ignominioso, pero pasado, al fin.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.