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Entrevista con Ana Esther Ceceña, directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica

«La Alianza del Pacífico es una visión de control y reordenamiento territorial integral para modificar sentidos geográfico-políticos»

Fuentes: Rebelión/Cronicón.net

Por su ubicación geográfica, América Latina y el Caribe representan la principal zona de seguridad para Estados Unidos, razón por la cual su concepción de hegemonía hemisférica que viene aplicando, es una traducción moderna de la Doctrina Monroe («América para los (norte)americanos) consistente en «cuidar el territorio para disponer de sus riquezas y para impedir […]

Por su ubicación geográfica, América Latina y el Caribe representan la principal zona de seguridad para Estados Unidos, razón por la cual su concepción de hegemonía hemisférica que viene aplicando, es una traducción moderna de la Doctrina Monroe («América para los (norte)americanos) consistente en «cuidar el territorio para disponer de sus riquezas y para impedir que otros lo hagan».

La investigadora social mexicana, Ana Esther Ceceña, directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, viene analizando en forma pormenorizada no solamente las estrategias de disciplinamiento político de Washington tanto a nivel global como continental, el reparto y supervisión del mundo y los equilibrios geopolíticos, sino que ha profundizado en el análisis sobre la estrategia de «dominación de espectro completo» desplegada por el Pentágono que supone el abarcamiento en extensión geográfica-espacial y profundidad (dinámicas sociales) que permita identificar nodos estratégicos y líneas de avance en el terreno con el fin de aplicar políticas de seguridad, defensa y ocupación, creando un escenario de pérdida de soberanías que confronta a los proyectos democráticos y progresistas que se vienen desarrollando en varios países latinoamericanos.

En ese contexto, los países que integran la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile, caracterizados por ejecutar modelos económicos de acento neoliberal), claramente funcionan como aliados de Estados Unidos, reciben beneficios bajo la forma de ayuda y, en el caso colombiano, explica Ceceña, cumple parte de las funciones que antes era asumido directamente por personal estadounidense.

Además, señala la científica social mexicana, esta Alianza que se presenta con fines de libre comercio, «es una figura específica de control territorial, de ciertos procesos y de ciertas riquezas. Muy particularmente es el brazo territorial para avanzar, lo que no lograron concretar con ALCA, en un corredor de seguridad para Estados Unidos que constituye una amenaza para otros procesos en la región».

Para analizar las amenazas que se ciernen sobre América Latina así como el proceso de los movimientos sociales emancipatorios y las posibilidades de avance de los gobiernos progresistas en la región, dialogamos con Ceceña, quien participó como conferencista en el Seminario Internacional Geopolítica y extractivismo en Colombia que se realizó entre el 13 y 14 de mayo en Bogotá, organizado por la Corporación Podion y el Instituto Pensar de la Universidad Javeriana.

Ana Esther Ceceña, es economista con maestría en estudios de relaciones económico-internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con doctorado de la Universidad de París I Sorbona. Dirige el Observatorio de Geopolítca Latinoamericano cuyo propósito es la investigación de temas relacionados con el nudo crítico en el que se enfrentan, se disputan y se remodelan los proyectos sistémicos o civilizacionales sobre los que se construye la hegemonía y las relaciones de poder en el mundo contemporáneo desde una perspectiva compleja que integra la territorialidad como dimensión básica de organización de la vida social.

Estados Unidos y visión integral de dominación

– ¿Ante la declinación del gran hegemón norteamericano, lo único que le queda a Washington es la «dominación de espectro completo», como lo ha definido el Pentágono, desde el punto de vista militar?

– No, la «dominación de espectro completo» justamente es una visión integral que lo que proclama es que no se puede dominar algo o tener la supremacía si no se empieza desde la conciencia. Es decir, la idea es que lo importante es transmitir y universalizar una acción del mundo y esa visión contempla tanto aspectos simbólicos, ideológicos, culturales como materiales. Es entonces la visión del campo de batalla, de la competencia, la visión del progreso que tiene implícita la guerra, pero la guerra no tiene solamente una vertiente militarizada o bélica sino que es guerra económica y cultural. Justamente el gran logro desde la perspectiva de los tanques pensantes del Pentágono es que han entendido esto porque además han sido derrotados por estas razones, como sucedió en Vietnam y en otros lugares donde tuvieron problemas por la falta de comprensión y comenzaron a darse cuenta de que todo debe ir por la misma ruta, que es un solo proceso de dominación y por lo tanto debe abarcar todas las dimensiones. Para ello se debe determinar cómo se alimenta la población, cómo se divierte, cómo vive, cómo piensa, cómo trabaja, para articular todo el despliegue capitalista en el terreno de la alimentación con los transgénicos, con la comida rápida o chatarra, etcétera, lo cual constituye simultáneamente un modo de vida y también una adecuación de los cuerpos, porque están ocupando el territorio corporal que es lo más íntimo. Hay, al mismo tiempo, una ocupación de territorios geográficos y mentales, con lo cual se está trabajando en todos los terrenos al mismo tiempo. Creo que la hegemonía de Estados Unidos es algo que está en discusión, que está siendo disputada, que en ciertos sentidos muestra signos de deterioro, pero todavía no se pierde. Como la hegemonía es precisamente esta universalización de visión del mundo y no una imposición de fuerza, aunque se hace con imposición de fuerza, ese modo de vida americano es algo que está muy presente y aún no se pierde, además porque no se ha inventado un modo de vida chino o un mundo de vida islámico que sustituya al american way on life, y mientras eso no ocurra ellos tienen condiciones usando la fuerza, la tecnología y todos sus recursos para mantener esa hegemonía sobre el planeta.

Ahora, lo que está declinando es la hegemonía del capitalismo, desde mi punto de vista. Lo que se está cuestionando hoy en día más fuertemente es el modo de vida capitalista, ya no si es americano o chino, o sea, no es el hegemón interno al sistema, es la hegemonía del sistema como un todo. Y lo que se ve es la irrupción de los pueblos originarios, de los ambientalistas, las conciencias de un tipo o de otro, que están preocupados por la depredación y aniquilación de la vida en el planeta y están planteando revueltas en el pensamiento desde algo que aparece como exterior al propio sistema. No se trata de si la manera es americana, europea, u oriental, todas son depredadoras y por lo tanto hay un cuestionamiento general al sistema. Esta declinación me parece que sí es muy clara, lo cual está apuntando también a la hegemonía interna.

Nuevos modos de ver el mundo

– Efectivamente, en América Latina han irrumpido cosmovisiones como el Sumak Kawsay y el Sumak Qamaña (Buen Vivir en quichua y aymara respectivamente) que usted ha tratado pormenorizadamente en un reciente libro de la investigadora social ecuatoriana Ana María Larrea. ¿Cómo los definiría, nuevos modelos de producción o nuevos modelos epistemológicos?

– Eso, son nuevos sistemas de vida, nuevos modos de ver el mundo, nuevos sistema de organización social en complemento con la naturaleza. Es decir, una organización social pensada incorporando la vida en su conjunto y no solamente una sola forma de vida. A eso me estoy refiriendo cuando digo que hay un cuestionamiento del sistema desde fuera del sistema. El Sumak Kawsay es un cuestionamiento epistemológico desde dentro del sistema que lo que hace es dislocar los principios básicos de ordenamiento del sistema capitalista, por eso es importante, y por eso puede verlo desde fuera para criticarlo. Esos dislocamientos epistemológicos nos están hablando de la posibilidad de cómo un sistema llega a ciertas condiciones de entropía, de distensión, pierde sus ejes de cohesión, todo este tema que ha trabajado Immanuel Wallerstein, que es lo que permite que emanen muchas cosas diferentes que a su vez posibilitan nuevas formas de entender el mundo que a veces provienen de tradiciones milenarias o herencias culturales muy lejanas pero que son al mismo tiempo una construcción actualizada. No estamos intentando ver el mundo de ninguna manera como lo veían los mayas, tomamos cosas de ahí, a veces tenemos prácticas que quizás vienen de esta cultura pero que son otra cosa hoy en día. Hay un pensamiento que propone un orden social distinto al capitalista que se asienta en lo que hubo antes de este sistema pero apunta a lo que hay después del mismo. Y en ese sentido lo que hace es señalar que el capitalismo es un momento histórico, es un proceso que tiene principio y que puede tener fin.

El desarrollo, un concepto capitalista

– ¿Ante la crisis civilizatoria que afrontamos como consecuencia del capitalismo, la disyuntiva es el «desarrollo o la vida», como tituló algún ensayo suyo?

– Por supuesto, porque el desarrollo es un concepto capitalista. Es un modo capitalista de entender el avance, el ir más allá. El desarrollo como palabra puede ser empleada de muchas maneras pero es un concepto que acuñó el capitalismo para decir cómo la especie humana era tan importante, superior, bien dotada que era capaz de dominar las fuerzas de la naturaleza. El desarrollo se mide por la capacidad de dominio sobre la naturaleza. Y el dominio sobre la naturaleza es la negación de la vida al final de cuentas. O sea, es un modo de ir imponiendo cierto tipo de criterios de la especie humana sobre las otras especies e irlas corrigiendo. Es lo que hacen los transgénicos, por ejemplo, que son una de las perversiones más acabadas y adelantadas de ese proceso. Es decir, van corrigiendo los procesos naturales, eso es el desarrollo; y claro tiene muchos logros también.

– Muchos logros para el capitalismo, porque un antropólogo colombiano como Arturo Escobar habla de la necesidad de un postdesarrollo por cuanto que el «desarrollo», entre comillas, simplemente ha sido un dispositivo de poder para favorecer el gran capital transnacional…

– Con Arturo y con muchos otros estamos en una discusión en torno de que si bien nos encontramos en un momento de crisis civilizatoria es también de emergencia civilizatoria por cuanto que es un momento que debe ser creado. No es que estén ahí las alternativas civilizatorias y que las tomamos, no, hay que crearlas, hay que inventarlas, nombrarlas y formular sus conceptos.

– ¿Pero no cree que en este plano se ha avanzado con corrientes como el ecosocialismo, el ecomarxismo, el culturalista de los pueblos amerindios y el ecologismo?

– Se ha avanzado mucho. El Sumak Kawsay, el Sumak Qamaña, la tierra sin mal, en cada una de las culturas sobrevivientes al capitalismo se encuentran modos distintos de nombrar lo mismo, que es esta tierra sin males en síntesis. Es este lugar donde se puede establecer la armonía de la vida. Siempre son como lugares ideales y por eso se critica mucho diciendo que es una utopía, algo romántico que no existe. No, es una guía de acción, es siempre un horizonte lo que implica principios de organización social. En el horizonte del progreso hay una organización de un modo que es el capitalista que se funda en la competencia la que pone las pistas para lograr ese progreso. Y cuando es la competencia la que traza la ruta se está en un campo de batalla. O sea, la competencia es la negación del otro. En cambio, en lo que se llama entre otras denominaciones la tierra sin mal, la pista es el nosotros, lo cual no implica que hay que destruir al otro para prevalecer sino que tengo que complementarme con el otro para tener fuerza. Siempre la fuerza está en esa articulación de visiones, de esfuerzos, de energías, en consecuencia, entre más, somos mejores y ni siquiera somos la suma de las partes, somos mucho más que ello. Esta idea, que yo digo es una ruta epistemológica distinta, está siendo explorada por muchos pensadores de diversas partes del mundo que están produciendo este debate.

Guerra preventiva, la gran amenaza de hoy

– Immanuel Wallerstein hace quince o veinte años avizoró lo que él denominó la declinación del imperio estadounidense. Es evidente que estamos en pleno proceso de declive y Atilio Boron sostiene que en este periodo el coletazo va a ser muy fuerte y el que primero va a sufrirlo es América Latina por lo que es comprensible entonces el altísimo grado de militarización, son 77 bases norteamericanas que están rodeando en este momento el hemisferio. ¿Todo este arsenal militar está dispuesto para tomarse los recursos naturales de los países latinoamericanos?

– Y para controlar la insurgencia, entendida desde un sentido muy amplio. Los recursos naturales están ahí y avanzan todos los días sobre ellos, pero es más importante controlar a aquellos que impiden que logren su cometido. Controlar a todos los que están queriendo procesos diferentes o las comunidades que se están organizando para que no se abra una mina, frenando todo aquello que se sale de la lógica sistémica y que está tratando de rechazarla. Hay muchísimas bases militares las cuales son muy importantes para garantizar presencia física sobre los territorios, pero no es la única forma de militarizar ni de apropiarse, no es la única forma de hacer la guerra. Si bien la militarización tiene esa vertiente muy visible de las bases, es mucho más importante la militarización soterrada que está tanto en los cambios de leyes y normativas como en los cambios de la mentalidad social. Toda esta mentalidad securitista que ha ido penetrando por todos lados y que tiene estos panópticos que se van estableciendo, en que hay cámaras por todos lados, esta idea del Gran Hermano que hace que la gente tenga miedo. Siempre hay una fuerza que puede reprimir y yo pienso que eso es justamente el gran peligro que enfrenta nuestro continente, más que la base militar. Todo esto es parte de la idea de dominación de espectro completo que surge en gran medida del balance que hacen en el Pentágono de Vietnam. Qué fue lo que llevó a su derrota en Vietnam y que no entendieron, pues que el enemigo era chiquitito, viral, lo que llaman asimétrico, pero que no comprendieron porque nunca lo tuvieron en cuenta. Ahora nos están empezando a tomar en cuenta a los chiquitos invisibles pero de esta manera. Como no nos entienden bien entonces proclaman la guerra preventiva que busca controlar todo antes de dar la posibilidad de que los pueblos reaccionen, esa es la verdadera amenaza que hay hoy.

– ¿Cómo analiza el proceso de América Latina si se tiene en cuenta que, como bien usted ha señalado en uno de sus recientes ensayos, Washington ha logrado penetrar el brazo sur del Pan Colombia con Perú y Paraguay y el brazo norte con México para controlar Centroamérica? ¿Con ello Estados Unidos logrará agotar a los gobiernos progresistas y a los movimientos de resistencia que han surgido en Latinoamérica?

– No, para nada, no va a terminar por agotarlos, lo que sí es que los va a golpear muy fuerte, de repente puede tirar alguno de estos gobiernos. Tirar un gobierno tiene que ver con lo de la visibilidad del enemigo, es muy fácil, está ahí localizado. Desactivar un movimiento social es muy difícil y si lo logra golpear se reproduce por generación espontánea, porque está ahí, defendiendo lo suyo, su tierra, sus convicciones, sus sentidos de realidad. Mientras haya vida hay lucha por la vida y hay creatividad, y mientras hay creatividad no pueden vencer los portadores de la muerte.

Alianza del Pacífico: una estrategia de control territorial

– ¿La Alianza del Pacífico como está concebida en el sentido que detrás de ella van los megaproyectos del capital transnacional como IIRSA y el Plan Puebla Panamá (ahora Proyecto Mesoamérica) y por supuesto está la mano de Washington, se puede asimilar a la figura de acumulación por desposesión de la que habla David Harvey?

– Creo que la acumulación por desposesión de la que habla Harvey está en todos lados. La Alianza para el Pacífico es una figura específica de control territorial de una cierta región del mundo, de ciertos procesos y de ciertas riquezas. Muy particularmente es el brazo territorial para avanzar, lo que no lograron concretar con ALCA, en un corredor de seguridad para Estados Unidos que constituye una amenaza para otros procesos en la región. Si uno observa con atención, la Alianza del Pacífico pasa por en medio de los países del ALBA, con lo cual busca romper su articulación territorial. Es muy claro lo que se está buscando ahí, además que es la constitución de un mercado específico, pero sobre todo es una visión de control y de reordenamiento territorial integral no solo para la producción y el comercio sino para modificar reglas del juego, incluso sentidos geográfico-políticos que vienen del siglo XX y que para la concepción dominante no son los más adecuados para el siglo XXI. En la perspectiva de esta alianza, porqué seguir manteniendo estos países de la región si es mucho más funcional pensado por ejemplo, desde la visión de IIRSA, agrupar de otra manera porque este proyecto de Integración de la Infraestructura Suramericana está marcando otras fronteras.

La terrible experiencia de México con el TLC con E.U. y Canadá

– Los Tratados de Libre Comercio que han suscrito los últimos gobiernos neoliberales en Colombia han terminado por acabar con el sector agrícola y están amenazando muy seriamente la sobrevivencia de la industria en esta nación andina. Dada la experiencia de su país, México, con el tratado de libre mercado suscrito hace 20 años con Estados Unidos y Canadá, ¿cuál es el balance que puede hacer al respecto?

– Veinte años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) más los que se tomaron de preparación del mismo que son muy importantes porque ahí se cambian muchas reglas del juego, han eliminado la posibilidad de tenencia colectiva de la tierra en México. Eliminaron la posesión comunal, la posibilidad de subsistencia a partir del campo, dejaron entrar el latifundio con el monocultivo que trae como consecuencia el arrasamiento de los terrenos. Además, se desbarató la poca industria nacional que había, rompieron el aparato productivo, y la maquila que es la industria más precarizadas y frágil que existe se extendió por todos lados. Incluso en términos laborales ese fue un golpe muy fuerte porque la maquila lo que trae consigo es un régimen laboral en el que no hay contratos de 30 días sino de 28 para desconocer antigüedad, derechos sindicales, garantía en salud y de protección de los trabajadores. Toda esta situación ha producido una serie de enfermedades en los trabajadores de las maquilas y no hay forma de defenderlos porque no existe ninguna manera de protección legal. A ello hay que agregar la desestructuración de las comunidades rurales y semi-rurales tanto por el cambio de tenencia de la tierra como porque comenzó a no haber oportunidades de empleo, produciéndose un éxodo laboral hacia Estados Unidos, desestructurando comunidades en las que terminó entrando todo tipo de negocios ilegales que ha permitido que la violencia prospere y que se vuelva todo una tierra de nadie pero al mismo tiempo con dueños bien establecidos.

Es decir, mucha confusión, mucha violencia desatada y selectiva para sembrar pánico, para crear sensación de horror, y de esta manera, poder controlar muy bien los territorios y las poblaciones, todo lo cual apunta a crear un reordenamiento social en función de otro tipo de negocios, otro tipo de lógicas empresariales y condiciones de poder que han cambiado completamente la territorialidad en México.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.