El imperio norteamericano se encuentra hoy en un despliegue bélico sin precedentes en la historia. El mismo busca resolver sus problemas económicos a través de las armas una vez más. Queda, sin embargo, la duda sobre los motivos que lo impulsan a llevar hacia adelante una especie de «suicidio» de toda la humanidad, ni que […]
El imperio norteamericano se encuentra hoy en un despliegue bélico sin precedentes en la historia. El mismo busca resolver sus problemas económicos a través de las armas una vez más. Queda, sin embargo, la duda sobre los motivos que lo impulsan a llevar hacia adelante una especie de «suicidio» de toda la humanidad, ni que espera a cambio, si nos atenemos a la lógica con que funciona todo el sistema de mercado.
Cierto que la locura neoliberal, y, sobre todo, la especulación característica del capitalismo ha distorsionado de tal manera la economía del mundo que el mismo requiere de una recomposición que necesariamente implica, si el propósito es preservar al ser humano y todo lo que este significa, aumentar la productividad y reducir el consumo. Hasta ahora, esta formula equivale a decir «1=0», porque las riquezas artificiales ya existentes tendrían necesariamente que ajustarse a la economía real.
Nos enfrentamos entonces ante una modificación teórico – estratégica que hace pensar a los think tanks que es imprescindible elevar la guerra a un estatus más permanente de tal modo que el soporte a los trillones de dólares entregados para salvar las economías y bancos de muchos países industrializados pueda estar atado a la siempre benefactora industria militar. Por otro lado, la «bonanza» que se obtiene de la reactivación de empleos que trae esta industria implica necesariamente un aumento del consumo, espada que apunta en la yugular del planeta mismo.
El inminente desenlace guerrerista en Irán nos termina de demostrar que el imperio no necesita justificaciones, las produce cuando las necesita. Hoy, la mayoría de la opinión pública de los países industrializados está completamente enajenada, y cree a pie juntillas que los nuevos «cruzados» occidentales deberán frenar la amenaza terrible representada por el estado iraní. Una vez más amenazas que no necesitan pruebas, y una opinión pública que no las necesita.
Israel, el bravucón del medio oriente, ha recibido el beneplácito de su eterno benefactor para obrar toda su barbarie sin control ni castigo alguno. La misma gente que apoya la guerra en Irán, piensa que el «pueblo de dios», debe acompañar estas campañas. De hecho el Mossad ha podido extender sus tentáculos a distancias tan lejanas como nuestra América Latina, mucho más allá de lo que previamente hacía en apoyo al trabajo sucio de sus amos.
Y aquí podemos apreciar que no es el nacionalismo lo que prevalece; son los intereses los que imperan y prevalecen. Durante el golpe de Estado en Honduras, los sionistas dieron apoyo decidido a las fuerzas represivas comandadas por una oligarquía compuesta en gran proporción por individuos de origen árabe, muchos de los cuales mantienen aún vínculos con sus familias en el oriente medio, pero que desangran al pueblo hondureño para enriquecerse a niveles obscenos.
Si hacemos un examen a la actividad imperial en América Latina y el Caribe, veremos un incremento exponencial en las operaciones de desestabilización y agresión en todos los escenarios del continente. Su primer paso, sin duda, como ensayo general lo dio con el golpe militar en Honduras y la evidente complicidad de algunos individuos y países en la OEA, que siguen cumpliendo a pie juntillas lo que les indica su señor.
Luego el muy «oportuno» desastre causado en Haití, al que Estados Unidos respondió con la ocupación militar, tratando de deslegitimar al Estado, sin importar el sufrimiento del pueblo haitiano. Eso sí, se movilizaron más de 10,000 tropas cuya operación genera millones de dólares en contratos para empresas gringas en crisis, y sobre todo hace su aporte a un proceso de «blanqueamiento» de dinero especulativo para convertirlo en moneda real. La guerra, la represión, las violaciones a los derechos humanos son un negocio importante para el imperio.
Ahora mismo México hace un enorme despliegue militar para luchar contra el crimen organizado, vinculado con el narcotráfico, irónicamente un experto en «blanquear» activos; La guerra del ejército y la policía mexicanos han demostrado ser absolutamente inútiles. El problema sigue estando en el consumo inconmensurable de estupefacientes del otro lado de la frontera, el que no solo no es controlado por las autoridades imperiales, sino que es incentivado cuando hace falta desviar fondos de manera «clandestina».
Lo único evidente, es que la situación creada en México, ha permitido la movilización de tropas a la frontera sur de los Estados Unidos, las que seguramente no tendrán ninguna necesidad de excusas para ocupar territorio azteca en «apoyo» a la guerra que tanto respiro le proporciona a la economía insostenible del mundo industrializado. Durante su proceso de inserción neoliberal, el otrora gigante de América Latina ha visto reducidos sus potenciales, a tal extremo que ahora compra combustible. En este marco de guerra se produce la mayor catástrofe ecológica de la historia, el derrame petrolero de BP en el Golfo de México. Tanto la guerra como el derrame representan gigantescos negocios para los maltrechos países ricos.
Colombia, en la misma sintonía, se ha convertido en el Israel americano. No solo presenta una amenaza grave para sus vecinos, obligados por esta a emprender una carrera armamentista que solo frena la posibilidad de nuestros pueblos de desarrollarse en paz. El gobierno paramilitar instaurado en ese país trasciende ahora las fronteras «trabajitos» al autonombrado dueño de la tierra. Un ejemplo muy ilustrativo es la enorme cooperación que está brindando el estado colombiano al régimen asesino de Honduras. De hecho, ya se habla en este país en términos de «colombianización» de Honduras.
Para las mentes acuciosas vale la pena preguntar ¿de dónde se financia esta ayuda?; ¿Cuáles son los canales de subsistencia del quebrado estado hondureño?; ¿Cuál es el interés imperial en mantener el golpismo hondureño usando a su peón más brillante?. Hace falta mucho análisis sobre el alcance de lo que está haciendo el estado colombiano contra todos sus vecinos.
Los países centroamericanos, frágiles históricamente, no solo por la profunda dependencia de los designios del imperio, que los atan tan brutalmente que están condenados a caer en el momento que el imperio caiga, sino por el pusilánime servilismo de sus clases dominantes que no aprendieron nunca lo que significa dignidad. Hoy Honduras vive un régimen de terror que mata todos los días, y el cínico de Lobo Sosa, responde «… y que, si aquí hay muertos todos los días…», la apología sin límites de la violencia como forma de retener el poder provinciano que permite la política de la metrópoli imperial, al tiempo que se le presta al «señor» un gran servicio.
El Salvador y Guatemala, sin haber hecho muchos méritos, viven bajo la amenaza constante del estallido social. La guerra de los 80 dejó sus propios métodos de presión contra los pequeños países; los emigrados que dejó la guerra son ahora una «espada de Damocles» que de ser deportados, incluso sin ningún respaldo jurídico, podrían hacer volar en pedazos el inestable equilibrio social que buscan sus gobiernos reformistas. No podemos ser demasiado simplistas al analizar las realidades de estos países hermanos, pero la política del departamento de estado gringo utiliza hábilmente el chantaje migratorio.
En el caso de Costa Rica, la situación es mucho peor; los políticos han oficializado la eventual ocupación militar de su territorio. Aquí se cierra la peligrosa pinza que amenaza a una Nicaragua que ya recibe una enorme cuota de desestabilización que proviene tanto de fuera como desde adentro, peor aún, de supuestos revolucionarios, que optan por jugar en el equipo de la derecha argumentando que son la izquierda legitima; las paradojas de nuestra América.
Viajando hacia el sur encontramos un panorama complejo; Venezuela juega su futuro en elecciones legislativas este año. Leyendo a Chadderton o a Rangel, nos damos cuenta del desgaste que producen los vicios de la politiquería tradicional. El presidente Chávez conserva gran popularidad, pero la agresión del imperio (otra vez, cientos de millones de dólares) y los problemas autogenerados dentro del sistema, crean dudas. Este es ya un campo de batalla entre el pueblo de América Latina y el imperio con sus lacayos.
En Brasil, gigante económico que sale de dos periodos presidenciales de un obrero, que ha visto menos cambios de los que hubiera esperado su pueblo. Lula sigue siendo el líder carismático del PT, pero su compañera de partido y candidata Dilma Roussef, ni siquiera ha podido garantizar su triunfo electoral frente a José Serra, culpable de muchos de los males que hoy enfrenta este gran país.
Hoy se teme que, incluso ganando las elecciones, la presidencia de Dilma será débil y la derecha podrá generar gran ingobernabilidad hasta el punto de traer de regreso a la derecha reaccionaria que apoya la idea de instalar bases militares yanquis en territorio brasileño, carga que parece quedará en las manos de la nueva administración en un juego pierde – pierde. ¿Qué está en juego? Toda la inmensa riqueza presente y futura de este singular país. Como se ve otro prometedor negocio para los buitres del norte.
La conflictividad es alta en todas partes del continente, desde Puerto Rico hasta la Argentina, se presentan escenarios en los que se invierten muchos millones de dólares para patrocinar inestabilidad, pingues negocios para los que pretenden que salvar el sistema pasa por impulsar la Guerra Global Permanente.
Hace falta ver la respuesta de los pueblos frente a este desolador panorama. Nos vemos virtualmente obligados a unir nuestras fuerzas y prepáranos para enfrentar esta óptica guerrerista de un imperio que ahora quiere controlar todo lo que existe, incluso el aire que respiramos, las semillas que hemos comido por siglos, y toda la herencia que nos han dado miles de generaciones que preservaron la sabiduría como fuente de vida.
Estamos obligados a adoptar una posición firme y militante contra la guerra, no importa donde la plantee el imperio. La guerra va en contra de la humanidad, aunque la hagan en Irán, en Palestina, Pakistán, Honduras Colombia o México. Nuestro deber más que nuca esta en ejercer nuestra soberanía en contra de las manipulaciones de aquellos que entienden la traición como algo natural.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.