En los últimos cinco siglos, luego de la consolidación del dominio de los europeos en el mundo, se ha difundido el embuste que ellos son la civilización. En contraposición, y como parte de un pensamiento dualista, excluyente, racista y discriminador, se tejió la mentira de que los habitantes del mundo colonizado (África, Asia, América Latina…) […]
En los últimos cinco siglos, luego de la consolidación del dominio de los europeos en el mundo, se ha difundido el embuste que ellos son la civilización. En contraposición, y como parte de un pensamiento dualista, excluyente, racista y discriminador, se tejió la mentira de que los habitantes del mundo colonizado (África, Asia, América Latina…) somos la expresión del atraso, la miseria, o en términos más directos de la barbarie. Desde Europa primero y luego desde los Estados Unidos se afirmara el eslogan de que en el fondo de la dominación europea lo que había era un enfrentamiento entre civilización y barbarie, lema que fue asumido también por las clases dominantes criollas, como lo manifestó el liberal argentino Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX, como parte de su proyecto de «ser como ellos», para lo cual era necesaria «blanquear» la nación y eliminar a las «razas bárbaras» de indios, negros y mestizos. La civilización la representarían los europeos, sus descendientes o sus émulos, y la barbarie la encarnarían los otros, los de tez oscura, la mayor parte de los habitantes del mundo colonizado después de 1492.
A partir de allí se consolidó un relato eurocéntrico en el que se da por sentado que las acciones de los europeos en pos del dominio mundial debían ser bien vistas, puesto que se hicieron con el objetivo supremo de irradiar civilización y eliminar la barbarie, supuesto con el cual se justificaron las guerras coloniales, las invasiones, las ocupaciones, el racismo y la explotación de millones de seres humanos, que debían soportar por su inferioridad, la «carga del hombre blanco» como lo dijo el poeta imperialista inglés Rudyard Kipling, en unos versos que ensalzan la violencia y la conquista: «Vamos, atad a vuestros hijos al exilio / Para servir a las necesidades de vuestros cautivos;/ Para servir, con equipo de combate,/ A naciones tumultuosas y salvajes;/ Vuestros recién conquistados y descontentos pueblos, / Mitad demonios y mitad niños».
La realidad histórica y actual es bien distinta a esa narración heroica, puesto que los pueblos sojuzgados hemos soportado durante quinientos años el expolio, la destrucción de nuestras riquezas, y el asesinato en masa de millones de seres humanos, empezando por la conquista sangrienta de América. Con esta premisa debemos enfatizar que desde Europa se practica una forma de barbarie, que se encubre bajo el mote de civilización, algo así como una «civilización bárbara», que justifica la destrucción y esclavización de los otros por considerar que son «incivilizados».
Con este prisma deben visualizarse los procesos contemporáneos de injusticia, entre los cuales sobresale el de las migraciones forzadas de millones de seres humanos, que huyen de sus países, asolados por guerras, planes de ajuste económicos y políticas de empobrecimiento que han sido impuestos por los Estados Unidos y potencias europeas.
En este ámbito aflora con toda crueldad la barbarie europea, como lo ejemplifica lo que acontece en Italia desde hace varios años y se ha manifestado con bestial inhumanidad con el trato al barco Open Arms («brazos abiertos»). Este nombre corresponde a una ONG catalana que se ha propuesto hacer llegar a costas de Europa, luego de rescatarlos, a algunas decenas de los miles de migrantes que intentan arribar a ese continente, ayudándoles en su travesía, casi al final del recorrido, para que no mueran ahogados. Esto en sí mismo muestra la barbarie europea, porque son intereses privados de ONG los que asumen una labor humanitaria que debían llevar a cabo los Estados, que despliegan políticas inhumanas ante los «extranjeros» indeseables, vistos como intrusos y delincuentes.
Una reciente expedición del Open Arms ejemplifica la barbarie europea, puesto que el Ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, un virulento político de extrema derecha, racista y xenófobo, criminaliza a aquellos italianos o europeos que les proporcionen algún tipo de ayuda a los migrantes que vienen principalmente de Libia y de Siria.
Open Arms rescató a 147 migrantes que corrían peligro de muerte en el Mar Mediterráneo, convertido en el cementerio más grande del mundo, como lo demuestra un dato estremecedor: en los últimos años se han ahogado 14 mil personas, de ellas cinco mil en el 2016, en su vano esfuerzo de llegar a Europa. Luego de rescatar a esos seres humanos, el Open Arms intentó desembarcar en costas italianos, pero se le impidió durante veinte días, durante los cuales se agravaron las condiciones de salud, de alimentación y de convivencia de los migrantes, lo que llevo a que algunos de ellos en forma desesperada se arrojaran al mar e intentaran llegar nadando a las costas italianas.
Matteo Salvini se ha convertido en un político de primer nivel en Italia por sus concepciones racistas y xenófobas que se basan en el lema, para nada original, de «primero los italianos» y ha proclamado, imitando el estilo del Modo Americano de Muerte de los Estados Unidos, que los italianos deban armarse contras los intrusos e invasores y matarlos en «legítima defensa». Salvini aumenta su popularidad con su política de mano dura contra los migrantes, a los que considera como un estorbo para la civilizada Italia.
Jugando con el dolor y el sufrimiento de los famélicos migrantes a bordo del Open Arms, les impidió durante tres semanas llegar a tierra firme y amenazó con retener el barco, judicializar a sus dueños y tripulantes. Aseguró que «la firmeza es el único modo de evitar que Italia vuelva a ser el campo de refugiados de Europa». Esta es la continuidad de su persecución a los migrantes en Italia, entre ellos los gitanos, de quienes dijo que era necesario destruir sus campamentos. Pero la barbarie no es solo del gobierno italiano, sino del conjunto de la Unión Europea, puesto que en estas crisis emerge lo peor de cada país. Por ejemplo, el gobierno de España, de donde procede la ONG, más allá de unas declaraciones demagógicas y oportunistas de ayuda a los migrantes que iban en el Open Arms, anunció que podría multar a esa ONG con un millón de euros y la prohibición de navegar por cinco años, por el «delito» de rescatar migrantes en alta mar.
Si no hubiera sido por la acción de un Tribunal de Italia, que suspendió el decreto de Salvini, en el que prohibía ingresar al barco a las aguas territoriales de Italia, todavía no hubiera concluido la primera parte de esta tragedia, que continua para los migrantes, por lo que les acontezca en suelo europeo o porque se les expulse. En fin, la barbarie europea tiene múltiples expresiones y los migrantes las sufren en la «civilizada» Europa.
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