Bajo cualquier definición, lo que está ocurriendo en Grecia hoy, o más bien lo que ha estado ocurriendo entre Grecia y algunos países e instituciones del exterior, es un melodrama, un melodrama de proporciones épicas. Por melodrama queremos decir un encuentro dramático que deliberadamente es sobreactuado por los muchos participantes. Hacen amenazas, implícita y, a […]
Bajo cualquier definición, lo que está ocurriendo en Grecia hoy, o más bien lo que ha estado ocurriendo entre Grecia y algunos países e instituciones del exterior, es un melodrama, un melodrama de proporciones épicas. Por melodrama queremos decir un encuentro dramático que deliberadamente es sobreactuado por los muchos participantes. Hacen amenazas, implícita y, a veces, explícitamente. Trazan rayas públicas que no pueden cruzarse en las negociaciones. Hacen predicciones calamitosas en torno a las consecuencias de no seguir sus recomendaciones. Un melodrama intensifica los eventos e insiste en trazar dicotomías morales.
En un melodrama, los participantes hacen justo todo lo posible por hacer que los otros asuman la culpa por las consecuencias negativas pasadas, presentes y futuras. Lo único que no harán es confesar sus verdaderas prioridades, y cómo es que sus prioridades se benefician por su participación en el melodrama, en vez de entrar a discusiones sobrias encaminadas a alguna resolución de las diferencias.
¿Cuándo y cómo comenzó este encuentro en particular? La fecha del inicio es precisamente lo que está en entredicho. Hay, de hecho, tres cuestiones involucradas en la discusión: el presente y futuro de Grecia, el presente y futuro de la zona del euro, y el presente y futuro de la Unión Europea. No todos los participantes están interesados en las tres cuestiones. Y aquellos interesados tienen diferentes puntos de vista en relación con ellos.
Comencemos con Grecia. En los años ulteriores a 1945 la economía griega pareció prosperar, como lo hizo la de un gran número de países. Se le llamó el milagro económico griego
. Pero después de la década de 1970, Grecia no lo hizo tan bien, como tampoco la mayoría de los países. No obstante, hasta la llamada gran recesión
de 2008 no había, al parecer, muchos problemas para el gobierno griego.
Grecia fue admitida en la zona del euro en 2000, habiendo cumplido, supuestamente, con los criterios formales. Cuando después de 2008 la deuda gubernamental creció demasiado y se pensó que Grecia estaba bajo la amenaza del incumplimiento, se le ofrecieron paquetes de rescate
por parte de instituciones externas que permitieron que el gobierno cumpliera sus obligaciones de deuda. De hecho hubo siete de tales paquetes entre 2010 y 2013.
El precio de los préstamos fue lo que se llamó austeridad. Básicamente esto significó que al mismo tiempo que la alta tasa de desempleo se hacía aún más alta, el cinturón de seguridad desaparecía. El gobierno griego se comprometió a reducir sus gastos en varias formas -el número de personas empleadas por éste, el monto de las pensiones, los beneficios de salud y los beneficios de desempleo. Además, se requirió que el gobierno privatizara muchas estructuras gubernamentales. El gobierno obtuvo así una inyección de una sola vez, por el precio de la venta, pero permitió que la estructura privatizada practicara ulteriores medidas de austeridad. Todas estas medidas iban a ser supervisadas de cerca por una triada de instituciones -el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea y el Banco Central Europeo.
El fondo del asunto es que la mayoría de los residentes griegos vieron que sus niveles de vida se reducían drásticamente, con el objetivo de que los bancos no incumplieran. Dado que estos bancos eran, en la mayoría de los casos, propiedad de otros bancos europeos (en especial en Alemania y Austria), las medidas de austeridad servían a los intereses de estos bancos europeos.
Un movimiento político de izquierda contra la austeridad llamado Syriza emergió en Grecia y finalmente obtuvo el poder electoral en 2014. El programa de este partido era revertir las medidas de austeridad, rechazar el papel de la triada en la supervisión de la vida política griega, y no obstante mantenerse en la zona del euro. Tal programa ha resultado sumamente difícil de realizar, porque necesita un préstamo adicional (o la reducción de pagos de deuda) para minimizar las penurias sufridas en el corto plazo por los residentes griegos. Pese a que el primer ministro, Alexis Tsipras, asegura tener confianza en que puede concertarse un arreglo temporal antes de la fecha límite de mediados de mayo, casi todos los analistas son escépticos.
Si no se arriba a arreglo alguno habrá lo que se ha dado en llamar en inglés Grexit (término acuñado para significar la salida de Grecia de la zona del euro). La cuestión que el mundo discute es qué significaría esa Grexit. Existen tres puntos de vista: una catástrofe para la economía-mundo completa (y en especial para la Unión Europea); un evento relativamente menor (excepto, por supuesto, para Grecia), y una total incertidumbre acerca de lo que va a ocurrir (es decir, cómo va a responder el mercado).
Hay muchos actores (y notablemente el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schaüble) que insisten que una Grexit sería bastante tolerable para la zona del euro. Esta gente tiene como preocupación primordial una sola cosa -que el principio de que se paguen las deudas debe ser una prioridad imperativa para Grecia y para cualquiera en el mundo.
Luego están tres actores que le dan prioridad a la supervivencia de la zona del euro y se preocupan por una Grexit. De hecho, la persona más notable en este grupo es la canciller alemana, Ángela Merkel. Ella teme que una Grexit no sólo conduzca a una desintegración de la zona del euro sin que esto lleve a un colapso de la zona del euro que conduzca a su vez al colapso de la Unión Europea. Ella, por tanto, está dispuesta a considerar darle cabida, de algunos modos, a la oferta de Syriza de un arreglo.
El tercer punto de vista -que sostiene la total incertidumbre- es, sin embargo, el correcto. Es el único punto de vista que toma en cuenta el hecho de que el mundo se encuentra en una bifurcación caótica, en donde no hay modo de predecir cómo va a reaccionar el mercado o cualquier otra institución. Dado que casi todos los inversionistas se encuentran consumidos por la incertidumbre, sus reacciones conducirán a oscilaciones alocadas y congelamientos frecuentes. Por tanto, uno tiene que elegir sus prioridades. Syriza tiene que minimizar las penurias de la mayoría. Esto me parece una mucho más admirable prioridad que la preservación de la inviolabilidad del pago de la deuda.
Por supuesto, Syriza hace malabares con una serie muy difícil de opciones de corto plazo para realizar su prioridad. Puede hacer juicios incorrectos o, peor aún, serias concesiones que negarían sus promesas electorales. Los siguientes dos meses lo dirán.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/09/index.php?section=opinion&article=020a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera