«En el Perú, todavía existen quienes piensan que se puede agarrar la luna con la mana o tomar el cielo por asalto o arrebatar el fuego a los dioses. Todavía hay quienes creen que las cosas pueden cambiar y que la revolución es posible». (Alberto Flores Galindo, «Tiempo de Plagas»). A propósito del surgimiento de […]
A propósito del surgimiento de diversas iniciativas políticas de cara al proceso electoral que se avecina, donde cada cual, se reclama como espacio centro-izquierda, compartimos nuestras preocupaciones y apreciaciones sobre el itinerario que ha tenido en los últimos años la llamada «nueva izquierda», surgida en nuestro país en los años de 1958-1967, en el contexto de las luchas campesinas por la tierra, contaron con una dirección marxista, y un liderazgo en la figura de Hugo Blanco; que hicieron un amplio llamado a todos a juntarse en un espacio común, proceso, en el que participaron nada menos que Juan Pablo Chang, quien caería en combate al lado del Che Guevara; como también ocurrió con el propio Máximo Lobatón, entre otros. Tal vez éste sea el punto de partida de una izquierda que se reencuentra con José Carlos Mariátegui, aunque Ismael Frías hizo una amplia defensa del Mariateguismo Socialista, en contra de las deformaciones que hacía el PC (Unidad) del Amauta. 1960, en el contexto de este proceso y luchas campesinas por las tomas de tierra, debemos ubicar la gesta guerrilleras del MIR de 1965, que se entroncara con la Revolución Cubana y la figura señera que reivindicara al hombre nuevo de Ernesto Che Guevara. Nueva izquierda, que retomara el socialismo creador del Amauta José Carlos Mariátegui, largamente olvidado por la ortodoxia de los viejos PCs (Unidad y Patria Roja).
Desde entonces han pasado poco más de medio siglo, en cuyo ínterin se encuentran, la fundación de Vanguardia Revolucionaria (VR), el Movimiento de izquierda (MIR), PC-Clase Obrera, y PC-Trinchera Roja, pasando por la conformación de la Unidad Democrática Popular (UDP), siguiendo con la Unidad Mariateguista, hasta la fundación del Partido Unificado Mariateguista (PUM) el 23 de octubre de 1983. Cuyo Primer Congreso significó un punto de viraje de la tendencia a la fragmentación de la izquierda, la fundación del PUM significó en su momento el intento más serio, aunque quizás tardío, de revertir la tendencia a la derechización de la izquierda peruana.
Asimismo, en Junio de 1988, tras un intenso debate que polarizó al mariateguismo, tuvo lugar el II Congreso Nacional del PUM. Congreso histórico, no solo por sus repercusiones sobre el conjunto de la izquierda peruana, sino también por la atención que concitó en el conjunto del país. El II Congreso aprobó una estrategia de poder popular cuya vía principal se sintetizó en la tesis de desarrollar la lucha democrático-revolucionaria de las masas hasta su transformación en nuevas formas de lucha orientadas al derrocamiento del poder burgués. Acorde con ella se propuso una táctica ofensiva cuyo eje era culminar la construcción de una fuerza política de masas capaz de ganar hegemonía, generar crisis y dar saltos estratégicos en la lucha por el poder.
Asumiendo como principios la integralidad y la simultaneidad de las diversas formas de lucha, se plantearon construir instrumentos nuevos y modificar cualitativamente la forma de organización política. Estas tesis fueron el núcleo del debate, los alineamientos y el zanjamiento entre «Libios» y «zorros».
El debate en el mariateguismo se centró en la Estrategia, no trató seriamente los temas programáticos e ideológicos. Esto a pese a que dichos temas estaban a la orden del día en el mundo y en la izquierda peruana (debate con los Zorros, con la llamada Convergencia Socialista, con el dogmatismo senderista). Más aún, en el país y en el mundo, son los años de la perestroika soviética, la reforma china y el periodo especial de la revolución cubana; los años cumbres de Reagan, Thatcher y la ofensiva ideológica neoliberal; de reubicación e intento de relanzamiento de la social-democracia (Felipe González y Mitterrand, Alan García, entre otros). Esta carencia llevó no solo a que el Mariateguismo no se armara para entender los cambios que se produjeron en los años siguientes, sino también a producir una peligrosa escisión entre dos características constitutivas del proyecto mariateguista: la radicalidad y la renovación. La ausencia de un programa socialista, coherente con la estrategia aprobada contribuyó al abstencionismo político en el que el conjunto de la izquierda peruana incurrió en adelante.
En este marco el debate del Primer Congreso de IU fue, en lo fundamental, la extrapolación del debate del Mariateguismo. Sus ejes estuvieron en la estrategia (evolutiva o de ruptura) y el programa. En los últimos meses encontró concreción en relación a la táctica frente a la crisis del primer gobierno aprista. Mientras el PUM planteaba la huelga general y el adelanto de elecciones (como salida política intermedia) las demás fuerzas de lU se limitaron a una táctica defensista de no hacer olas en espera de las elecciones. Sobre esta base se buscaba neutralizar las vacilaciones y eclecticismo de las corrientes reformistas. Sin embargo, no se pudo lograr articular una fuerza hegemónica alternativa y se terminó avalando una dirección centrista y vacilante.
Situación actual de la izquierda
En la actualidad asistimos a la derechización y burocratización de vastos sectores de la izquierda peruana, que, no solo afecta la relación dirección-bases en el seno de los partidos, sino también la relación dirigencias-masas en el seno de las organizaciones populares. Ciertamente éste es un fenómeno más profundo; tiene su raíz en un creciente alejamiento entre la política y la sociedad, es decir, una ruptura entre lo social y lo político, donde lenguajes y estilos de hacer política, difieren largamente de las formas de vida cotidiana de millones de ciudadanos, trabajadores, pueblos indígenas, mujeres, habitantes urbanos y rurales pobres del país.
Esta realidad tiene diversas causas, una de ellas es la reducción de la actividad política partidaria a relacionarse solamente con algunos de los aspectos de la vida del país. Durante muchos años con la dinámica reivindicativo-defensista, económica y gremial. En los últimos años con la actividad vinculada a la «política» entendida ésta como solo representación ante al estado. Ambas formas de relación política se han agotado históricamente. La primera, por el general deterioro de la actividad productiva y de las identidades que emergen de ella. La segunda, por la crisis del sistema de representación política que afecta toda forma de representación política y social de nuestro país. Es decir, lo social cambió de tal manera que ya no puede ser representado bajo las viejas formas de organización.
La pérdida de peso social y político y el repliegue de la clase obrera, así como la intensa diferenciación en el campo, han debilitado los pilares fundamentales de base social de lo que fue la llamada nueva izquierda. En los llamados barrios populares, hoy verdaderas ciudades (las varias Limas) las formas de organización tradicional orientadas a reclamar al estado por servicios estan en crisis. Lo que se ve ahora son sectores medios emergentes que han cambiado el mapa social, dando cuenta de nuevos escenarios políticos. Otros movimientos y sectores que tradicionalmente se suponían de izquierda (mujeres, intelectuales, cultura) o se han debilitado o han optado por desarrollos sectoriales y temáticos.
Por otro lado, el enorme retraso en el estudio de los cambios estructurales que se producen en la sociedad peruana, unido a criterios esquemáticos sobre la definición de las clases sociales, han impedido percibir con mayor antelación el surgimiento de los sectores de la llamada economía informal (PYMES; MYPES) y el importante rol que juegan en las ciudades y en el escenario nacional.
Asimismo, el surgimiento de nuevos actores sociales, como los pueblos indigenas que reivindican derechos a la identidad, la tierra, los recursos naturales, el medio ambiente, y que son capaces de desarrollar formas de lucha que generan crisis al régimen neoliberal autoritario que les han permitido lograr victorias parciales; hitos emblemáticos en esta perspectiva, son la resistencia amazónica, el Baguazo, Congazo, Pulpinazo juvenil, El Tambo y Arequipa frente al proyecto minero Tía María.
Los cambios producidos en el país y el mundo desbordan largamente la coyuntura, el periodo político. Tienen características apócales. Para referirse a esta dimensión de los cambios se habla de «universal crisis de la política», o de «crisis de civilización». La renovación y relanzamiento del proyecto Mariateguista exige dar respuestas a este nivel. Estamos lejos de haberlas alcanzado. Pero si tenemos la responsabilidad de abrir un proceso colectivo que nos permita avanzar en esa dirección. Solo así podremos superar la falaz disyuntiva entre el dogmatismo o el pragmatismo.
En este marco, entre las tendencias que resaltamos del actual periodo de luchas y resistencias sociales, es el hecho de que estamos ante el ascenso de una creciente oposición de los movimientos sociales, cuyo signo, es cada vez más desafiante al poder político, cada vez más amplio y organizado, y adquiere carácter de desobediencia civil con perspectivas de adquirir carácter insurgente. Este torrente de luchas sociales se ubican en una línea de continuidad de las luchas que se libraron en el país desde el 2008 en adelante; pero éstas tienen algunas particularidades, que se caracterizan porque los actuales movimientos sociales levantan demandas que tocan los nervios centrales del modelo neoliberal y ponen en cuestión las formas de dominación y del ejercicio del poder. El anodino discurso dado por el Presidente Humala en estos días, así lo confirman.
Mientras estas luchas se desenvuelven abiertamente, las fuerzas de los diversos grupos de izquierda adoptan el abstencionismo como práctica política, por ello, no se logra recoger sus aspiraciones ni reconocer sus formas de vida, de pensamiento y de representación.
Persistir en la necesidad de forjar el sujeto revolucionario
Lo que está sucediendo en el país, y esto es propio de coyunturas de resolución estratégica, es que las identidades y comportamientos político-sociales se han autonomizado de las reivindicaciones económicas inmediatas y se redefinen en torno a temas más bien de mediano plazo: la estabilidad global, el proyecto a futuro, la ubicación en el mundo. Que esto esté hegemonizado por el neoliberalismo no le quita su carácter histórico.
No se han sacado todas las conclusiones acerca de la crisis estructural. Ésta es, en lo esencial, una crisis de la representación global deI país y de nosotros mismos, de los valores y éticas colectivas. Y es simultáneamente descomposición y recomposición. Ha sido y es un gravísimo error atar nuestras aspiraciones socialistas mariateguistas y su vigencia a las viejas formas de vida, de lucha y de comunicación con las clases populares y movimientos sociales.
En las condiciones concretas de nuestro país y del mundo en el siglo XXI debemos recuperar de Mariátegui la voluntad de sintetizar teórica y prácticamente las tradiciones nacionales y el Socialismo; la acción de las masas con la creación intelectual y estética; la política con la vida cotidiana, la moral y el mito; la lucha nacional y el internacionalismo.
La «unidad» es la consigna del momento, pero desde nuestro punto de vista, la «unidad frentista», donde todo vale, incluyendo a quienes tienen sus «manos manchadas de sangre de nuestros pueblos», como es el caso del llamado frente «UNETE». Y por otro lado, el relanzamiento Frente Amplio y más recientemente la conformación del Bloque Nacional Popular, cuyos mentores anuncian ser el puente que permita la «unificación» de ambos bloques. Nos preguntamos cuál es el punto en común entre estas iniciativas que todos se reclaman, «progresistas y centro de izquierda», cuya base de sustentación de acuerdos de sus principales voceros, son de un lado, la marginalidad de la izquierda socialista, y por otra parte, el desarrollo de la más «amplia unidad», para de esta forma derrotar a la derecha neoliberal. Dicho así, y sin ninguna otra base de fundamentación, peor aún sin, un atisbo de autocrítica acerca de las causas y razones por las cuales los diferentes sectores de la izquierda peruana se encuentran en una situación de crisis terminal; nos parece absolutamente irresponsable, habida cuenta que expresa un manifiesto pragmatismo anclado en el non santo deseo de alcanzar asiento parlamentario. Este tipo de conductas ha significado que estos sectores del llamado centro izquierda hayan terminado siendo comparsas a los gobiernos de Alan García en sus dos versiones, Fujimori, Toledo y Ollanta, con los resultados por todos conocidos, y que solo sirvieron para brindarle en el mejor de los casos tecnocracia eficiente al régimen neoliberal. Esta política significa una estrategia de derrota, por cuanto solo aspira dotarle de «rostro humano» al capitalismo neoliberal. Es decir, una suerte de liberalismo social.
Esta forma de ser de izquierda ya fue, ha perdido en estos años el «hilo conductor de la realidad» por mantenerse en un paradigma economicista, reduccionista, ha abandonado en la práctica el marxismo creador y sobre todo el pensamiento y espíritu del Amauta J.C. Mariategui, quien no en vano dedicó apenas 22 páginas de sus Siete Ensayos a la economía y más de 200 a la religion, la educación y la literatura, es decir a las identidades, es decir, al factor subjetivo. Pareciera que en vano se ha leído la obra cumbre de Alberto «Tito» Flores Galindo, que comenzó explorando la historia del proletariado minero y terminó escribiendo la historia de una idea colectiva, de una utopía a partir de mitos, sueños, pesadillas, y novelas.
La derechización-burocratización de este tipo de «izquierda» es más visible en los espacios de representación pública. Tuvo expresiones dramáticas en el rechazo a los «políticos» tras el golpe del 5 de abril de 1992. Situación que aún continúa presente y atraviesa al conjunto de la sociedad, Se expresa en los partidos de la izquierda actual, en el que predominan los funcionarios, sean estos representantes ante el estado, dirigentes gremiales, «profesionales» de la política, promotores de ONGs. Se expresa en dirigentes sindicales que están desvinculados de la producción, en dirigentes campesinos que no trabajan la tierra hace años, cuando no décadas, en intelectuales que no producen más allá de evaluaciones de coyuntura. etc. Esto se condensa en un lenguaje incomprensible para el país real, en formas de organización y militancia no solo ajenas a los pueblos, sino hasta contradictorias con las formas de la vida cotidiana hoy. En una palabra, lo social cambió de tal manera que no puede ser representado bajo las viejas formas de organización participación y movilización.
El «roto vínculo con las cosas», que angustiaba tanto a José María Arguedas en la medida que le impedía comprender el país y expresarlo, también se expresa en la política y en particular en la izquierda peruana. Desde una relación artificial con el país real es imposible gestar y conducir un proyecto de transformación revolucionario. La relación establecida a partir de la representación política ante el estado o a partir de la conducción gremial-reivindicativa o, más aun, desde una ONG, son hoy relaciones bastante artificiales. Es una ilusión pensar que se puede recomponer una relación histórica y estratégica desde el asistencialismo. Con éste se generan clientelas, no militancia. Es un error pensar que los problemas de los partidos o los gremios son, en primer lugar, problemas de recursos.
Superar este tipo de problemas y taras políticas, hay que desprenderse del espíritu de cliché propio de quienes al no tener claros los contenidos de su identidad se aferran de las fórmulas como talismanes salvadores. Hay que afianzar nuestra identidad en las ideas-fuerza aurorales del socialismo y la revolución y aprender a expresarlas en el Lenguaje de nuestro tiempo. Hay que desprendernos definitivamente de la visión eurocéntrica que pone la ortodoxia en la fidelidad a los textos de algunos revolucionarios europeos. La universalidad del Socialismo no deviene de la clarividencia de algunos geniales pensadores del siglo pasado, sino de su capacidad de emerger en cualquier parte del globo como alternativa a partir de la vivencia de las contradicciones del capitalismo y de las experiencias de lucha contra él. Marx, Lenin, el propio Mariátegui y muchos otros dirigentes y teóricos del socialismo revolucionario nos ayudan a darle coherencia a un proceso que es en primer lugar material e histórico. Nos enseñan a pensar mejor, no nos ahorran el pensar con nuestra propia cabeza.
Las fuerzas del cambio social se han echado andar de la mano de los pueblos amazónicos, andinos, y juveniles
Nuestra primera tarea es actualizar la crítica socialista, marxista, del capitalismo contemporáneo en sus diversas formas: las que han emergido como consecuencia de la revolución cientifico-tecnologica en los países más desarrollados y las que resultan de la nueva división internacional del trabajo en los países dependientes.
Nuevas esferas de la actividad humana han pasado a ser subordinados por el Capital reduciéndose a ser mecanismos de su valorización. Es por ello que hoy la contradicción Capital-Trabajo desborda largamente la contradicción obrero-patrón. Esto a la vez que modifica el peso y la dinámica de las formas tradicionales de la lucha de clases, genera condiciones para la ampliación teórica y práctica de las fuerzas confrontadas con el Capitalismo. Debemos desarrollar el análisis concreto de estas nuevas condiciones y formas de explotación apuntando a descubrir y vincular sus reivindicaciones específicas en un proyecto socialista renovado.
En el ámbito nacional esto implica asumir la tarea de producir una nueva caracterización del capitalismo peruano y en particular de la especificidad del trabajador colectivo y sus diversas formas: el trabajo asalariado productivo e improductivo, el trabajo en las economías mercantiles de supervivencia, las formas comunales andinas y amazónicas. Sobre esta base debemos producir un enriquecimiento del programa de la Revolución que el país reclama. De ahí que como parte de nuestras reflexiones presentamos el documento «Programa para la Transformación del Perú para el tránsito hacia el Socialismo», cuyos basamentos se entroncan el Socialismo Mariateguista, La Vida Plena Amazonica, el Buenvivir Andino y el derecho a la Ciudad.
Este esfuerzo teórico debe armarnos para una contraofensiva sistemática en relación al proyecto neoliberal, desenmascarar sus falacias, en particular la contradicción entre su discurso y sus resultados: mayor monopolización de las economías y concentración de la riqueza en el mundo, restricciones a la democracia y las conquistas sociales, intervencionismo, anulación creciente de la libertad real de los individuos por la creciente estandarización de la opinión pública, las necesidades, etc. En el terreno nacional hacer evidente su contradicción con la actividad cotidiana, productiva y cultural, de las mayorías. Sacar a la luz sus propias limitaciones económicas.
Recuperar credibilidad para el proyecto Socialista Mariateguista, renovado requiere hacer un balance marxista, y no liberal, de las experiencias fracasadas o truncas de construcción del Socialismo. Este balance debe apuntar a preservar el legado de las principales revoluciones del siglo XX y sus indudables conquistas: la democracia directa de los soviets en sus primeros años, la anulación de mecanismos directos de explotación capitalista, los intentos de planificación de la producción en función de las necesidades de la sociedad, el desarrollo de los servicios sociales… Asimismo sus aportes a la humanidad tanto como punto de apoyo decisivo para el desarrollo de la lucha de los trabajadores en todo el mundo, y por ende para las transformaciones que el propio capitalismo, ha sufrido a lo largo del siglo XX. Como en lo referente a su papel en la lucha contra el nazi-fascismo y el colonialismo.
Es indispensable retomar el debate en torno a la transición al Socialismo en países atrasados, problema central irresuelto de la mayoría de estas experiencias. A él se suman, en el terreno económico, el error de contraponer de manera absoluta planificación y mercado, la ausencia de una dinámica de innovación y aumento de la productividad, y en el terreno político, la identificación Clase-Partido-Estado, la anulación del pluralismo y por ende de la contraposición y disputa entre propuestas políticas globales, la anulación de la democracia directa en la base de la Sociedad, la ausencia de DD.HH. universales y de legalidad Jurídica.
Nuestro proyecto Socialista Mariateguista debe recuperar para la revolución, junto a los valores de la justicia y la igualdad, el tema de la Libertad en sus distintas dimensiones. En términos teóricos esto Implica tal como lo hizo Mariátegui en su momento, valorar el aporte no solo de Marx y Lenin, sino de las distintas filosofías de la vida y la voluntad. Afirmamos que siendo la nota esencial de la libertad humana el derecho a la Libre determinación su principal contradicción hoy es con un orden que condena a las mayorías a niveles infrahumanos y estandariza la vida a escala planetaria a través de la «mano invisible» del mercado. La igualdad no es homogenización, es el reconocimiento mutuo de la condición humana y a la vez del derecho a la diferencia. Nuestro socialismo debe ser la Utopía de la diversidad de los géneros, de las etnias y culturas, de los individuos.
Es necesario revalorar al interior de una concepción marxista de la vida y la historia el rol de los individuos y desarrollar la tesis de Marx que pone «la libre individualidad, fundada en el desarrollo Universal de los individuos y en la subordinación de su productividad colectiva, social, como patrimonio social, como el carácter distintivo de la sociedad comunistas, es decir sin clases». Desarrollar el trasfondo filosófico de la teoría del valor-trabajo que asigna al trabajo humano el carácter de ser la única fuente de la riqueza. Frente al liberalismo que trata de afirmar una identidad de propietarios en diversas capas sociales, nosotros debemos apuntar a construir en ellos una identidad de trabajadores, de productores. Pero asimismo hay que incorporar la moderna reflexión sobre la naturaleza y la critica a las teorías que fundamentan una relación meramente instrumental con ella.
En términos programáticos, debemos revalorar la democracia política (pluralismo, libertad de información, derechos humanos universales) como aporte al desarrollo de la libertad humana. Así mismo incluir en el terreno económico aquellos mecanismos que promuevan el desarrollo de la iniciativa, la innovación y el desarrollo de la producción en función de satisfacer las ilimitadas necesidades humanas. Todo esto manteniendo como piedra angular la afirmación que el desarrollo del conjunto de las fuerzas humanas -y no solo las fuerzas productivas- exige resolver la contradicción entre producción socializada y apropiación individual del excedente que se genera. Y que esto solo es posible bajo un régimen político que sea autogobierno de los trabajadores y de los pueblos.
El tema ideológico y situación Internacional es el vacío que tenemos (la izquierda y el movimiento popular) y que hay que abordarlo seriamente. La importancia de estos temas requiere un trato distinto como es el de promover un proceso de debate en el conjunto de la izquierda y el movimiento popular lo más amplio posible.
Convencidos de la necesidad de retomar el hilo conductor y de vinculo de relación con la sociedad, reconociendo que el Mariateguismo en su momento representó no solo ser la fuerza más grande de la izquierda revolucionaria peruana, sino sobre todo sangre y corazón de la revolución. Y considerándonos herederos del más grande pensador marxista peruano y latinoamericano, y comprometidos en retomar el camino del legado revolucionario socialista mariateguista, los invitamos a reencontrarnos nuevamente y fusionarnos con las nuevas generaciones que se han hecho presentes en la lucha de clases de nuestro y han producido hitos victoriosos, como el Arequipaso, Moqueguazo, Aymarazo, Baguazo, Congazo, Pulpinazo, que como dijimos al comenzar esta carta, en palabras de Tito Flores Galindo: «En el Perú, todavía existen quienes piensan que se puede agarrar la luna con la mana o tomar el cielo por asalto o arrebatar el fuego a Los dioses. Todavía hay quienes creen que las cosas pueden cambiar y que la revolución es posible».
Los propósitos que animan encontrarnos los podemos resumir en lo siguiente
1. Nuestro país es escenario de procesos de renovación, existen fuerzas para encarar y superar la crisis de la política. Pero esto solo es posible reconociendo sus reales características y dimensiones. La lucha entre lo nuevo y lo viejo se ha redefinido en estos años. No está en los discursos, ni en las imágenes mediáticas. Está en el ser social peruano, los pueblos amazónicos en el Baguazo nos dieron una enorme lección a este respecto. Se plantea entre quienes, atados a esquemas caducos, con un discurso «izquierdista» o «de derecha», poco importa, quieren seguir haciendo política en condiciones que ya no existen más; y quienes estamos dispuestos a iniciar una nueva «Iarga marcha» hacia el país real, hacia la vida concreta y para desde allí, construir poder popular. Para allí encarar la crisis integral, volver a aprender a hablar deI Socialismo y construirlo a partir de las prácticas materiales, los sueños y representaciones del Perú Popular Plurinacional del siglo XXI.
2. Quienes discrepamos de esta forma de ser izquierda agotada en el país, creemos esencial retomar la tarea de construir un proyecto estratégico de poder popular, priorizando los espacios locales y regionales, impulsando la resistencia activa de las masas y los pueblos, dándole concreción en las nuevas condiciones a la integralidad y la simultaneidad de las diversas formas de lucha. La experiencia acumulada acompañando la Cumbre de los Pueblos el 2008 y Rebelión Amazónica del 2008-2009, la Movilización Juvenil el 2014-2015, nos dan la clave a seguir y en eso va nuestro compromiso con la historia, retomado el legado y espíritu del Amauta José Carlos Mariategui.
3. La imperiosa tarea de repensar la identidad de la izquierda socialista mariateguista de hoy, y de avanzar en la tarea de construir el Programa del Socialismo Mariateguista, recogiendo las vertientes sociales de la Vida Plena Amazónica, el Buenvivir Andino, el Derecho a la Ciudad, así como el debate acerca de un nuevo tipo de Estado incorporando la plurinacionalidad.
4. En este camino forjar un referente político-programática de un nuevo tipo de unidad de los socialistas, para emprender una larga Marcha hacia el país real, dentro de la perspectiva de forjar las herramientas que la Revolución Socialista Mariateguista demanda, esto es dirección revolucionaria, sujeto social, frente, comunicación, formación, entre otras.
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