El Paro del 9 de julio fue la más importante respuesta obrera y popular, desde que se inició la nueva etapa de luchas que recorren el país, a la escalada de ataques desatada por el gobierno y la CONFIEP con el pretexto del «enfriamiento de la economía». El Paro fue acatado con contundencia en Arequipa, […]
El Paro del 9 de julio fue la más importante respuesta obrera y popular, desde que se inició la nueva etapa de luchas que recorren el país, a la escalada de ataques desatada por el gobierno y la CONFIEP con el pretexto del «enfriamiento de la economía».
El Paro fue acatado con contundencia en Arequipa, Cusco, Iquitos, Huancayo y Chiclayo; con bloqueos de carreteras, masivas movilizaciones y hasta choques con la policía. En otras localidades como Lima, sólo hubo marchas, algunas relativamente numerosas. A la vanguardia de la jornada se colocaron, casi en todo el país, los trabajadores de construcción civil, los municipales y estatales. Y en Lima destacó la presencia de numerosos sindicatos de base, de la Federación Minera y la Federación Textil, que en los últimos meses protagonizan movilizaciones. No hay informes de los sectores que pararon, pero en Lima –y todo indica que así fue en todo el país– no hubo paralización de labores sino solo concentraciones y marchas.
Así se cumplió con relativo éxito esta jornada que unificó la lucha que se extiende por todo el país, contra los ajustes del gobierno y la CONFIEP. Pudo haber sido una jornada combativa, y sobre todo con paralización de labores que es lo que realmente golpea a la patronal, si la dirigencia de la central se la hubiera propuesto. No fue así pese a haber sido convocado con cuatro meses de antelación, porque la dirigencia no realizó ninguna bajada a bases y no hizo nada para que garantizar el paro en los sectores que dirige, como Alimentos, Textiles y Mineros. Además, en lugar de fortalecer la unidad de la clase trabajadora para la lucha, la dirigencia se dedicó en todos estos meses a atacar a los sectores combativos e independientes con el fantasma de la «división». No obstante, todos los sectores, incluido los más afectados, como el PST señalado como «enemigo» por Mario Huamán, sumaron todos sus esfuerzos en torno al Paro poniendo en práctica el Frente Único, porque identifican claramente que nuestros verdaderos enemigos están en la vereda de enfrente.
¿Después del paro qué?
El Paro fue parcial pero la dirigencia saca la conclusión de que fue un triunfo y a partir de ahí deduce una perspectiva falsa. «La contundencia del Paro Nacional -dice Mario Huamán– plantea al gobierno y a los grupos de poder económico un espacio de diálogo para lograr acuerdos que permita alcanzar una justa distribución de la riqueza, que se exprese en aumentos de salarios y pensiones,… entre otros. («Después del Paro del 9 de julio», Diario Uno, 10.07).
La actitud del gobierno ante la limitada acción del 9 de julio se puede ver hasta en el desaire sufrido por la dirigencia encabezada por Carmela Sifuentes de la CGTP, que al acercarse a Palacio para entregar el pliego de demandas, no fue recibida por nadie. En estas circunstancias, es muy iluso pensar que luego del Paro, mediatizado por la propia dirigencia, ahora venga el «diálogo», y menos que menos las soluciones. Al contrario, en el marco de la extensión del enfriamiento de la economía, agravada por la crisis del propio gobierno, ni el gobierno ni menos ningún empresario están pensando aflojarle algo a los trabajadores. Al mismo tiempo que postergan sus inversiones y sus proyecciones de crecimiento, la patronal viene endureciendo su respuesta ante los reclamos obreros aplicando inclusive despidos. Y la perspectiva es de más endurecimiento patronal, y de más luchas.
Esto lo saben muy bien Mario Huamán y la dirigencia de la CGTP que después del paro no tienen ningún plan para continuar la lucha y por ello solo les queda alentar falsas expectativas.
Sin embargo, ellos ni siquiera tienen el objetivo de alcanzar la solución de las demandas ahora sino su preocupación está centrada en «acumular fuerzas» con vistas a las elecciones del próximo año. No es casual que en el mismo artículo mencionado Mario Huamán diga que » El Paro Nacional también ha sido un llamado a todas las izquierdas a unirse y constituir un solo referente con la finalidad de representar los cambios que la mayoría del país reclama». Y Carmela Sifuentes, por su parte, haya declarado, que «para derrotar a la derecha, los trabajadores y trabajadoras tienen que tener las cosas claras. Solamente con un programa común, y un solo candidato que surja desde el pueblo vamos a derrotar a la derecha neoliberal y mafiosa y vamos a construir el poder popular…» (Nota de Prensa de la CGTP colocada en su portal).
Repetimos: estos dirigentes no están pensando en derrotar al gobierno y a la derecha ahora y arrancar la solución de las demandas, sino en las elecciones del próximo año. Por ello, en lugar de un plan de lucha lo que preparan es su propia candidatura con el cuento de que desde el gobierno resolverán las demandas, como lo hicieron con Ollanta Humala. Esta es la política de Mario Huamán y de todos los grupos llamados de «izquierda» que se mueven en torno a él, donde algunos con ingenua sinceridad lo dicen con todas sus letras: «La tarea de hoy es construir candidaturas unitarias progresistas».
Estamos pues ante dos caminos. El que construye Mario Huamán y los grupos que lo rodean, inclusive montándose en acciones de lucha que mediatizan deliberadamente, y el de los sectores obreros y populares que luchan y continuarán luchando porque sigue la lucha del pueblo de Islay, sigue en pie el DS 013 y siguen sin solución las demandas.
¿Por qué para Huamán y los sectores de izquierda que lo rodean la opción son las elecciones y no las luchas?
Porque la candidatura que promueve Mario Huamán no es de izquierda sino de conciliación, o directamente patronal, revestido con el nombre de «progresista». El acuerdo unitario que promueve es con Lerner Gits, ex premier del gobierno de Humala y responsable del «Conga Va», y con Yehude Simons, ex premier del gobierno aprista y responsable del «baguazo». Estos señores son la carta de presentación con los que buscan el apoyo de la patronal o de un sector de ella para que los vean como una «izquierda responsable» que ofrece gobernabilidad y no la polarización que traería un gobierno de Keiko, Alan o PPK. Exactamente lo mismo que hicieron con Humala, a quien arrimaron el apoyo de la clase trabajadora con el cuento de que era «nacionalista y popular», con los resultados conocidos. Siendo este su proyecto no van a apoyar ni promover las luchas. Al contrario, intentarán montarse en ellas al estilo Paro del 9, para colocarlo al servicio de su proyecto electoral.
¿Qué hacer?
Pese a esta política lo que va a ocurrir de hecho es que las luchas van a continuar, del mismo modo que se han venido desarrollando a lo largo y ancho del país; en especial, la lucha que se desarrolla en el sur en torno por la cancelación del proyecto Tía María, y esto gracias a la acción que desplieguen dirigentes, activistas y luchadores de base, como ha sido hasta ahora.
Este movimiento se viene desarrollando desde la lucha contra la «Ley Pulpín» por fuera de la dirigencia de la central debido a su política conciliadora y desmovilizadora. Y fue parcialmente desmontada con el ataque de esa dirigencia a todos los espacios democráticos e independientes que surgieron para el desarrollo de esa lucha, con el pretexto del «divisionismo», y, por otro, con el intento de la cúpula de la central de controlar el movimiento convocando acciones medidas como el paro del 9. Ahora, todo volvió a la «normalidad».
Como se ve, lo que acá en realidad está en juego son dos orientaciones: los que ante los paquetazos del gobierno y la CONFIEP concilian y engatusan a los trabajadores con una salida electoral «progresista» con patrones; y las bases obreras y populares con una vanguardia de luchadores, que enfrentan sin tregua a los paquetazos y se proponen derrotarlos.
Por ello, sin dejar de poner en práctica la unidad de acción y el necesario emplazamiento a la dirigencia de la CGTP para que se coloque a la cabeza de la lucha, esta vez por otro Paro Nacional Combativo, seguirá recayendo sobre los luchadores y activistas la tarea de continuar las luchas y para ello la necesidad de fortalecer o poner en pie todos los organismos democráticos e independientes para unificar, coordinar y centralizar las luchas. Ahora, sobre todo, para continuar la lucha en apoyo a Islay.
Las elecciones
¿Esto significa ser antielectoreros? No. No estamos contra las elecciones. No se trata de subordinar o sacrificar las luchas y las demandas a las elecciones como hace Mario Huamán y la «izquierda» que lo rodea. Se trata de impulsar y continuar la lucha y junto a ella de construir una alternativa electoral que la exprese y se ponga a su servicio. Para ello, antes que correr detrás de los personajes patronales del «Conga Va» o del «baguazo», habría que unificar a la izquierda combativa y a los organismos sindicales, en torno a un programa que coloque en el centro las aspiraciones de fondo de la clase trabajadora y de los pobres, y lleve como candidatos a los que encabezan las luchas. Sólo así las elecciones podrían servir a los intereses de los trabajadores, no el electorerismo y «la vida por una curul» que moviliza a más de uno de estos personajes de «izquierda».
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