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Elecciones en Haití

Paremos esta ofensiva macabra

Fuentes: Rebelión

A las fuerzas democráticas: El domingo 9 de agosto último, después de cuatro largos años, tres elecciones ignoradas y siete series de carnaval, el gobierno Martelly/Lamothe/Paul, finalmente aceptaron realizar la primera vuelta de las elecciones legislativas. A pesar de las tímidas tentativas de la Comunidad Internacional de convencer de lo contrario, no hay duda alguna […]

A las fuerzas democráticas:

El domingo 9 de agosto último, después de cuatro largos años, tres elecciones ignoradas y siete series de carnaval, el gobierno Martelly/Lamothe/Paul, finalmente aceptaron realizar la primera vuelta de las elecciones legislativas. A pesar de las tímidas tentativas de la Comunidad Internacional de convencer de lo contrario, no hay duda alguna de que estas elecciones fueron de las más fraudulentas de la nueva era de la democracia haitiana.

No se trata aquí de enumerar las diversas irregularidades que las han caracterizado, pues este espacio no sería suficiente para ello. Tampoco se trata de emitir quejas. El combate por la justicia y por la igualdad deja poco lugar a los gemidos y las lágrimas. El momento no es para los desahogos. No tenemos ni el tiempo y menos el deseo de dejarnos ganar por la angustia o el desaliento.

«La política es la actividad humana fundamental, el medio por el cual la conciencia individual se contacta con el universo social y natural en todas sus formas» (1). Sin embargo, como para muchas otras actividades ligadas al conjunto de la sociedad, ha perdido su esencia en nuestro país. Se ha transformado en la expresión de apetitos individuales y la de la degradación colectiva.

Haití hoy se caracteriza por indicadores de la bancarrota y pobreza absoluta. Nos roe el hambre, estamos subsumidos por la violencia ciega de las calles, en los barrios y las familias. La corrupción, la droga y la acelerada destrucción de nuestro entorno, la fealdad que rodea nuestras ciudades, se han transformado casi en rasgos característicos de nuestro país. Las opciones que se abren en el horizonte para nuestra juventud, son tan magras como desesperantes: unirse al hampa, aferrarse a un «jefe» o «encontrar una visa».

En el plano económico, la situación es todavía más catastrófica. Los magros recursos fueron dilapidados, sea en obras de caridad sin impacto en la economía real, sea para engrosar las arcas de los nuevos barones.

¿Por qué pues este empecinamiento de las oligarquías haitianas y de la Comunidad Internacional a mantener y reproducir a cualquier precio este modelo que es la expresión misma del fracaso? Este modelo que absuelve sin ningún juicio a los traficantes de drogas y los criminales?

La respuesta a esta cuestión, debe de ser abordada desde el triple punto de vista ideológico, político y económico. En primer lugar tenían (y tienen) que domesticar a esas masas populares cabezas duras como mulas, cuya irrupción en la escena política ha sido mal vista por los detentadores del poder tradicional.

La Comunidad Internacional y la oligarquía haitiana, «como traperos que hurgan interminablemente en montones de basura han cavado juiciosamente en las heces más hediondas para extraer» a una figura popular carente de toda conciencia nacional. Así hace falta salvarla, preservarla e intentar lo imposible, es decir mejorarla.

Por otro lado, esta experiencia ha permitido a un amplio sector de esta burguesía descapitalizada, decadente y decrépita, de volver a enriquecerse gracias a los sobornos, a las sobrefacturaciones, a los contratos sin llamados a concurso de este poder corrupto pero gracias también a los dones espléndidos ofrecidos por el tráfico de estupefacientes.

Este camino apunta también a evitar que quienes se han enriquecido de manera insolente y deshonrosa bajo la mirada y las espaldas de este pueblo hambreado y desesperado, sean juzgados y castigados por sus crímenes. Muchos son los que ya se han fugado con sus fortunas encajonadas.

Queremos llamar a todas las fuerzas progresistas y democráticas de la nación, sobre todo a las que fueron recuperadas y que creen que tienen alguna posibilidad en esta supuesta segunda ronda.

Esta oportunidad les fue ofrecida no en reconocimiento a su mérito real, sino en un proceso de legitimación del avance de la oligarquía sostenida por la internacional. Lo que parecía ser «grasa en las piernas» de hecho no es más que una copa de cicuta destinada a neutralizar a los que acepten. Se trata de conseguir que todo el mundo entre en el embudo, y una vez atrapado en el segmento estrecho, sólo queda seguir adelante, ya que no hay más posibilidad de retorno.

En el mejor de los casos todo ocurrirá como lo deseaban, como lo habían planificado. En el peor de los escenarios, habrá contestaciones que afectarán (otra vez) a las instituciones, la estabilidad y la vida de los haitianos y las haitianas. Pero que esto pase, les importa poco. No hemos escuchado acaso a un embajador declarar, que no importa si las elecciones salen bien o mal, lo que importa es que se hagan.

Compañeros de las fuerzas democráticas:

*Paremos esta ofensiva macabra.
*Paremosnos frente a esta nueva «coalición de las élites».
*Construyamos por una vez el Reagrupamiento por la defensa de la Voluntad popular y para rechazar este nuevo equilibrio del tablero político construido a golpe de plata y fraude.
*Trabajemos para la edificación de una democracia basada ante todo sobre valores republicanos.
*En política, toda medida es una anticipación de la realidad y nada bueno puede salir de lo que acabamos de vivir.

Notas

(1) Antonio Gramsci citado por Eric Hobsbawn, «how change the world».

(2) «Journal francais» de junio de 1793 citado por Max Gallo en revolución francesa tomo ll.

(3) El filósofo griego Sócrates fue condenado a muerte tomando el veneno cicuta silvestre por expresar sus ideas contrarias a las creencias de la época.

Jean Hénold Buteau es Médico, hombre político.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.