Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
El hecho de haber estado en Grecia antes y después de las últimas elecciones y de haber leído la mayoría de los comentarios escritos sobre ellas en el extranjero (aunque también algunos escritos en Grecia) me produce una sensación de asombro, de discrepancia, hasta el punto de que me pregunto si estos textos hablan verdaderamente del mismo acontecimiento que acabo de presenciar. Supongo que no debería sorprenderme ya que la situación que estamos viviendo es extremadamente multifacética e inédita, y los modelos de los que disponemos para analizarla y explicarla no son adecuados. Así pues, en este texto no pretendo ofrecer la «auténtica verdad» o la «imagen total» como opuesta a una «falsificación», sino que trataré de proporcionar una punto de vista adicional desde el que leer esta complejidad.
En vista del resultado de las elecciones muchos comentaristas parecen expresar un sentimiento de desesperación por lo que consideran un «asunto macabro que llevó al funeral del primer gobierno de izquierda radical de Europa en una generación»». Otros, que no desean ceder al pesimismo, tratan de ahondar en la aritmética y las cifras electorales, y mencionan el alto índice de abstención para demostrar que «los medios se equivocan al presentar la victoria de SYRIZA como la ratificación de la austeridad por parte del pueblo griego» [1]. De hecho, es equivocado, pero no por la razón antes mencionada. Ambas versiones, tanto la «pesimista» como la «optimista», se basan en la lectura literal tanto de las cifras electorales como de los objetivos y programas declarados de los candidatos. Pero eso no es todo. Hay que tener en cuenta que en política (como en todo) gran parte de la comunicación se lleva a cabo tácita o indirectamente, incluyendo la comunicación que consiste en que «el pueblo expresa su voluntad soberana», especialmente ahí. En política también funciona algo denominado intimidad cultural (según un término acuñado por el antropólogo Michael Herzfeld, que durante muchos años investigó precisamente en Grecia) [2]. El término intimidad cultural es un término rico y delicado, pero en este artículo lo utilizaré para indicar este subtexto generalmente invisible que complementa y posiblemente transforma/altera lo que se dice abierta y públicamente.
En modo alguno hablo de algo místico o sobrenatural. La intimidad política también se puede expresar en cifras, siempre que planteemos las preguntas correctas. Entonces muchas cosas pueden parecer diferentes según adónde decidamos dirigir la mirada. Por ejemplo, inmediatamente antes de las elecciones una agencia de encuestas (no griega) planteó algunas de las preguntas correctas a las personas encuestadas en una encuesta de opinión en Grecia. Una de estas preguntas: «¿Cree usted que se debe implementar el Memorando de Entendimiento entre Grecia y las entidades crediticias?». Estos son los resultados que obtuvieron, considerados «sorprendentes» por la propia agencia:
«Sorprendentemente, un 64% cree que no se debe implementar el tercer Memorando de Entendimiento , lo que muestra una gran desconfianza en la capacidad de todos los partidos políticos que se comprometieron a implementarlo plenamente. Además, el 79% cree que el Memorando de Entendimiento no mejorará las condiciones económicas y sociales en Grecia , lo que deja solo un 15% que cree lo contrario. Ambas cifras demuestran que en los años anteriores los ciudadanos griegos ha adquirido la suficiente experiencia acerca de lo que significa la implementación o acerca de si esta implementación y las exigencias que van unidas a ellas afectan a los resultados económicos y a la estabilidad social . No obstante, las respuestas a ambas preguntas envían un claro mensaje al siguiente gobierno y en general a toda la clase política griega y a la Eurozona» (la negrita en el origina, la cursiva es mía).
Por mi parte, lo único que me parece sorprendente de estos resultados es que exista un 15% de personas que creen seriamente que el Memorando de Entendimiento va a «mejorar las condiciones económicas y sociales de Grecia». Por lo demás, iría incluso más lejos y añadiría que la primera cifra (que, como ya se habrá notado, coincide más o menos con el porcentaje del OXI [NO] en el referéndum del 5 de julio) no sólo muestra una «gran desconfianza en la capacidad» de «todos los partidos políticos que se comprometieron» a aplicar plenamente el Memorando, sino que muestra una gran confianza en la falta de voluntad de un partido político en concreto (precisamente el que se había comprometido) de aplicarlo. En todo caso, esto muestra que la sociedad griega está mucho menos desesperada que sus (autoproclamados) abogados ya que, de hecho, «ha adquirido suficiente experiencia acerca de lo que significa la implementación». Por cierto, esta es una expresión bastante inusual en lenguaje a menudo tecnocrático de las encuestas: de hecho, ¿que significa implementación? Y ¿cual es la experiencia que el pueblo griego tiene de ella?
Esta experiencia podría ser, precisamente, otro nombre para la intimidad cultural o uno de sus objetos privilegiados. Una de las principales preocupaciones de Herzfeld es, de hecho, la distancia/alteración que estructural e inevitablemente interviene entre la proclamación formal de una ley (o de un principio o de un acuerdo) y su aplicación, tal como lo expresó recientemente precisamente en el contexto de una discusión acerca de la crisis y la corrupción en Grecia y en Europa:
«Nadie examina las raíces simbólicas de la corrupción. Es un término firmemente arraigado en la tradición judeo-cristiana (la corrupción de la carne) y yo no creo que ningún Estado pueda funcionar bien sin una cierta cantidad de lo que se podría describir como la capacidad de los ciudadanos para «manipular» la leyes de manera que se haga soportable la vida» (la cursiva es mía).
La experiencia del pueblo griego les enseñó que nadie debe esperar que en un futuro próximo el Consejo Europeo diga: «OK, chicos, se acabó la austeridad en Grecia (y en Europa)». Por ello, es inútil que se exponga un solo país al insistir en exigir precisamente eso; aún más, esa exigencia sólo exacerbaría la insistencia obsesiva de los llamados «socios» en sus medidas punitivas.
Quienes interpretan el resultado como un producto de la «decepción, […] la apatía polítical o el cinismo», sólo se convencerían de que este no es el caso si los votantes griegos hubieran preferido a la «Unidad Popular» (una nueva formación creada por políticos escindidos de SYRIZA, a la que acusan de de traición). Si la gente todavía estuviera dispuesta a luchar contra la austeridad, tendría ante sí una amplia selección de partidos que anunciaron en sus consignas una lucha contra la austeridad y contra la UE, con lo que podría haber seguido a uno de ellos. Esto suena convincente sobre el papel. Pero en la práctica, la gente sabía que votarlos solo significaría empezar una vez más lo que ya hemos experimentado y probablemente en términos aún peores esta vez. Y es que, supongamos que «Unidad Popular» hubiera conseguido el 40%. ¿Qué ocurriría entonces? Se nombraría otro primer ministro de izquierda, que tendría que ir a Bruselas a negociar un acuerdo. En ese caso, este nuevo primer ministro o primera ministra se enfrentaría al mismo chantaje al que se tuvo que enfrentar Tsipras y estaría igual de desarmado ante él, si no más. Mientras tanto, la situación financiera seguiría deteriorándose, sin que hubiera como contrapartida una aparente ganancia a la vista.
Por consiguiente, desde mi punto de vista, el bajo porcentaje de viejos y nuevos partidos antiausteridad/anti-EU no es un signo de resignación, sino de prudencia, de la prudencia de abandonar estratégicamente un frente cuando ya no se puede defender y dedicar sus fuerzas a propósitos más fructíferos. Aceptar una pérdida que es inevitable e irreversible no es derrotismo, es una condición previa para terminar el duelo y aprender a vivir otra vez con lo que se te ha dejado. Así pues, tal como yo lo vi, la multitud en Grecia no aprobó la fatalidad de la austeridad. Simplemente abandonó la fantasía modernista de apoderarse de la nación-Estado y gobernarla mejor, aprobar mejores leyes, etc., y decidió trabajar en otra vía para el futuro inmediato: la vía de escapar del Estado, (incluidas las organizaciones interestatales) y sus leyes. En la expresión de otro antropólogo [3], la vía de la realización del «arte de no ser gobernado».
Notas
[1] Las citas son de los medios sociales. Prefiero no dar los nombres de sus autores ya que puede que no quieran que sean públicos, pero puedo asegurar que ambas citas son auténticas.
[2] Véase Michael Herzfeld, Cultural Intimacy: Social Poetics in the Nation-state , New York & London, Routledge, 2004 [1997].
[3] James C. Scott, The Art of Not Being Governed. An Anarchist History of Upland Southeast Asia , Yale University Press, New Haven & London, 2009.