Lo que hay en el fondo de la que podríamos llamar «la nueva cuestión alemana» es que un Estado-nación ejerce su hegemonía en un conjunto de países que están (teóricamente) en un proceso de integración económica y hasta política. Supranacional. El Estado-nación tiene intereses «nacionales» que defiende sistemáticamente, expresa como tal Estado una determinada matriz […]
Lo que hay en el fondo de la que podríamos llamar «la nueva cuestión alemana» es que un Estado-nación ejerce su hegemonía en un conjunto de países que están (teóricamente) en un proceso de integración económica y hasta política. Supranacional. El Estado-nación tiene intereses «nacionales» que defiende sistemáticamente, expresa como tal Estado una determinada matriz de poder y una determinada alianza de clases, cuya expresión más visible es el Gobierno de coalición entre la democracia cristiana y la socialdemocracia, a la que hay que añadir -no es un dato menor- una parte significativa de los sindicatos. (Manolo Monereo 2015)
El doble objetivo de esta breve nota es recomendar, no sin alguna crítica y observación puntual, el nuevo libro de Jean-Luc Mélenchon, El arenque de Bismarck (El Viejo Topo, 2015, prólogo de Pablo Iglesias, epilogo de Manolo Monereo, traducción -excelente en mi opinión- de Juan Vivanco) y dar breve cuenta, tomando pie en el propio Mélenchon, del tema de la deuda (o deudas) alemana impagada. La finalidad: disolver algunas confusiones sobre el tema, sobre una cuestión que, sabido es, ha sido y sigue siendo de enorme importancia económica, política e incluso -o sin «incluso»- cultural.
De lo primero, de la recomendación, basta la explicación del autor, las palabras con las que abre el libro: «Esto es un panfleto. No es un libro erudito. El tono y el estilo son los propios de la polémica. Me propongo atravesar el fofo blindaje de loas y embelesos con que se arropa la legión de comentaristas hipnotizados por Alemania».
Las razones de su intervención en estos momentos: «Me he decidido a escribir después de haber visto el trato odioso que está dando la dirigencia alemana al gobierno de Alexis Tsipras y al pueblo en cuyo nombre habla. Se ha dado la vuelta de tuerca. Arrogante como nunca, Alemania recurre a la brutalidad, el chantaje y el castigo contra quienes no cumplen al dedillo las normas que ha logrado imponer. Una nueva temporada de crueldad acaba de empezar en Europa».
No hay nada que oponer al tono. Nada. El estilo, en ocasiones, le juega a Mélenchon una mala pasada. Sucintamente: Francia, vista como un todo, es elogiada casi siempre (en exceso mi opinión, por ejemplo, la época de Miterrand); Alemania, también mirada o pensada como una unidad, es descalificada globalmente y sin necesarios matices (no digo siempre, digo algunas, bastantes veces). Un ejemplo: «En efecto, los alemanes son los menos indicados para acusar a los griegos de no pagar la deuda» (p. 121). ¿Los alemanes, Alemania como totalidad… o el gobierno alemán, sus apoyos, algunos de sus partidos, sus medios de intoxicación (que no son todos), las instituciones de las élites y sus diversas prolongaciones?
Incidiré sobre ello en una nota posterior. En todo caso, que nadie entienda este comentario como una enmienda a la totalidad del libro de Mélenchon. Nada de eso. En mi opinión, es un libro-panfleto de obligada lectura (sin olvidar los regalos complementarios que lo abren y cierran)
Antes de entrar propiamente en la deuda: hace años, entre nosotros, también un socialista internacionalista y activista arriesgado vindicó el panfleto. Al conjunto de trabajos que seleccionó para la publicación de una parte de su obra los tituló «Panfletos y materiales». Un panfleto, dos aproximaciones de 1983, era esto:
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