El jueves me quedé dormido en frente del televisor a las 3 am, siguiendo el conteo de los votos del referendo cuyo resultado puso en jaque la estabilidad económica de toda Gran Bretaña. Los resultados parciales iban muy parejos y me dormí pensando en que, irónicamente, el Reino Unido estaba más dividido que nunca. Me […]
El jueves me quedé dormido en frente del televisor a las 3 am, siguiendo el conteo de los votos del referendo cuyo resultado puso en jaque la estabilidad económica de toda Gran Bretaña. Los resultados parciales iban muy parejos y me dormí pensando en que, irónicamente, el Reino Unido estaba más dividido que nunca. Me desperté recién a las 7 am. Leí en los diarios el resultado y confirmé el efecto (siempre inmediato, ya que los mercados financieros son monstruos que nunca duermen) de Brexit en la libra esterlina: abajo un diez por ciento. Ese es el primero de los pagos de la fiesta, pensé: la fiesta de la independencia. Parece absurdo: cuando la economía funciona bien el pueblo, en su afán asegurar la continuidad de su holgado presente, termina eligiendo un terreno de caza desconocido cuyo primera acción visible es la del disparo en su propio pie.
¿Qué pasó ayer en el Reino Unido? Según la encuestadora YouGov, Brexit ganó debido al voto de los mayores a 50 años. Un compañero inglés del banco en el que trabajo en Londres (banco que, por cierto, es un banco europeo) me contó que desde hacía semanas estaba peleado y sin hablar con sus padres. Ellos, que vivieron toda su vida en un pueblo en el interior de Inglaterra, nunca sufrieron serios problemas económicos ni tuvieron incidentes con los inmigrantes. «Son los inmigrantes», me contó que le decían. ¿Estarán repitiendo, quizá, lo mismo que dicen sus líderes políticos desde las pantallas de los televisores? «Son los inmigrantes, y además estamos bien pero podemos estar mejor». ¿Ganaron algo con Brexit? ¿Hay algún ganador en esta gran embarrada? ¿Serán acaso esos ganadores los hedge funds que financiaron la «leave campaign» y que seguramente apostaron la baja de la libra? Dudo mucho que los padres de mi compañero inglés sean traders en ninguno de estos fondos. Pero Brexit ganó debido al voto de los mayores a 50 años. Gente con miedo, desinformada, asustados como niños ante un monstruo invisible que no vive debajo de la cama sino que se amontona en las fronteras. Un monstruo que viene para quitarles el trabajo.
Hace una semana, un fanático pro Brexit asesinó salvajemente a una MP (miembro del Parlamento). Pero son los inmigrantes, allí está la verdadera amenaza. ¿Hay algo de cierto en todo esto? Es muy interesante escuchar la otra parte, es decir, a sus hijos: la población joven, profesional y post-guerras del Reino Unido. ¿Se sienten amenazados por los inmigrantes? Jamás escuché nada similar. ¿Se sienten inseguros en la Unión Europea? Posiblemente, así como también se sienten inseguros sobre la economía mundial en general, y sobre la crisis de deuda soberana que amenazan mucho más que cualquier inmigración. ¿Están dispuestos a renunciar a la libre circulación por sus países vecinos (siempre en busca del sol que tanto escasea en Inglaterra), en pos de adentrarse en el terreno de lo desconocido? No, por supuesto que no. ¿Se sintieron traicionados hoy, el día que fue llamado «viernes negro» en contra de su voluntad? Sí, totalmente traicionados. ¿Cuál es ese cambio que tanto ansían ver sus padres? ¿Cuál es la tentadora promesa en Brexit? Ninguna, porque la realidad es que no son los inmigrantes. Es un grupo minoritario que invoca fantasmas y escupe promesas en forma de espejitos de colores. Ni el primer mundo resiste a la falacia del cambio.
Es la política, estúpido. El fin justifica cualquier medio, incluso si esos medios llevan al propio fin. Ayer a las 8 de la mañana, mientras viajaba en DLR al banco, leí en el diario que David Cameron, el Primer Ministro, anunciaba su renuncia. Aplausos para la ironía: la promesa de llamar a este referendo fue lo que le permitió ganar las elecciones hace algunos años. Y hoy anunciaba su renuncia. Mientras, los líderes que apoyaron la leave campaign festejaban. Y la gente… bueno, nadie parecía entender nada. La libra esterlina tocó sus valores mínimos en treinta años. Ni siquiera llegó a caer tanto durante la crisis financiera de fines de la década pasada. La cereza del postre: según The Washington Post, los ingleses se pasaron todo el día investigando en Google acerca de qué es la Unión Europea. Enterándose, imagino, que cuando quieran viajar y tengan que consumir en el exterior ya son, por lo pronto, el diez por ciento más pobres. O bien, leyendo noticias sobre bancos europeos que analizan abandonar Londres. Empezando a preguntarse quienes, a falta de inmigrantes de países europeos, se van a encargar ahora de atender en los restoranes, en los shoppings, de la limpieza. Mientras, quienes van a sufrir los verdaderos efectos económicos y laborales en el mediano o largo plazo van a ser sus hijos con quienes, a pesar de todo, siguen enfrentados.
Ayer atestigüé al Reino Unido transformado en un Reino Dividido. Fraccionado, principalmente, por un odio injustificado. En Argentina muchas veces escuché la expresión «votar desde el bolsillo». Pareciera ser que cuando la economía anda sobre ruedas los pueblos votan desde el odio. O desde la fantasía de la promesa de un cambio. El Reino unido está cada vez más dividido, y la juventud se ve obligada (una vez más) a escuchar desde la voz de la experiencia la frase «al menos cambiamos».
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