A mediados de octubre, luego de una breve visita a Libia -mejor dicho a los despojos de Libia-, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos formuló declaraciones sobre la situación de los refugiados en dicho país. Dijo lo que ya se sabía hace tiempo: que miles de personas están detenidas arbitrariamente […]
A mediados de octubre, luego de una breve visita a Libia -mejor dicho a los despojos de Libia-, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos formuló declaraciones sobre la situación de los refugiados en dicho país. Dijo lo que ya se sabía hace tiempo: que miles de personas están detenidas arbitrariamente en diversas partes del territorio y sufren torturas y otros maltratos, que grupos armados matan a hombres y mujeres o los tienen como rehenes. Y que poco o nada de esto aparece en los grandes medios de comunicación.
Se refirió en particular a la situación de los migrantes, que calificó de alarmante y son víctimas de los mismos tratamientos inhumanos y de toda clase de abusos.
A las declaraciones del Alto Comisionado hay que agregar que periodistas de CNN han logrado filmar el remate de migrantes como esclavos.
Esta situación incalificable es en buena parte el resultado del pacto criminal celebrado entre la Comisión Europea y el gobierno fantoche de Libia, cuyo territorio en los hechos está controlado por bandas armadas criminales.
Esta es la «residencia» -mejor diríamos la «solución final»- que ha encontrado la Unión Europea, para quienes tratan de huir del caos creado por los mismos europeos en Africa y en Asia Menor (1), intentando atravesar el Mediterráneo y pereciendo ahogados miles de ellos en el intento.
Dicho pacto ha consistido en pagar algunos millones de euros al gobierno libio para que retenga en su territorio (en las condiciones descriptas por el Alto Comisionado) a quienes tratan de llegar a Europa.
Evitándose así la Unión Europea cumplir con la obligación humanitaria de conceder asilo a quienes, pese a todo, de otro modo lograrían hacer pie en territorio europeo.
Y evitar también en lo posible a la civilizada Europa el espectáculo «políticamente incorrecto» de los cadáveres de mujeres, hombres y niños que se recogen en aguas del Mediterráneo o «contaminan» sus playas.
Si la Corte Penal Internacional tuviera un mínimo de independencia, los líderes europeos, en lugar de estar en Bonn participando con total hipocresía del show climático deberían estar sentados en el banquillo en La Haya acusados de participación necesaria en crímenes contra la humanidad y genocidio.
Nota
(1) No sólo el caos creado en los últimos decenios con guerras de agresion y de despojo de los recursos naturales sino como resultado de siglos de colonialismo genocidario. Véase: TPP sobre las violaciones con impunidad de los Derechos Humanos de las personas migrantes y refugiadas (https://www.alainet.org/es/a
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