En Latinoamérica los así llamados gobiernos progresistas fueron precedidos por movimientos sociales. Fue la Guerra del Agua y del Gas lo que posibilitó el ascenso de Evo Morales a la presidencia como jefe del Estado Plurinacional de Bolivia. La llegada de los Kirchner a Argentina es incomprensible sin el «que se vayan todos» después de […]
En Latinoamérica los así llamados gobiernos progresistas fueron precedidos por movimientos sociales. Fue la Guerra del Agua y del Gas lo que posibilitó el ascenso de Evo Morales a la presidencia como jefe del Estado Plurinacional de Bolivia. La llegada de los Kirchner a Argentina es incomprensible sin el «que se vayan todos» después de la política del «corralito» que llevó a los piqueteros a derrocar a cinco presidentes incluyendo a dos peronistas. El ascenso de Rafael Correa en Ecuador, un economista autodenominado como católico-marxista, estuvo precedido por la insurgencia indígena de la CONAIE y el derrocamiento de tres presidentes, uno de ellos destituido por incapacidad mental.
Los movimientos sociales y los gobiernos surgidos de la voluntad popular corren a veces de manera paralela como el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil al inicio del mandato de Lula. O como cuando Evo Morales fundó el Viceministerio de Coordinación con Movimientos Sociales, algo que ni el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, implementó. Otras veces de manera perpendicular o como asíntotas.
La pregunta entonces para la diversidad de movimientos sociales no es qué va hacer el Presidente López Obrador sino qué vamos hacer nosotros. El amplio espectro de luchas sociales que van desde el feminismo hasta las luchas autonómicas pasando por las ecológicas y todo tipo de resistencias, pero también de propuestas que podríamos sintetizar en luchas por la vida deben construir y mantener su propia agenda, sería un suicidio si se subordinan al gobierno como ocurrió en Brasil y Argentina.
La movilización social impidió el gasolinazo progresista en Bolivia que el vicepresidente Álvaro García Linera había decretado y la construcción de la carretera que atravesaría el TIPNIS, en la amazonía boliviana, por mencionar los casos más emblemáticos. En el Ecuador de Correa también las organizaciones indígenas y universitarios ecologistas, principalmente, han lograron parar el proyecto extractivo Yasuní-ITT. Pero no quisieron o no pudieron detener el surgimiento de la República de la Soya que incluye los territorios de Bolivia, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. El el MST tiene un proyecto agroecológico que fue desdeñado por el PT y los intereses del agronegocio han predominado por sobre la soberanía alimentaria de los países cuyos gobiernos de izquierda se dedicaron prácticamente a administrar el neoliberalismo aunque las constituciones emanadas de los Estados Plurinacionales de Bolivia y Ecuador avanzaron en el reconocimiento a los derechos de la madre tierra.
Por lo tanto los movimientos sociales mexicanos deben aportar a la Cuarta Transformación su crítica constructiva y propositiva. Revertir todas las reformas estructurales sólo será posible con la movilización frente a los poderes fácticos y no con la sumisión al gobierno en turno. La defensa de los territorios indígenas ante la minería y el extractivismo en general, como en los casos de la construcción del llamado Tren Maya o el Corredor Transístmico, es un derecho de las comunidades reconocido por el Convenio 169 de la OIT que no es necesario atropellar en aras del «desarrollo». Urge un plan frente a los feminicidios que no puede provenir exclusivamente de las instituciones del estado esencialmente patriarcales.
Algo que debe quedarle claro al presidente de la IV Transformación es que no puede perdonar a nombre del Estado las desapariciones, torturas y asesinatos realizados por las fuerzas armadas o por razones de estado. Por muy buenas intenciones que tenga el perdón sólo puede ser otorgado por las víctimas, pero antes tienen derecho a la verdad. Sólo se puede perdonar a quién lo ha solicitado y eso no ha ocurrido aún. En síntesis, los movimientos sociales en la IV Transformación deben redoblar sus esfuerzos aprender de los errores de los gobiernos progresistas. Los espejos de Brasil y Argentina nos obligan a ir más allá de las decisiones de estado. Ese es el reto de la sociedad mexicana y sus movimientos sociales.
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