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Ganó el poder

Fuentes: Andalucía Libre

Cerradas las urnas y contados los votos, llega la hora del balance. Es el momento de iniciar la reflexión -mirando la realidad de frente- y extraer las primeras conclusiones. El Sí a la Constitución europea ha ganado el Referéndum. Recordarlo ahora y en los días futuros es algo más que una obviedad. El SI ha […]

Cerradas las urnas y contados los votos, llega la hora del balance. Es el momento de iniciar la reflexión -mirando la realidad de frente- y extraer las primeras conclusiones.

El Sí a la Constitución europea ha ganado el Referéndum. Recordarlo ahora y en los días futuros es algo más que una obviedad. El SI ha ganado en Andalucía (83,24%, sobre votantes), en el conjunto del Estado (76,73% id) y en todas las otras naciones, con distancia.

Es verdad que en Cataluña y Euskadi su victoria es menos aplastante, pero no por ello deja de ser holgada. El NO ha ganado en Marinaleda (70% de noes, con un 70% de participación de su censo de 2.140 electores) y también en algunos pueblos de Euskadi, lo que puede ser gratificante como anécdotas pero no altera políticamente el resultado.

Ciertamente, el SI -que era un sí alienante, de sumisión a todo lo existente- no puede alegar que su victoria haya sido triunfal. La altísima abstención producida (59,32% nacional; 57,68% estatal), la mayor de todas las convocatorias electorales habidas desde 1977 y una de las más altas a nivel continental, restan lustre a su triunfo y especialmente a su convocante: el PSOE de Zapatero. Cabe decir que un resultado con tan mayoritaria abstención carece de legitimidad. Menos acertado resulta limitarse a afirmar que ha ganado la abstención porque eso, sin otros acompañamientos, no significa nada en la practica. Esa abstención esencialmente pasiva no es ni será obstáculo para todo lo que significa el SI -ya descrito en este Boletín- como proyecto neoliberal europeísta y españolista, empezando por la próxima ratificación parlamentaria del Tratado europeo.

Es pertinente recordar que el SI en Andalucía sólo ha sido realmente apoyado por el 33,6% del censo electoral; para contener así el triunfalismo forzado de la coalición europeísta PSOE-PP-PA y de sus propagandistas a sueldo. Pero también es obligado tener en cuenta que, aplicando idénticos parámetros, el 11,64% del NO en relación con los votantes se convierte en un modestísimo 4,7% del total de población residente en Andalucía con derecho a voto. Es decir, sólo el 4,7% del censo se identificó lo suficiente con el rechazo al modelo neoliberal y dependentista y resistió presiones y adversidades como para ir a las urnas a votarle NO. Es momento también de anotar en la libreta -para recordatorio futuro- el apoyo al SI de CCOO-UGT o UPA o el clamoroso silencio de COAG.

Este NO, aparte de débil, es autónomo y plural. No tiene padre ni representante político único. Los 280.000 noes duplican ampliamente los votos obtenidos en las ultimas elecciones europeas por IU y PSA; las formaciones con mayor respaldo electoral que apoyaban el NO en este referéndum en Andalucía. Incluso puede discutirse hasta que punto la identificación del NO con IU -al ser la única fuerza que defendía esta postura con acceso televisivo, por menguado que fuere- y el insistente empeño del PSOE por ponerle al NO la cara de Valderas o Romero, han jugado en contra del rechazo, restándole coherencia, credibilidad y capacidad de atracción.

Recordar las trampas de la campaña gubernamental y las desigualdades inherentes al proceso electoral puede ser un saludable ejercicio pedagógico a la hora de ilustrar cómo funciona el Régimen pero no tiene sentido utilizarlas como excusa. Son barreras permanentes y por tanto hay que contar con que persistirán hasta el día en que comiencen a ser sorteadas o destruidas por una izquierda fuerte.

Mayor interés, a escala coyuntural, tiene reflexionar autocríticamente sobre las carencias expositivas de la campaña del NO. Frente a la desfachatez del SI, ha faltado quizá en una parte de los defensores del NO, osadía para vincularlo directamente a la realidad cercana (paro, precariedad, cierres, coste de la vida, inmigración creciente…) y a las perspectivas inmediatas pasadas (astilleros) y futuras (Santana, agricultura) y han sobrado generalidades y «pensamiento políticamente correcto». De igual modo cabe reflexionar sobre la planificación de los tiempos en la aplicación de la campaña y si no se podrían haber obtenido otros resultados de haberse iniciado antes -concentrando fuerzas en ella desde 2003- y haber predominado contenidos más específicos y nacionales. A modo de referencia en negativo, los resultados en San Fernando o Puerto Real -localidades especialmente afectadas por las luchas de astilleros- o Linares -sede de la amenazada Santana- que no se salen de la tón
ica nacional, apuntan quizá por ahi. También es discutible que la insistencia de IU y algunos otros sectores políticos del NO en el lema «Otra Europa posible» como eje de campaña -recurso para no ser tachados de antieuropeos y darse un toque de posibilismo, en coherencia con sus respectivas estrategias- sea eficaz y operativo como antídoto para combatir el papanatismo europeísta en nuestras circunstancias nacionales.

En un plano más general, los resultados obtenidos por el SI, la Abstención y el NO, describen la situación social y la correlación de fuerzas políticas y sociales en presencia en nuestra Nación. En una ocasión como esta -donde podían converger tantas insatisfacciones- los apoyos recibidos hablan por si mismos no sólo sobre los limites actuales de enraizamiento, militancia e implantación social de todos los que hemos defendido el NO sino también sobre la necesidad de construir un programa y un proyecto global nacional articulado. Cuestión aparte es el debate sobre cómo hacerlo; con qué política y con qué soportes, que estos resultados deberían animar sobremanera.

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