A pesar de la poca creíble euforia de los partidos mayori- tarios (PSOE; PP; PNV; CiU) ante los resultados del referéndum sobre la Constitución Europea, hay que destacar la baja participación (42%) que se sitúa aún por debajo de la registrada en las elecciones europeas del mes de junio. Esto es un claro índice que […]
A pesar de la poca creíble euforia de los partidos mayori- tarios (PSOE; PP; PNV; CiU) ante los resultados del referéndum sobre la Constitución Europea, hay que destacar la baja participación (42%) que se sitúa aún por debajo de la registrada en las elecciones europeas del mes de junio. Esto es un claro índice que una parte importante de la población del Estado español no percibe a la UE como un espacio político en el que puede influir con su voto y la ignora, desconoce el alcance que la UE tiene sobre su vida cotidiana, no se siente representado por este «proyecto europeo» o lo rechaza abiertamente. Especialmente en Euskadi y en Cataluña, con un 34% y 28% del NO respectivamente, parece que la imagen «progresista» de la UE ha sufrido un bajón considerable. Esto puede explicarse, en parte, a que las campañas vascas y catalanas por el NO pusieron su acento sobre la defensa del derecho a la autodeterminación, un derecho fundamental que la Constitución Europea no recoge, entre otras cosas por la presión ejercida por el anterior gobierno Aznar.
No se puede, sin embargo, malinterpretar o capitalizar los resultados del 20-F como se está haciendo. El NO y la abstención reflejan todo un mundo socio-político. La mayoría de la abstención no es activa (antisistema y política) sino pasiva y apolítica (la indiferencia también es peligrosa para los movimientos sociales). No se puede compartir, por otro lado, el NO de la extrema derecha del PP que quiso castigar al PSOE, que reivindica más muros y racis- mo para los inmigrantes y que se postula a favor de «valores cristianos» de más represión sexual y sumisión de las mujeres bajo dominación patriarcal. Desde las campañas por el NO sólo podemos reivindicar el porcentaje del NO (y de la abstención) que rechaza la Constitución por su carácter antidemocrático, militarista, injusto, discriminatorio, excluyente y neoliberal.
Ante la diversidad de posiciones y sensibilidades, algunos sectores de los movimientos sociales no deter- minaron el voto en el referéndum del 20-F (Ecologistas en Acción de Madrid pidió el NO con el que me identifico). Una buena parte de la izquierda libertaria y autónoma se sitúa en el porcentaje abstencionista, bien porque no quiso avalar este referéndum por tramposo y manipulado o porque no se siente representada por este sistema político, ni los partidos que lo representan ni por la UE que se está construyendo. Sin embargo, y esto es lo importante, ambas posturas se encontraron para hacer conjuntamente campaña contra la Constitución Europea.
Un 58% de abstención y un 6% de votos en blanco demuestran además que una mayoría no comprende qué es y qué significa la Carta Magna europea. Los partidarios del SI y el Gobierno no tenían intención de dar a conocer sus contenidos y sus consecuencias. Sustrajeron en todo momento un debate amplio y participativo. Según sondeos, el 90,9% de la población manifiesta que su grado de conocimiento del Tratado es bajo o nulo. El propio proceso de ratificación completa, por lo tanto, una UE antidemocrática, que al haberla construido alejada de la población e íntimamente conec- tada con los intereses de las empresas transnacionales y del capital europeo, provoca la indiferencia, el rechazo y la frustración. La baja participación pone en entredicho la legitimidad de la Constitución Europea. A pesar del perverso y peligroso papel de los medios de comunicación masivos que son capaces, incluso, de vendernos un 32% del SI (sobre el total de la población) como un «triunfo redondo».
El resultado del 20-F entorpece los planes del gobierno Zapatero de utilizar el referéndum para arrastrar a los votantes de otros países europeos donde se realizará también consultas para ratificar la Constitución Europea. Por lo menos en cuatro países (República Checa, Reino Unido, Dinamarca, Irlanda) la probabilidad de que no la aprueben es muy alta. La abstención y el inesperado porcentaje del NO han ayudado a que otras consultas tengan más problemas. Ahora es necesario aprovechar la atención pública para profundizar en la creación de un tejido social en oposición a la UE.
Pese a la manipulación e información sesgada de la campaña oficial, incluso durante los dos días de «reflexión», el NO de los movimientos sociales (e inde- pendientes a los partidos políticos) ha sido capaz de empañar el resultado global del referéndum. Organizaciones y plataformas han hecho campaña en condiciones desiguales y con las trampas del SI, como los anuncios de aquella «Plataforma Cívica por Europa» financiada, entre otras, por SCH, Telefónica, Iberdrola, Unión Fenosa, Iberia y NH, entidades que se han enriquecido con las normas de competencia del Mercado Unico. Pese a todo, las campañas del NO han tenido una incidencia mayor de lo esperado y lograron articular una reflexión, saliéndose del círculo vicioso de la propaganda sobre el voto. Además posibilitaron el acercamiento, aunque con debili- dades, entre colectivos muy diversos. Lo más positivo de este referéndum fue el trabajo subterráneo y en la sombra realizado: charlas y debates, mesas de información, programas de radio, elaboración y reparto de material… Todo eso debe animar a seguir con la labor de información y sensibilización ante el impacto que tiene la UE sobre nuestra vida, el entorno y el mundo.
La importancia de la alta abstención en el referéndum y de un porcentaje creciente se verá más a medio plazo. Cuando la UE arrasa con los últimos servicios públicos, se agotan las pensiones públicas, el Euroejército interviene en terceros países para defender el acceso a los recursos petrolíferos o provoca conflictos militares, se disparan los índices de paro, se colapse el mercado inmobiliario dejando a decenas de miles de familias en la ruina y se multiplican las muertes por la mala calidad del medio ambiente o la inseguridad alimentaria, la falta de legitimidad de esta Constitución pasará factura, y entre los primeros que la sufrirán se encuentran los sindicatos CCOO y UGT quienes han llamado a la ratificación, mucho antes, incluso, que el propio gobierno del PSOE.
Mucha gente está descontenta con su actual situación económica y social, y con el déficit democrático en la UE. Mientras tanto todas las prioridades de la UE y sus instituciones apuntan al funcionamiento del Mercado Unico y su moneda, creando siempre las condiciones para el crecimiento económico y «favorable a las empresas», pero jamás para el bienestar social ni ambiental. El objetivo debería ser ahora que la sociedad entienda la UE como responsable del malestar en su pueblo, su ciudad y en el mundo. De la precariedad laboral, la despoblación del campo, la reconversión industrial, el recorte de gastos públicos, el aumento de los precios, el endeudamiento de las familias, la criminalización de los inmigrantes, el aumento de la pobreza, la desigualdad de los salarios entre mujeres y hombres, o la miseria y el hambre en los países empobrecidos. La campaña ante el referéndum del 20-F ha dejado un poso para desarrollar la reflexión sobre la UE (y sobre el mundo que necesitamos). Una oportunidad que los movimientos no deberíamos dejar sin atender.
Tom Kucharz es miembro de Ecologistas en Acción