Traducido del francés para Tlaxcala y Rebelión por Caty R.
Aunque ya habían pasado dos semanas, los comerciantes del barrio judío del Marais, en París, aún estaban sobresaltados. Algunos todavía veían ante sus ojos a la banda de jóvenes negros, ataviados íntegramente de negro, que lanzaron un ataque contra la Rue des Rosiers, blandiendo recios bates de béisbol y amenazando a los tenderos con romperles el cráneo. Durante interminables minutos decenas de adeptos de la tribu KA recorrieron la calle gritando eslóganes antijudíos. El dueño de una librería judía del principio de la calle contó hace unos días que los jóvenes gritaban: «¡muerte a los judíos!» El encargado de un quiosco de falafel, señaló que amenazaban con «joder a todos los judíos».
La Rue des Rosiers está situada en el corazón del barrio judío parisino de Marais, que atrae desde hace algunos años a miembros de la comunidad homosexual de la ciudad. Millares de judíos fueron expulsados de sus casas en este barrio hace 60 años por el régimen de Vichy: Los enviaron a campos de tránsito y de allí a campos de exterminio. Los recuerdos siguen frescos y los habitantes judíos de este barrio todavía llevan las cicatrices de esa época en que el cielo se oscureció en Francia.
Desde hace unos años el barrio ha recobrado su carácter judío con sinagogas, restaurantes kosher, delicatesen, comedores de falafel y shawarma y muchos judíos deambulan por la calle llevando una kippah o una fedora. Los fines de semana, este barrio judío deviene en un museo viviente y multitud de turistas acuden a distraerse por sus estrechos callejones para impregnarse del «yiddishkeit», ese ambiente judío de los días de antaño.
Betar es un movimiento sionista juvenil particularmente activo en el Marais. Sus miembros parecen no darse cuenta de los cambios ocurridos en Israel durante las últimas décadas y muchos de ellos lo consideran simplemente como un Estado judío a ambas orillas del Jordán por la expulsión de los palestinos. A sus ojos, toda persona crítica hacia la política israelí es necesariamente antisemita.
Hace algunos años los dirigentes de la comunidad judía francesa se sintieron profundamente ofendidos por el Primer ministro israelí de la época, Benjamín Netanyahu, ya que éste había previsto comenzar su visita oficial en Francia con Betarim [= miembros de Betar, ndt] y posteriormente relegó su encuentro con los dirigentes de esta sociedad a una segunda instancia.
Tras el asesinato de Ilan Halimi el pasado mes de febrero, Betarim «tomó el control» de las calles del Marais, reclamando venganza, fijando pegatinas amarillas de la Liga de Defensa Judía, que llevan el mismo mensaje por todas partes, sobre las paredes disponibles. Después de eso miembros de la tribu KA, recogiendo el guante lanzado por estos fanáticos judíos, realizaron una incursión en el barrio. «¿Dónde se esconde Betarim?» Vociferaban los matones devotos del negro, irrumpiendo por primera vez en las calles judías. «¡Lo vamos a exterminar!, ¡y a todos vosotros!» Gritaban dirigiéndose a los aterrorizados residentes del barrio.
El despertar de los inmigrantes negros oriundos de África en Francia, coincide con la rebelión de los inmigrantes originarios del Magreb (Marruecos, Argelia y Túnez).
Los Negros exigen que Francia declare su arrepentimiento -y pida perdón- por la época de la esclavitud en la que sus antepasados fueron víctimas de la ocupación francesa. Hoy, afirman, las víctimas africanas deberían gozar del mismo estatuto que los judíos supervivientes del genocidio nazi.
En cuanto a la agrupación (KA), sus reivindicaciones no están muy claras. Cuenta solamente con algunas centenas de adeptos que observan un estilo de vida sectario y mantienen un secreto absoluto sobre sus métodos operacionales. Su principal objetivo hoy es arrinconar a Betarim en los sótanos, con objeto de mostrar «quién manda en los territorios».
Montfermeil
El lunes pasado, Francia entera contuvo la respiración. Los ciudadanos franceses se quedaron asustados y angustiados cuando se enteraron de que en una ciudad del extrarradio al norte de París se estaban produciendo altercados entre inmigrantes y la policía.
«Al principio pensé que íbamos a asistir a una repetición de los motines que estallaron en noviembre del año pasado (que llevaron las tensiones al punto de ebullición en los suburbios de población inmigrante de toda Francia)», dijo a Haaretz Xavier Lemoine, alcalde de Montfermeil -el suburbio del Norte de París donde se produjeron estos incidentes-; y añadió: «Sólo en una noche hubo más heridos y más destrozos que durante todas las revueltas del último año.»
En pocos minutos el frenesí llegó a su apogeo en esta pequeña y pintoresca ciudad, vecina de Clichy-sous-Bois, el suburbio en el que estallaron los motines el último otoño. Durante aquellos tumultos la «Intifada» de los inmigrantes pobres y desfavorecidos de Clichy-sous-Bois se propagó por todo el extrarradio de París y terminó por incendiar los barrios con bastante población inmigrante de toda Francia. Hasta hoy los ciudadanos franceses no han podido olvidar la sensación de caos total provocada por la violencia de esta «insurrección». Por esto se han enviado centenares de policías a Montfermeil, con el fin de aplacar los indicios precursores de una nueva rebelión. Durante varias horas, esta pequeña ciudad de 62.000 habitantes copó los grandes titulares de los periódicos del país.
Todo comenzó como consecuencia de una decisión administrativa del alcalde. Hace unos meses prohibió las reuniones de más de cuatro jóvenes en el centro de la localidad. Desde enero el número de robos y atracos creció rápidamente aumentando hasta el 600% y el alcalde buscaba soluciones para mejorar el sentimiento de seguridad de sus administrados. Estudiando el problema descubrió que la mayoría de los delitos fueron perpetrados por bandas de más de cuatro miembros. Su decisión tuvo el don de poner fuera de sí a los jóvenes de la ciudad. Pocos suburbios en Francia presentan un mosaico étnico tan abigarrado como esta pequeña localidad: más del 30% de sus habitantes son extranjeros. Proceden de cuarenta países y el 80% son musulmanes. Antenas satélites en forma de plato en los balcones y ventanas captan las emisiones de Al-Jazeera y de cientos de cadenas televisivas de países árabes.
En los barrios de la ciudad más especialmente poblados de inmigrantes, la mitad de los habitantes son menores de veinte años. Al mediodía vemos a cientos de jóvenes apoyados indolentemente en las verjas delante de los edificios de viviendas o frente a los comercios. La semana pasada el alcalde acaparó de nuevo los titulares de los periódicos tras una confrontación con un grupo de jóvenes que habían atacado al pasajero de un autobús. La policía llegó y el alcalde, que había presenciado la agresión, identificó a los agresores. La noticia del incidente corrió como un reguero de pólvora por todos los barrios de inmigrantes y a la noche siguiente centenares de jóvenes se reunieron delante del Ayuntamiento lanzando cócteles Molotov.
Después se apostaron delante de la residencia privada del alcalde y la apedrearon. Por la mañana había varias personas heridas. Desde entonces la casa del alcalde está vigilada constantemente y un grupo de policías permanece a la puerta del Ayuntamiento veinticuatro horas al día.
Sin embargo, a pesar de estas medidas de seguridad, la esposa y los hijos del alcalde han resultado heridos después de haber sido agredidos físicamente.
En muy pocos meses la vida de Sr. Lemoine se ha puesto patas arriba. Este alcalde de cuarenta y cinco años, miembro del partido en el poder en Francia, se encontró en el centro de una situación caótica que amenazaba con transformar su tranquilo municipio en campo de batalla. Su posición valiente lo convirtió en héroe entre los inmigrantes a los ojos de la derecha y en particular de la extrema derecha. Incluso gente de izquierda reconoce su heroísmo, que contrasta favorablemente con la política timorata del Presidente Jacques Chirac.
«Mire», nos dijo asomándose a la ventana de su oficina y mientras nos señalaba el barrio de los inmigrantes: Son «¡ellos o nosotros! Si ganan ellos estamos fritos. Soy un francés católico orgulloso de serlo y no tengo la intención de vivir como un ‘dhimmi’ [un no musulmán que goza de un estatuto protegido en un país musulmán – NdA Daniel Ben Simón] en mi propio país. Somos diferentes: esta gente no es representativa de Francia. Estamos atrapados en medio de una guerra islámica que se libra en el mundo entero: en Iraq, en Irán, en Paquistán y en Afganistán. Todo lo que pasa ‘allá’ repercute aquí, en Francia, e influye sobre los inmigrantes.»
Al principio pensó que la «rebelión» se alimentaba de la pobreza y los problemas provocados por la integración en una sociedad diferente pero enseguida se dio cuenta de que los musulmanes representaban un desafío cultural para su país. Especialmente uno de los incidentes se le sigue apareciendo:
«Hacía dos meses del 11 de septiembre [2001]», rememora. «Habíamos organizado un festival de dibujo en nuestros jardines de infancia y en las escuelas de primaria. Me dejó pasmado descubrir que el 20% de los niños -todos musulmanes- habían pintado una imagen de Osama Ben Laden como héroe nacional. Este descubrimiento todavía me provoca escalofríos»
Durante las últimas noches está desasosegado por una pesadilla recurrente en la que los inmigrantes huyen de sus casas e incendian la ciudad. Está convencido de que los inmigrantes musulmanes han declarado la guerra a Francia con el objetivo de ponerla de rodillas. Considera que en esta confrontación los judíos son aliados. «Me duele la idea de que mi país se avergüenza de su cultura y sus valores. ¿Cómo es posible que cuándo Francia reniega de su propia historia y se excusa a cada momento por la esclavitud, por sus conquistas y por el colonialismo, todavía los inmigrantes, asombrosamente, se rebelen contra ella y no le muestren el menor respeto? Desgraciadamente, Francia no les exigió que cambiaran. Les permitió hablar árabe y cultivar su herencia cultural a costa de la cultura francesa».
Pronto comenzará la obra de construcción de una mezquita en Montfermeil, dotada de un alminar de doce metros de altura. Según el Sr. Lemoine es por la falta de lugares de culto musulmán por lo que cedió a las presiones y autorizó la construcción de esta mezquita que dará servicio a los 25.000 musulmanes que residen en la ciudad. Espera que los servicios religiosos y el establecimiento de un lugar donde los musulmanes puedan reunirse produzcan un apaciguamiento de las tensiones en su comunidad; no obstante no se hace ilusiones. «Es una guerra entre culturas», suspira. «Es una guerra entre el Islam y la cultura occidental. Francia y toda Europa corren peligro. Si no nos damos cuenta de la gravedad de la amenaza musulmana, incurrimos en un grave riesgo.»
Original en inglés: http://www.haaretz.com/hasen
Caty R. es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.