El auge de los conflictos, la proclamada lucha antiterrorista y el consecuente incremento del armamentismo convierten cada vez más al ejercito en una estructura comercial donde se pierde la diferencia entre lo privado y lo público. Empresas que normalmente operan en el sector civil se involucran con fuerza en servicios directos a las unidades militares […]
El auge de los conflictos, la proclamada lucha antiterrorista y el consecuente incremento del armamentismo convierten cada vez más al ejercito en una estructura comercial donde se pierde la diferencia entre lo privado y lo público.
Empresas que normalmente operan en el sector civil se involucran con fuerza en servicios directos a las unidades militares como si éstas constituyeran un cliente corriente al cual dirigen sus campañas publicitarias.
Por un lado, aumenta la participación de los uniformados de potencias occidentales en zonas de conflicto o lo que llaman misiones de paz y, por el otro, crece la inserción de consorcios civiles en las garantías de su logística.
En muchos casos, los gastos para mantener a sus contingentes militares fuera de casa resultan un asunto embarazoso, en especial, para las naciones europeas que se ven abrumadas por los desembolsos necesarios para mantener sus tropas.
Por ello, cada vez más, con una preocupante tendencia ascendente, a la par de los gastos para el armamentismo en el mundo, crece la participación de empresas privadas en áreas que en otros tiempos eran manejadas como desembolsos de guerra.
Así, la compañía alemana Ecolog AG ofrece un servicio que permite aliviar la carga del mantenimiento de un contingente militar como la instalación, mantenimiento y limpieza de sanitarios móviles.
De igual forma, el consorcio germano Kaercher se encarga de suministrar irrigadores de alta presión para lavar tanques y vehículos pesados, lo cual constituye una adaptación para el ejército de las conocidas aspiradoras para autos.
Pero además, la Kaercher ofrece un cuartel militar que constituye un complejo móvil, el cual puede ser montado en poco tiempo para ofrecer a los soldados condiciones de vivienda y trabajo, similares a las de sus países de origen.
Asimismo, esos cuarteles toman en cuenta los ordenamientos legales y requerimientos técnicos que deben ser observados en el cumplimiento de ciertas misiones, indica la firma Kaercher, citada por el canal de televisión alemán Deutsche Welle.
En ese cuartel móvil, al militar se le brinda una ducha con calentador, tienda de campaña con clima artificial y generador de aire caliente.
Por su lado, la firma italiana Cristianini se especializa en garantizar sistemas de descontaminación y desintoxicación.
Lo cierto es que compañías como la petrolera Halliburton, muy vinculada al círculo de políticos de la Casa Blanca, obtienen ganancias multimillonarias por los servicios ofrecidos al ejército de más de 140 mil norteamericanos en Iraq.
Aunque ya tuvo tiempo de verse involucrada en un sonado escándalo por la desaparición de fondos asignados por el Pentágono y por la venta a sobreprecio de combustible a esas tropas, las ganancias por sus servicios son astronómicas.
El ejército se convierte, cada vez más, en objeto de las campañas publicitarias de las empresas normalmente dedicadas a la esfera civil.
Los gastos militares, sobre todo, tras los atentados suicidas del 11 de septiembre de 2001, se dispararon, con la mayor concentración de desembolsos en la zona del Medio Oriente y con Rusia y Estados Unidos como los mayores vendedores.
RECORD DEL ARMAMENTISMO
De acuerdo con la organización no gubernamental británica Intermon-0xfman, los gastos militares podrían llegar al finalizar 2006 a los 836 mil millones de euros (cerca de un billón 578 mil 500 millones de dólares).
Esa cifra seria 15 veces mayor al monto mundial del dinero para programas de ayuda humanitaria e igualaría el récord de desembolsos registrado durante la Guerra Fría.
Intermon-Oxfman afirma que en los últimos cuatro años las primeras 100 empresas de ese sector en el ranking mundial registraron un aumento de sus ventas de 60 por ciento.
Así, el monto del comercio de la muerte pasó de 157 mil millones de dólares, en 2000, a 268 mil millones de dólares, en 2004, una cifra que podría seguir creciendo mediante el esquema comercial antes señalado.
Los gastos bélicos de la parte logística en los ejércitos de los países occidentales muchas veces se pierden en el esquema de los servicios brindados por compañías privadas civiles en rubros que antes formaban parte de las tareas de los militares.
Algunos analistas consideran que la existencia de ese tipo de ofertas también habla del carácter casi permanente que adquiere la presencia de tropas de estados occidentales en zonas de conflicto en el orbe.
Los datos aportados por la agrupación británica se suman a un informe similar elaborado en 2005 por el Instituto Internacional de Investigación por la Paz (SIPRI), con sede en Estocolmo.
Por otro lado, la venta de armamentos en el orbe, donde se cree existen unos 600 millones de artefactos de guerra, va a parar, por lo general, a zonas de conflictos, alimentados por la industria bélica y los cuales le reportan altas ganancias.
Así, Alan Arpa, director de Intermon-Oxfman, considera que cada un minuto muere una persona por el disparo de un arma de fuego, que casi siempre no está en manos de miembros del ejército regular.
El aumento de las ventas de potencias como Estados Unidos Gran Bretaña y en menor medida Francia y Alemania, ocurre cuando surge una iniciativa para restringir el comercio de armamentos convencionales.
Argentina, Reino Unido, Australia, Costa Rica, Finlandia, Japón (con tendencia a renovar el militarismo) y Kenya impulsan esa iniciativa en la Asamblea General de la ONU.
Pero, casualmente, el ejército británico, como sucedió con el estadounidense, se vio involucrado en los últimos tiempos en sendos escándalos por abusos contra prisioneros iraquíes, al tiempo que el Reino Unido es un gran exportador de armas.
En el caso de Londres, le resultaría más difícil exigir códigos de ética en la venta de armamentos, en medio de su participación en el genocidio de Iraq, donde ya perdió a 118 uniformados, a causa de las acciones de la resistencia.
Al igual que algunas transnacionales, con influencia extraterritorial, algunas potencias occidentales desean que el negocio de la Army Corporation se concentre en pocas manos, en un comercio que necesita muy poco de la paz.