Antes de la invasión de Irak, el primer ministro tuvo un papel crucial en la agresión internacional contra Yugoslavia -creándose así un precedente peligroso. ¡Descorchad vuestras botellas de champán! ¡Traed puros! Por fin, Tony Blair es procesado por crímenes de guerra. Bueno, al menos en Channel 4 sí que lo es . Pero a pesar […]
Antes de la invasión de Irak, el primer ministro tuvo un papel crucial en la agresión internacional contra Yugoslavia -creándose así un precedente peligroso.
¡Descorchad vuestras botellas de champán! ¡Traed puros! Por fin, Tony Blair es procesado por crímenes de guerra. Bueno, al menos
en Channel 4 sí que lo es .
Pero a pesar de ser tan agradable ver a Tony Blair – o en este caso Robert Linsday en el papel de Blair – me pregunto porque el primer ministro está acusado de iniciar un sólo conflicto ilegal. Cuatro años antes de que «shock and awe» – («terror y pavor» doctrina militar basada en uso de la «fuerza aplastante») – fuese soltada sobre Bagdad, Blair protagonizó un papel crucial en otro acto de agresión internacional que, al igual que en la guerra de Irak, se basó en pruebas fraudulentas.
El ataque a Yugoslavia de 1999 fue la clara ruptura del derecho internacional. Solamente el Consejo de Seguridad de la ONU puede autorizar la acción militar contra un estado soberano y el Consejo de Seguridad no fue consultado. El ataque significó también la violación de propios estatutos de la OTAN que permitían el uso de la fuerza únicamente en el caso de ser atacado uno de los países miembros de la organización.
Casus belli (motivo de guerra – latín) declarado fue, en palabras de Blair que «Yugoslavia arremete un genocidio Hitleriano equivalente al exterminio de los judíos durante la II Guerra Mundial contra la población albanesa en Kosovo».
No hubo evidencias que apoyarían esta afirmación en aquella época y, desde luego, hoy tampoco.
Mas de cien testigos de la acusación declararon durante el proceso contra (ex presidente de Yugoslavia y Serbia Slobodan) Milošević en La Haya: ni uno solo declaró que el antiguo presidente ordenó el genocidio o cualquier tipo de crímenes o violencia contra la población civil de Kosovo en absoluto. Todo lo contrario: un capitán musulmán del ejercito yugoslavo declaró que nunca nadie de su unidad cometió ningún tipo de acoso contra los civiles albaneses de Kosovo, y que él nunca había oído que alguna otra unidad del ejercito había hecho algo parecido, mientras el antiguo jefe de los servicios de seguridad del ejercito yugoslavo, el general Geza Farkaš (de origen húngaro), declaró que todos los soldados yugoslavos en Kosovo fueron provistos de un documento que explicaba la legislación humanitaria internacional y que les fue ordenado ignorar cualquier hipotética orden que lo violaría.
En realidad «la crisis humanitaria de Kosovo» fue tan inverosímil como el caso de las «armas de destrucción masiva» de Irak cuatro años mas tarde. Occidente alentó un grupo terrorista, el ELK, a provocar a las autoridades yugoslavas y cuando la respuesta anti-terrorista llegaba de Belgrado, los EE.UU. y Gran Bretaña fueron listos para preparar el «acuerdo de paz» de Rambouillet, que en palabras del ministro de defensa Lord Gilbert fue deliberadamente diseñado para ser rechazado por parte de yugoslavos.
(VER EL ARTICULO «QUE DECÍAN LOS ACUERDOS DE RAMBOUILLET»)
¿Porque se hizo todo esto? Yugoslavia no fue apuntada por los «motivos humanitarios» – como muchos liberales de la izquierda equivocadamente siguen opinando – sino porque estaba en el camino. No me crean si no quieren pero escuchen lo que declaró George Kenney del Departamento del Estado: «Después de la guerra fría en Europa no quedaba sitio para un país grande y con espíritu independiente que se resistía a la globalización».
La guerra ilegal contra Yugoslavia no ha conducido a tanto derramamiento de sangre y tanta carnicería como el conflicto de Irak, pero su importancia no debe subestimarse. Por primera vez después de que los tanques del Pacto de Varsovia penetraron a Checoslovaquia en 1968, un país europeo que no amenazó a nadie, fue atacado.
El precedente peligroso de hacer caso omiso al derecho internacional se hizo. Y lo que peligroso que fue lo hemos visto cuatro años más tarde.
Traducido por Aleksandar Vuksanovi y revisado por Bojan Tokovi