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Su espectáculo de relaciones públicas incluye a las víctimas del rapaz poder británico

El Foreign Office da lecciones de derechos humanos

Fuentes: The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Un evento surrealista tendrá lugar hoy en Londres. El Foreign Office [Ministerio de Exteriores británico] realiza un día abierto a todos «para destacar la importancia de los derechos humanos en nuestro trabajo como parte del 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.» Habrá varios «puestos» y «paneles de discusión», y el secretario de exteriores David Miliband presentará un premio de derechos humanos. ¿Se trata de una parodia? No. El Foreign Office quiere aumentar nuestra «conciencia de derechos humanos.» Kafka y Heller tienen muchos remedos.

No habrá un puesto para los isleños de las islas Chagos, los 2.000 ciudadanos británicos expulsados de su patria en el Océano Índico, a los que ha enfrentado el gobierno de Miliband para impedir que retornen a lo que es ahora una base militar de EE.UU. y presunto centro de torturas de la CIA. El tribunal superior ha restaurado repetidamente este derecho humano fundamental a los isleños, la esencia de la Magna Carta, describiendo las acciones del Foreign Office como «escandalosas», «repugnantes» e «ilegales». Sin embargo, los abogados de Miliband se niegan a abandonar, y fueron rescatados el 22 de octubre por los veredictos políticos de tres «law lords» [miembros del Tribunal Supremo británico].

No habrá ningún puesto para las víctimas de una política británica sistémica de exportar armas y equipos militares a 10 de los países más ensangrentados por la guerra y empobrecidos de África. En su discurso de hoy, con la presencia – bochornosa – de la buena gente de Amnistía y Save the Children, ¿qué dirá Miliband a las víctimas de esa violencia patrocinada por el Reino Unido? Tal vez hablará, como lo hace a menudo, de la necesidad de «buen gobierno» en sitios lejanos, mientras su propio régimen suprime una investigación de la Serious Fraud Office (Oficina de Fraudes Graves) del negocio por 43 millones de libras esterlinas de BAE con la corrupta tiranía en Arabia Saudí – con la que, señaló el ministro del Foreign Office Kim Howells en 2007, los británicos tienen «valores compartidos.»

No habría ningún puesto para aquellos iraquíes cuyas vidas sociales, culturales y reales han sido destrozadas por una invasión no provocada basada en mentiras irrefutables. ¿Pedirá disculpas el secretario de exteriores por las bombas de racimo que han diseminado, que todavía hacen volar las piernas de niños, y por el uranio empobrecido y otras sustancias tóxicas que han hecho que el cáncer consuma a áreas del sur de Iraq? ¿Hablará del derecho humano universal al conocimiento, y anunciará la diversión de una fracción de los miles de millones del rescate de la City de Londres [principal centro de finanzas y negocios, N. del T.] para restaurar lo que fue uno de los mejores sistemas escolares de Oriente Próximo, aniquilado como consecuencia de la invasión anglo-estadounidense, junto con museos y editoriales y librerías, y maestros e historiadores y antropólogos y cirujanos? ¿Anunciará el envío de simples analgésicos y jeringas a hospitales que otrora tenían casi de todo, en un país contra el que gobiernos británicos, especialmente el suyo, lideraron en el bloqueo de la ayuda humanitaria, incluyendo la prohibición por Howells de vacunas para proteger a los niños contra enfermedades prevenibles?

No habrá ningún puesto para la gente de Gaza, amenazada en su mayoría, dice la Cruz Roja Internacional, por la hambruna, sobre todo los niños. Con su política de reducir a un millón y medio de personas a una existencia hobesiana, los israelíes han cortado la mayor parte de los recursos vitales. David Miliband estuvo recientemente en Jerusalén, a sólo un breve vuelo en helicóptero de la gente cautiva de Gaza. No fue, y no dijo nada sobre sus derechos humanos, prefiriendo palabras equívocas sobre una «tregua» entre el martirizador y sus víctimas.

No habrá puesto alguno para los sindicalistas, estudiantes, periodistas y defensores de los derechos humanos asesinados en Colombia, un país en el que las «fuerzas de seguridad» del gobierno son entrenadas por británicos y estadounidenses y son responsables de un 90% de la tortura, según un nuevo estudio del grupo de derechos humanos británicos Justice for Colombia. El Foreign Office dice que está «mejorando los antecedentes de derechos humanos de los militares y combatiendo el narcotráfico.» El estudio no encontró ni una pizca de evidencia que apoye esta afirmación. Oficiales colombianos implicados en asesinatos son bienvenidos en Gran Bretaña para participar en «seminarios».

No habrá ningún puesto para la historia, para nuestra memoria. Almacenados en grandes bibliotecas y oficinas de registros británicas, archivos oficiales no clasificados dicen la verdad sobre la política británica y los derechos humanos, desde las atrocidades oficialmente condonadas en los campos de concentración en la Kenia colonial y del armamento del genocida general Suharto en Indonesia, al suministro de armas biológicas a Sadam Husein en los años ochenta. Cuando escuchamos el canturreo moralizador de «expertos en seguridad» ex británicos que nos dicen lo que debemos pensar sobre los actuales eventos en Mumbai [Bombay], podríamos recordar el rol histórico de Gran Bretaña como partera del extremismo violento en el Islam moderno, desde el ascenso de la Hermandad Musulmana en Egipto en los años cincuenta hasta el derrocamiento del gobierno liberal democrático de Irán, hasta el armamento por M16 de los muyahidín afganos, los futuros talibanes. El objetivo fue y sigue siendo la negación del nacionalismo a pueblos que luchaban por ser libres, especialmente en Oriente Próximo, donde el petróleo, dice un documento secreto del Foreign Office de 1947, es «una presa vital para todo poder interesado en la influencia y dominación mundiales.» Los derechos humanos están casi totalmente ausentes de esta memoria oficial, a diferencia del temor de ser descubierto. La expulsión secreta de los isleños de Chagos, dice un memorando de 1964 del Foreign Office, «debiera ser calculada para que atraiga el mínimo de atención y debiera tener alguna cobertura lógica [para que no] provoque sospechas en cuanto a su propósito.»

¿Cómo se perpetúa este país de las maravillas? Los medios juegan su papel histórico, censurando por omisión. Roland Challis, quien fue el corresponsal de la BBC en el Sudeste Asiático cuando Suharto masacraba a cientos de miles de supuestos comunistas en los años sesenta, me dijo: «Fue todo un triunfo para la propaganda occidental. Mis fuentes británicas pretendían no saber lo que estaba ocurriendo, pero lo sabían… Barcos de guerra británicos escoltaron un barco repleto de soldados indonesios por el Estrecho de Malaca para que pudieran participar en ese terrible holocausto.»

Actualmente, la propaganda de relaciones públicas disfrazada de erudición promueve ese mismo poder rapaz británico mientras trata de fijar los límites de la discusión pública. Un informe publicado la semana pasada del Instituto de Investigación de la Política Pública [IPPR] se describe como «principal think tank progresista del Reino Unido». Después de haber sido vaciado de su significado en el diccionario, el otrora noble término «progresista» se suma como engaño a «democracia» y «centro-izquierda». Lord George Robertson, el belicista del Nuevo Laborismo, devoto del Trident [misil balístico con carga nuclear, N. del T.] y ex jefe de la OTAN, tiene su apodo al frente, junto con Paddy Ashdown, ex virrey de los Balcanes. Acomodado en clichés de gestión de crisis, el informe del IPPR es un «llamado a la acción» porque «Estados débiles, corruptos y fracasados se han convertido en mayores riesgos para la seguridad que los fuertes y competitivos». Ya que el terror estatal occidental no puede ser mencionado, el «llamado» es para que la OTAN esté presente en África y por la intervención militar «si es considerada necesaria.»

Referencias no confirmadas a «complots terroristas en suelo británico» incluyen apenas un gesto hacia la «percepción entre los musulmanes» de que la actual «intervención» anglo-estadounidense en Oriente Próximo y el norte de Asia es la causa deslumbrantemente obvia. En febrero de 2003, cerca de un 80% de los londinenses creían que un ataque británico contra Iraq «haría más probable un ataque terrorista en Londres.» Fue precisamente la advertencia dada a Blair por el Comité Conjunto de Inteligencia. La advertencia no es menos urgente mientras «nosotros» continuamos atacando a los países de otros y permitimos que campeones falsos se apropien de todos nuestros derechos humanos.

johnpilger.com

http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2008/dec/01/foreign-office-human-rights