Cuando en diciembre pasado desde Izquierda Anticapitalista (IA) nos planteamos la presentación de una candidatura a las elecciones europeas teníamos esencialmente como objetivo dar pequeños pasos adelante en la construcción de una alternativa anticapitalista en el Estado español y poder divulgar, a una escala moderadamente amplia, un discurso anticapitalista y rupturista. Retrospectivamente, creemos que la […]
Cuando en diciembre pasado desde Izquierda Anticapitalista (IA) nos planteamos la presentación de una candidatura a las elecciones europeas teníamos esencialmente como objetivo dar pequeños pasos adelante en la construcción de una alternativa anticapitalista en el Estado español y poder divulgar, a una escala moderadamente amplia, un discurso anticapitalista y rupturista.
Retrospectivamente, creemos que la experiencia ha sido positiva y que ha permitido avanzar un poco en la dirección deseada. En definitiva, se trataba de utilizar el 7J para estar mejor el día 8.
Las elecciones europeas eran las primeras a escala estatal que tenían lugar desde el estallido de la crisis y nos parecía necesario plantear una opción alternativa para esta ocasión. Hubiese sido muy negativo y desalentador que ante una situación de crisis económica, social y ecológica como la actual, no se hubiera presentado ningún proyecto al margen de la izquierda oficial institucionalizada y de las opciones de derecha.
Nosotros pensamos que para combatir este sistema es necesario, junto con la resistencia social, construir una alternativa política, cuyos contornos siquiera empiezan a despuntar y que tendrá que ser resultado de la confluencia de muchas gentes y voluntades, y no dejar la representación política en manos de quienes hoy la monopolizan.No podemos resignarnos frente a una izquierda parlamentaria totalmente inservible como instrumento para transformar la sociedad.
Al final, a la candidatura de Izquierda Anticapitalista se sumaron otras, como la de Iniciativa Internacionalista, ampliando así el abanico de fuerzas alternativas presentes. La existencia de distintas opciones en el campo «radical» siempre puede generar desconcierto, así como dinámicas de competencia, pero creemos que hay que asumirlo como una expresión de la pluralidad de la izquierda que responde a las distintas opiniones, experiencias y proyectos de quienes queremos cambiar este mundo y a la, todavía, poca confluencia por abajo en las luchas cotidianas. Desde Izquierda Anticapitalista, hemos intentado realizar una campaña basada en el respeto mutuo y la buena convivencia, sin confundirnos de enemigo, que sentara las bases para una buena relación futura. Pensamos que lo hemos conseguido.
Los resultados electorales de Izquierda Anticapitalista, de Iniciativa Internacionalista y otras listas, confirman lo que ya sabemos todos: el terreno electoral, desde hace tiempo monopolizado por los partidos de la izquierda institucionalizada, es difícil para opciones alternativas. Abrir brechas es complicado, pero se trata de seguir empujando, de iniciar un recorrido.
Muchas personas de izquierdas, a falta de una alternativa creíble, han preferido seguir apoyando sin convicción a los partidos tradicionales y amplios sectores han optado por quedarse en casa. Pero, al menos, entre las distintas candidaturas combativas hemos empezado a romper, muy modestamente, con el dilema de votar instrumentalmente por el mal menor o quedarse en la abstención escéptica o resignada. Es necesario profundizar en este camino.
A escala europea, la situación es muy contradictoria para la izquierda anticapitalista. Aunque la crisis abre espacios para la crítica radical al sistema, si no somos capaces de articular la resistencia o de avanzar en la construcción de un proyecto creíble, esta oportunidad puede traducirse en desengaño, desmoralización o apoyo a alternativas reaccionarias, como lo muestran el crecimiento de las opciones derechistas en este 7J. Las resistencias sociales han sido considerables en algunos países europeos en los últimos meses, pero existen muchas dificultades, bastante evidentes en el caso del Estado español, para traducir el malestar social en movilizaciones y éstas en un aumento de la autoorganización por abajo.
Ante el avance de la Europa del Capital, la «europeización» de las resistencias y la articulación de una estrategia continental por parte de la izquierda anticapitalista aparece como una necesidad de primer orden. No pensamos que el actual proceso de integración de la Unión Europea se pueda combatir desde un proyecto basado sólo en fuerzas del Estado español.
Es por ello que desde IA hemos participado, desde hace tiempo, en encuentros y conferencias internacionales auspiciadas por organizaciones como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés y otras que, poco a poco, intentan dibujar un pequeño polo anticapitalista europeo formado por fuerzas tan dispares como Sinistra Critica en Italia, el Partido Polaco del Trabajo, el Bloco de Esquerda portugués, el Partido Socialista sueco, varias organizaciones griegas como algunas de las integrantes de las coalición Syriza o de Enantia, el Partido Socialista Escocés…
El resultado del 7J refleja situaciones muy distintas para las fuerzas anticapitalistas, fruto de contextos político sociales diversos. La debilidad político-organizativa es la tónica dominante, con algunas excepciones concretas. No hay automatismos entre crisis, malestar, resistencias, descrédito de la izquierda existente y formación de una alternativa anticapitalista. Destacan los muy buenos resultados del Bloco de Esquerda en Portugal, con un 10’7% y el apoyo social significativo del NPA francés, cuyo 5% es un resultado meritorio, aunque un poco menor del que podía esperarse (explicable por la fortísima abstención entre los sectores más afines al NPA como el electorado joven popular y también por la competencia del Frente de Izquierdas formado por el Partido Comunista y el Partido de Izquierdas, una escisión del Partido Socialista, que se benefició de una potente cobertura mediática).
No hay ninguna fórmula mágica para construir hoy un nuevo referente anticapitalista, ni atajos que nos permitan quemar etapas. Ni tampoco hay modelos para copiar, aunque sí experiencias que pueden servirnos de estímulo y referencia a la hora de buscar nuestro propio camino. Se trata de ir acumulando fuerzas en un trabajo paciente, día a día, en las luchas y en experiencias como la campaña para las elecciones europeas y seguir ensayando, por varias vías, en la búsqueda de esta nueva alternativa de izquierdas hoy más necesaria que nunca.
El gran desafío que tenemos por delante es articular un referente político atractivo para sindicalistas combativos y activistas sociales, ahora escépticos sobre la posibilidad (o conveniencia) de poner en pie una alternativa. En otras palabras, se trata de construir una izquierda leal con las luchas, que como señala nuestro colega Daniel Bensaïd, sea «tan fiel a los intereses de los dominados y los desposeídos como lo es la derecha con los poseedores y los dominadores, y que no se disculpe por ser anticapitalista y por querer cambiar el mundo». No nos parece un mal horizonte.
* Esther Vivas y Josep Maria Antentas, cabeza de lista de Izquierda Anticapitalista en las elecciones al Parlamento Europeo 09 y profesor de sociología de la UAB respectivamente.