Sin lugar a dudas, la sorpresiva presencia del presidente Zelaya ha causado una enorme conmoción en el interior de Honduras. Por un lado la resistencia lucha por acelerar sus niveles de organización en todos los niveles, y el tema todavía más delicado de cómo incorporar la autodefensa como forma de lucha frente a la brutal […]
Sin lugar a dudas, la sorpresiva presencia del presidente Zelaya ha causado una enorme conmoción en el interior de Honduras. Por un lado la resistencia lucha por acelerar sus niveles de organización en todos los niveles, y el tema todavía más delicado de cómo incorporar la autodefensa como forma de lucha frente a la brutal represión desatada por el régimen; por el otro, encontramos a un régimen que, después del estupor inicial, ha desatado un campaña de agresión contra el pueblo, directamente en sus casas, llegando a desafiar a la comunidad internacional sitiando la embajada de Brasil.
La sola reacción fascista, demuestra que el huésped de honor de la embajada es un elemento que no solo les importa y les incomoda, sino que es necesario quitarlo del camino. Y hasta ahora los elementos que constituyen el plan estratégico y la táctica de la derecha, demuestran que están en camino, contra reloj, en un plan para liquidar el problema.
Las dos noches anteriores se caracterizaron por dos cosas que resaltan: a) han invadido las colonias y barrios pobres de Honduras, asediando a jóvenes, secuestrándolos, hiriéndolos, e incluso asesinándolos, con el fin de desarticular la resistencia mediante el terror. Y b) la agresión permanente de la embajada del Brasil, donde se encuentran mas de cien personas que disponen únicamente de dos servicios sanitarios, que reciben agresiones de armas sofisticadas como cañones del dolor, químicos que producen diarrea, y otros. Además la entrada de agua potable y alimentos está controlada por el ejército.
Es realmente ridículo cómo la ONU llega con los víveres y un sargentón cualquiera los manda de regreso sin que ellos puedan hacer nada. La lucha por desestabilizar el temple del presidente Zelaya incluye acciones que harían que Pinochet se pareciera a Mickey Mouse. Iluminan con grandes reflectores la residencia; hacen marchas nocturnas con cientos de soldados golpeando sus escudos, o activan el cañón de dolor a las 3:00 a.m., y una militarización que se utiliza solamente en el caso de sitio.
Esta guerra psicológica trata de rendir emocionalmente al presidente y los que están adentro. No podemos descartar que haya agentes colaboradores con el régimen que se encuentren dentro el grupo rehén. Mientras esto sucede, nadie hace ningún intento por coadyuvar a reforzar la seguridad de esa sede diplomática. Muchos, por complicidad o por omisión, asumen que el régimen de facto tiene la intención de cumplir con la Convención de Viena. Hay que preguntarse si este gobierno espurio puede ser confiable en términos de respeto a las leyes.
Esta claro que a muchos actores locales y extranjeros les resulta conveniente la muerte de Manuel Zelaya, porque muerto el presidente, Micheletti renuncia y le pasa el gobierno al presidente de la corte, nombrado por el dictador (gana el golpe); se va a elecciones en noviembre y se instala a uno de los candidatos golpistas con pleno apoyo internacional (gana el golpe). Probablemente existan otros escenarios, cualquiera de ellos lleva a la consumación del crimen del 28 de junio, destruir las aspiraciones populares por una refundación de la patria.
Existen muchas expresiones, incluso de prestigiosos analistas locales, que invocan la intervención extranjera en nuestro país, sin darse cuenta de que el «trámite» para llegar a esto, da al régimen de facto, no sólo la oportunidad de asesinar al presidente, sino de perseguir, torturar y descabezar el movimiento popular hondureño. Nunca una intervención extranjera trajo libertad al pueblo que la sufrió.
Estamos de acuerdo en que la comunidad internacional puede hacer más, pero en otros campos. Por ejemplo, se debería proceder de inmediato a la congelación de las reservas internacionales del estado de Honduras, las mismas que han estado dando soporte a la economía golpista. Al mismo tiempo podrían apoyar un bloqueo comercial total hasta que se rinda el gobierno de facto, lo cual no tardaría mucho en suceder. También se podrían congelar todas las cuentas de los principales golpistas. Pueden ayudar estrangulando económicamente al régimen.
También podrían ayudar identificando a los sionistas que hoy entrenan en técnicas de la muerte a los soldados hondureños. De hecho, exigir la entrega de armamento que a todas luces viola todas las convenciones internacionales y que ya se utilizan con brutalidad contra los hermanos palestinos, y aquí las utilizan contra el pueblo, ¡y contra el presidente!
A nosotros sólo nos queda el recurso de la denuncia a través de medios alternativos amigos. En muchos casos, cuando hemos denunciado acciones y planes para concretar el magnicidio, se nos han pedido nombres de fuentes, pruebas de lo que decimos. Señores, la única prueba que podría darles, eventualmente, serian los cadáveres que ya suman cientos, según el CODEH (Comité para la defensa de los derechos Humanos de Honduras). De hecho el COFADEH (Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras) dice que es difícil contar todos los caídos porque sus familiares están aterrados.
Para nosotros es difícil poner fuentes al descubierto, pero los medios amigos deberían entender que una denuncia no es una noticia; la denuncia todavía representa la esperanza de que se eviten las monstruosidades de los fascistas; una noticia es la presentación de un hecho consumado.
Hoy somos victimas de una maquinaria enorme montada por el imperio y manejada con lujo de saña por parte de toda la derecha local y continental. Esa derecha que ha entendido que su victoria en Honduras abre el camino de nuevas acciones similares o incluso peores, en brutalidad, en otras partes del continente.
Si hay algo en lo que los golpistas han demostrado ser muy sólidos es en su total falta de escrúpulos a la hora de ejecutar sus planes. Muchos afirman públicamente que «muerto el perro, terminada la rabia». Adivinemos quien es el perro y cual es la rabia en este contexto.
Estoy convencido de la importancia que tiene la denuncia en este momento histórico, para Honduras y América latina. Es muy probable que me quede corto o me equivoque en algunas apreciaciones, en esto no soy mejor que ninguna otra persona que se atreva al análisis, pero creo que es inescrutable la conveniencia del magnicidio para toda la derecha regional.
Ante esto debemos hacer algo, debemos hacer mucho, debemos hacer tanto; lo que sí es seguro es que para que nuestro pueblo llegue a su objetivo final no podemos darnos el lujo de hacer lo posible; estamos obligados a hacer lo que haga falta.
Ricardo Arturo Salgado es investigador social.