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El espectáculo de los 20 años de la «caída» del muro de Berlin es para esconder lo evidente: el fin de la historia era una mentira

Fuentes: unmundoporganar.blogspot.com

A Marco y Kyriakos, porque la buena gente se cuece a fuego lento en las islas. Tres han sido los temas centrales en los medios de comunicación alemanes después del proceso electoral del 27 de septiembre: los acuerdos para la conformación de un gobiern neoliberal CDU(CSU)-FPD, la venta de Opel a Magna, y la celebración […]

A Marco y Kyriakos, porque la buena
gente se cuece a fuego lento en las islas.

Tres han sido los temas centrales en los medios de comunicación alemanes después del proceso electoral del 27 de septiembre: los acuerdos para la conformación de un gobiern neoliberal CDU(CSU)-FPD, la venta de Opel a Magna, y la celebración de los 20 años de la desaparición del muro de Berlin. Si bien la tercera cuestión no carece de relavancia histórica, y la caída del muro supuso un acceso a ciertas libertades civiles para millones de personas que vivían bajo un sistema de control burocrático esclerotizado, la realidad es que este entusiasmo por el 20 aniversario ha sido artificialmente espoleado desde medios de comunicación e instituciones gubernamentales, y pretende algo más que celebrar: esconder.

La «Ostalgia», un fantasma recorre el este alemán. La extrema derecha también se hace fuerte ante la desesperación social

Esconder que un creciente descontento social que arrasa en la Alemania del este, donde tras la caída del muro muchas personas ganaron en libertades civiles individuales pero perdieron en derechos sociales -condición fundamental de la libertad y justicia real, y de la que tanto se olvidan los paladines del neoliberalismo. Se permitió a los burócratas mantener la posesión las empresas estatales del anterior régimen, enriquecerse y vender al mejor postor, destruyendo todo el sistema productivo y la riqueza colectiva acumulada en las pasadas dédacas a pesar de las deformaciones burocráticas de la RDA. Un ejemplo más de que cuando la elites pactan transiciones «por arriba», quien resulta perdedor siempre es el pueblo llano. La solución buscada por el gobierno occidental fue un trasvase financiero oeste-este, el mayor de la historia, en un intento de asimilar la economía de la ex-RDA a la de la RFA, pretendiendo crear un mercado libre unificado, de consumo e inversión privada. Se consiguió en términos relativos, pero a unos costes sociales aberrantes, y con una hipoteca de futuro que empieza a pasar recibo en la actulidad.

La apuesta de los últimos gobiernos por una economía neoliberal con unos servicios sociales debilitados para el conjunto del país, lejos de mejorar la situación social la empeora, y fomenta un sentimiento anti-este entre las clases bajas y medias de la Alemania occidental, que tienenden a culpar a los orientales de parte de los problemas económicos del país. Esta idología perversa de «separa y vencerás» ha sido programada desde las elites económicas y culturales, y han conseguido crear un imaginario del «Wessi» y «Ossy», términos políticamente incorrectos, pero muy usados y con fuertes connotaciones en el imaginario popular. Mientras se suele asociar a la idea de «Wessi» (ciudadano de la antigua RFA) las nociones de laborioso, dinámico y exitoso, por el otro lado tenemos asociadas a la idea del «Ossi» (ciudadano de la antigua RDA) las nociones de pasivo, vividor de los subsidios estatales, sin iniciativa… Nada más lejos de la realidad. Sencillamente, en las zonas del este hay más precariedad que las ciudades occidentales, menos oportunidades laborales y de promoción personal, y un futuro juvenil mucho más incierto. Eso ha producido en las últimas décadas una masiva migración juvenil y de mano de obra cualificada hacia el oeste, y un más rápido envejecimiento poblacional y ralentización ecomómica de las zonas orientales del país, lo que lógicamente las hace más dependientes de la intervención estatal. No es exagerado hablar de una ciudadanía de segunda categoría para los antiguos pobladores del la extinta RDA, absorvidos por la Alemania occidental como un mal menor, pero sin un intento real de integración en igualdad de condiciones, incluso con cierto desdén y desinterés por su acervo cultural e historia reciente propia.

Berlin es un lugar intermedio bastante ineresante en este curioso mapa de reunificación. Durante la época de separación de la guerra fría, ciudad de encuentro de gentes alternativas, artistas, antiguerra… Al ser ciudad en la que se podía escapar de la obligación de realizar el servicio militar propio de la RFA, pero sin interés para las centrales actividades económicas por estar rodeada georáficamente por la RDA.
Situada en el centro de la separación simbólica actual, se presenta capital política y cultural pero no de la realidad económica productiva y financiera (que se distribuyen entre Munich, Stuttgart, Francfurt, Hamburgo, y algunas otras ciudades del sur y oeste). Con un ayuntamiento en bancarrota («Berlin es pobre pero sexy» dijo su alcalde), una precariedad juvenil y migrante galopante, con un nivel de desempleo reconicido oficialmente mucho mayor que en las otras grandes ciudades alemanas, y una tasa de trabajo sumergido no reconocida que se cifra extraoficialmente en el 30 % de la actividad laboral, cualquier derecho laboral teórico sucumbe ante la situación de facto en numerosos sectores económicos propios de las capas sociales más débiles, agudizando su precariedad vital.

Ante esta situación narrada en los párrafos anteriores, en su traducción política, no es de extrañar el éxito del antiguo PDS y actual Die Linke (La Izquierda) en los Bundeslaender (Estados-región) del este del país, sin más pretensiones aparentes que gestionar la miseria en coaliciones con el SPD (socialdemocracia), buscando la situación menos mala, pero sin una alternativa clara al modelo económico imperante. Pero también hay que atender a la fuerza emergente de la extrema derecha, que aprovecha la frustración -y desorganización- social creciente para intriducrise no solamente en instituciones (parlamentos regionales y ayuntamientos) sino en las calles, siendo ya peligroso en determinadas ciudades y pueblos caminar tranquilamente por la calle si se pertenece determinados sectores sociales «minoritarios». Y consiguiendo hacerse fuerte en lo que ya se consideran feudos propios, y desde ahí lanzarse a dar soporte logístico a encuentros y movilizaciones de extrema derecha a escala europea, como ocurre en Dresden con la marcha a mediodos de febrero en un homenaje neonazi a los caídos al final de la guerra mundial.

Después del muro de Berlin ¿El fin de la historia? No, solamente el comienzo del segundo capítulo

Quienes se apuntaron de forma oportunista al lema del fin de la historia en tanto lucha de clases propuganado por Fukujama no podían estar más equivocados. Esta campaña propagandística de edulcoración y depurado de la memoria histórica que se desarrolla con ocasión del 20 aniversario de la caída del muro no pretende más que ocultar las problemáticas actuales, y añadir una dosis de droga colectiva extra para ignorar durante algo más de tiempo las consecuncias de una crisis económica que han intentado ser puestas debajo de la alfombra durante la campaña electoral. Nada que comparar con los países del sur europeo, pero cada vez más familias de clase media empiezan a reducir sus aspiraciones consumistas y la contradicciones sociales empiezan a funcionar por debajo de una calma total aparente. Y en un nivel más profundo y estratégico, intenta conseguir que entre la juventud pese como una losa la idea que todos los intentos de alternativa al sistema dominante acabaron en fracaso… Pero la partera de la historia es tozuda, y empieza a asomar por la esquina de nuevo… y en adelante no va a resultar fácil esconder mediante meras campañas propagandísticas que la realidad cotidiana de millones de personas está cambiando a peor.

Los poderosos de hoy tienen miedo de de un pasado que fue destruido, reprimido, pero nunca superado. Porque el capitalismo en su forma neoliberal que sufrimos hoy es la misma causa que llevó a producirse las revoluciones socialistas pasadas, aunque estas fracasaran en sus estrategias y chocaran con grandes traiciones y contradicciones internas que las arrojaron al fracaso. Pero los motivos siguen vigentes, esta crisis capitalista lo recuerda, y el fenómeno de la ostalgia (juego de palabras: nostalgia de derechos sociales -pocos pero seguros- de la Alemania del este, RDA) en la alemania oriental no es sino una muestra de lo que está por venir. El horizonte de la historia se abre de nuevo en Europa, después de 20 años de totalitarismo neoliberal disfrazado de libertad individualista y consumista, al redoble de unos medios de comunicación que ya no comunican sino que desinforman y trabajan codo con codo junto a los grande intereses privados para si perpetuación. Llegan las contradicciones reales de un sistema económico insostenible en el tiempo, destructor de vidas humanas y naturaleza. Vientos frescos del sur vienen de Latinoamérica para recordarnos que vivimos en un mundo más internacionalizado que nunca antes, y que la necesidad de cambio es global.

Cuando las elites políticas y mediáticas de los países ricos se conjuran en llenar los telediarios no solamente de fútbol, sino también de spots publicitarios sobre el 20 aniversario de la caída del muro de Berlin, no lo hacen en rechazo al estalinismo (que les vino bien al fin y cabo, con la división del mundo en áreas de influencia) ni en defensa de las libertades y la justicia. Lo hacen para intentar enterrar la memoria de los logros de la Revolución de Octubre, y de la lucha de los movimientos obreros que durante dos siglos mantuvo a la elites europas en vilo. Lo hacen para extender el desánimo, llamar a la desmovilización social y repetir de forma más azucarada aquello que la Thatcher decía con voz metálica «There is not alternative» (TINA). Lo repiten como si de un mantra se tratara, de diferentes formas y en distintos tonos… tienen miedo.

Saben que la historia del capitalismo en su fase neoliberal solamente tiene una final posible, muy bien simbolizado en la escena inicial de película La haine: «Cuando un tipo está cayendo desde la azotea piensa -por ahora todo va bien, por ahora todo va bien- pero llegará el momento en que llegue al suelo y eso es lo peor».

Saben que los que nada tienen que perder, que comienzan a ser cada vez más, pueden dar sorpresas. Tienen miedo, y contra eso que temen usan la propaganda masiva.

Los muros de la vergüenza alrededor del mundo… ¿Por qué se olvidan de ellos y los silencian? Quedan muchos otros por derribar y un mundo por cambiar

Si decimos arriba que esta conjuración no se realiza en nombre de las libertades y la justicia, es porque estos mismos políticos, medios de comunicación e intelectuales que hablan con una boca muy grande exclusivamente de la caída del muro de Berlin como un problema único e incomparable del pasado, se olvidan conscientemente de traer la cuestión al presente y de realizar comparaciones que son obligatorias al hablar de muros políticos en el mundo actual.

¿Cómo al hablar del muro de Berlin y olvidarse al mismo tiempo del muro de la vergüenza que destruye al publo palestino? ¿Y el muro que bloquea a los migrantes mexicanos en camino al «libre» mercado laboral estadounidense que al mismo tiempo se permite vender sus productos en México y toda la región? ¿Y el muro de Europa en su forma de sistema Frontex de control de fornteras y centros de internamiento (Guantánamos) para migrantes que buscan escapar de la miseria de países esquilmados por los intereses de esas potencias económicas que los rechazan? ¿Y los nuevos muros como los de Ostrovany en Eslovaquia o los campos italianos para gitanos? Estos son los muros del silencio. Construidos contra trabajadores migrantes y minorías étnicas. Muros de policias contra protestas de trabajadores y parados que empiezan a arreciar en diferentes países. Muros constriudos para destruir pueblos enteros, como en Palestina o el Sáhara occidental.

Son los muros de la mentira oficial. Los muros construidos por los ministerios de defensa cuando deberían llamarse ministerios de ataque, los llamados medios de comunicación cuando se les debería llamar de incomunicación. Para hablar de liberalismo y la supuesta libertad que ofrece este sistema, hace falta ignorar y esconder esos muros, olvidarlos. Esos muros que muestran la contradicción flagrante entre la libertad de movimiento de mercancias y la restricción de moviento de personas. El capitalismo necesita de fuertes muros en su práctica cotidiana; los acuerdos de liberalización económica en el marco de la Organización Mundial del Comercio solamente han servido para privatizar y hundir la calidad de los servicios públicos, y solamente han necesitado como contrapartida que la sombra de la crisis asomara un poco para que los diferentes gobiernos reaccionaran de forma proteccionista con sus propios mercados, poniendo más muros a los productos de países empobrecidos.

Está claro que detrás detrás de la épica y absolutización del muro de Berlin está el intento de hacer mirar hacia otro lado, de no querer ver los otros muros sobre los que se sustenta el sistema capitalista victorioso, ese que prometía libertad y justicia a todos los pueblos del mundo. Y que para conseguir esas supuestas bondades no encuentra otra forma que construir barreras físicas y legales para expulsar a migrantes que escapan de miseria, invasiones de países y destrucción del madio ambiente para disponer de materias primas baratas para un mercado mundial de materias cada vez más competitivo. Este sistema necesita de muchos más muros, más grandes y crueles, que cualquier otro sistema que haya existido sobre el planeta.

Esto es lo que quieren escondernos dirigiendo todos los focos hacia un muro que ya no existe y cuya realidad actual se reduce a mero reclamo turístico. Reclamo el cual, que si todo los pedazos de muro que se venden en las tiendas del souvenirs berlinesas fueran verdaderos, debería haber sido tan largo como para rodear no solamente una ciudad sino un continente entero. Tal vez esta sea una buena metáfora de la crisis financiera que amenaza con llevarse todo por delante: se pretende vender todo lo más rápido posible, aunque no exista en realidad, y sin preucuparse por los métodos. Son vendedores de humo. Y para vender humo hace falta mucho espectáculo y propaganda.

 http://unmundoporganar.blogspot.com/2009/11/el-espectaculo-de-los-20-anos-de-la.html