Desde el pasado 24 de febrero, unos 30 obreros de la industria química Vinyls, propiedad de la petrolera italiana Ente Nacional Hidrocarburos (ENI, el acrónimo en italiano), ocuparon la isla de L’Asinara, en el norte de la Cerdeña, para protestar para el inminente despido de que son víctimas. Parafraseando el famoso programa televisivo italiano «La […]
Desde el pasado 24 de febrero, unos 30 obreros de la industria química Vinyls, propiedad de la petrolera italiana Ente Nacional Hidrocarburos (ENI, el acrónimo en italiano), ocuparon la isla de L’Asinara, en el norte de la Cerdeña, para protestar para el inminente despido de que son víctimas.
Parafraseando el famoso programa televisivo italiano «La isla de los famosos», un reality show en el que personajes famosos del espectáculo son llamados a permanecer y sobrevivir en una isla perdida y son filmados las 24 horas del día, los obreros italianos llamaron su experiencia «La isla de los parados» y lanzaron su propuesta a través de las redes sociales.
También abrieron una cuenta en facebook y ya tienen más de 65 mil inscritos, en su mayoría gente común, jóvenes y no, que todos los días, sin cansancio, declaran su solidaridad con los obreros químicos que estarían a punto de ser despedidos. Tras ese éxito mediático, los obreros decidieron difundir su voz, también gracias a la creación de un blog.
En medio de la crisis económica que está golpeando severamente a Italia, con una perdida registrada en 2009 del 2.9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), al menos medio millón de puestos de trabajo se esfumaron y la tasa de desempleo alcanzó en enero pasado casi el 9 por ciento.
En ese contexto, los obreros de Vinyls fueron suspendidos del trabajo por un paro técnico de la empresa y entraron en la llamada (y difícilmente traducible) Caja Integradora. Este instrumento económico, establecido a mitad del siglo pasado, consiste en el pago de una cuota mínima (máximo el 80 por ciento del salario) por parte del Instituto Nacional de Previsión Social (INPS), para todos los trabajadores suspendidos temporalmente por la empresa de pertenencia.
Considerado un instrumento provisional (su máxima duración es de 52 semanas) en favor de la empresas que resulten víctimas de las condiciones económicas externas, la Caja Integradora representa hoy la antesala del despido y, según cuentan en su blog los obreros de Vinylis, «una larga espera que sabe a tortura».
El 24 de febrero pasado, tras el silencio por parte de la empresa que estaría negociando la venta de sus actividades a la holding árabe Ramco, la ausencia del gobierno italiano y las indecisiones del sindicato que los debería asistir, 30 obreros decidieron subir al ferry que conecta a Porto Torres, en el norte de la isla italiana de Cerdeña e importante centro de la industria química italiana, con la isla de L’Asinara, isla más pequeña otrora conocida por ser sede hasta 1999 de una cárcel de máxima seguridad.
Y justamente desde las celdas que hospedaron también a ilustres huéspedes de la talla de Toto Riina, el más conocido jefe de la mafia siciliana, los obreros se comunican con el mundo y esperan, pacientes, una solución.
Irrupción virtual
Si bien las protestas en el mundo laboral italiano y europeo en general han asumidos tonos y formas definitivamente radicales en el último año, como son los «secuestros de empresarios» en Francia, las «tomas» de fábricas y lugares de trabajo en Italia y las más recientes movilizaciones callejeras en Grecia, la protesta de los trabajadores de Vinyls ha logrado romper el muro invisible que en Italia separa al mundo obrero y sociedad. Gracias a la intervención de Michele Azzu, hijo de uno de los obreros, se abrió la cuenta en las redes sociales.
En declaraciones a la prensa, Azzu explica que la idea de «La isla de los parados» en Facebook nació casi por juego. «Mejor dicho, por una apuesta conmigo mismo», añade. Cuenta Michele Azzu: «Mi padre Salvatore es uno de los obreros que protestan tras 30 años de trabajo en la empresa. Pensé que creando un grupo (en Facebook) gestionado y difundido de la manera adecuada, hubiera sido posible alcanzar al menos a mil usuarios (de Internet); evidentemente los resultados rebasaron cualquier expectativa».
Su colega Marco Nurra, quien lo apoya en la gestión del portal, comentó en la misma ocasión: «Ofrecí inmediatamente mi ayuda, pues también mi padre vivió la experiencia de la Caja Integradora durante 12 años y entonces conozco perfectamente qué significa para una familia encontrarse sin un salario, ignorados por el Estado y por el sindicato y a la espera de un subsidio que a veces tarda meses en llegar».
Azzu señala: «Muchos dicen que las redes sociales son inútiles, pero yo creo que las palabras, a veces, son muchos más poderosas que las espadas y los miles de mensajes que llegan al portal le dan la fuerza a los trabajadores para seguir en su protesta».
Añade: «El éxito de este grupo (de Facebook) revela también otra cosa: antes que todo que La Isla de los Parados no es sólo un símbolo, sino el espejo de la crisis profunda que estamos atravesando».
Diario de una protesta
Los verdaderos protagonistas de la protestas son los trabajadores, desde hace varios días «atrincherados en una isla emblema de la más grande Cerdeña, ya en profunda crisis, alojados en celdas con barrotes semejantes a los con los que los encierra el gobierno, la región y ENI», según dicen en su portal los mismos obreros, que cada día alimentan el espacio virtual con sus notas, sus comentarios y un diario horario de las actividades que realizan.
Escriben los obreros: «La isla de los parados, es un reality ‘real’, desgraciadamente, en el que nadie es famoso, pero todos están sin trabajo (…) Ningún yate, ni Villa Certosa (la villa vacacional del Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi) con su showgirl en esta isla, sólo la verdad amarga de una política que no da respuestas, de una empresa paraestatal – ENI – que persigue sus objetivos empresariales, pisoteando la vida de miles de familias. Y, no últimos, un grupo de trabajadores valientes que lucha por sus propios derechos».
Según declaraciones del secretario general de la sección Química del sindicato italiano CGIL, Salvatore Corveddu, «si el ciclo del cloro –materia de trabajo de quienes protestan– se fuera a interrumpir, se perderían alrededor de 3 mil puestos de trabajo». El también exobrero de la misma empresa, señaló que «el coraje de los parados es una mezcla entre la sabiduría de los ancianos y el descaro de los jóvenes, pues se han inventado un realty que le hace la competencia a unos de los espectáculos show televisivos italianos más vistos».
Los mensajes que llegan al portal de la isla de los parados son cientos, todos los días, desde el 24 de febrero pasado. Y tantas son también las líneas escritas en esa especie de diario en el que se ha convertido su blog.
Tras la primera noche, los trabajadores escribían: «La noche ha sido rara, llena de pensamientos: ¿se habrá la gente olvidado de nosotros? No pensamos en los políticos, sino en nuestra comunidad que quisiéramos más cerca en estos momentos difíciles. Seguramente muchos están peor que nosotros; pensamos a los desempleados, a los precarios que no tienen ninguna voz (…)».
En esta lucha, explican, la solidaridad es fundamental. Es la solidaridad de la comunidad que se expresa en ayuda económica y en especies, y también la solidaridad de otros trabajadores que, organizados en comitivas, alcanzan a la isla para visitar a los colegas. Entre tantas visitas, los trabajadores químicos narran la visita de una delegación de obreros de Alcoa, que en semanas recientes ganaron el regreso a su puesto tras ocupar los techos de sus fábricas durante mas de dos semanas: «Aquellos que lo lograron tienden la mano a quienes, al contrario, ven sólo nubes en el horizonte. Aquellos que han ocupados las plazas y tirados las puertas del poder pagando con demandas y golpes, dicen que sí, unidos se puede ganar (…) Los obreros de Vinylis tienen los ojos con lágrimas frente a los colegas de Alcoa que a L’Asinara llevan los cascos rayados y una historia de lucha por contar».
Junto a la protesta, existe también la vida cotidiana. Se lee en el blog: «El silencio de noche es interrumpido por un ruido fragoroso. ¿Será un sabotaje? No, es Mario quien, buscando a su esposa Mariella y sin encontrarla, se cayó de la cama. Volvemos a dormir».
O, más adelante: «Los muchachos de las cooperativas, acostumbrados a despertar a la hora de los gallos, nos tiran de la cama y nos traen un café que sabe a agua sucia». Las fotos de los hijos circulan entre los trabajadores «que buscan consuelo para la lejanía de esas sonrisas y esos afectos». Los celulares no siempre sirven, pues «el viento sopla fuerte, muy fuerte, y parece que esta es la causa de las dificultades para comunicar con los queridos». Otro día se lee: «Hoy, por suerte, salió el Sol y nuestras familias pudieron llegar a visitarnos».
Tino, apodo de uno de los obreros, escribe su nota diaria en la que compara el fútbol con la situación que vive: «Jugar es la sal de la vida. Lo sé bien yo, pues jugué fútbol semiprofesional (…) Sin embargo, esta manera de descargar las responsabilidades entre el ENI, el gobierno y el sindicato no la entiendo: sabe a juego sucio, pues es un juego que no divierte a nadie, pero posiblemente enriquezca a algunos».
En su escrito comienza también a detectarse el distanciamiento del sindicato: «Comimos con los jóvenes de la Asociación Gavoi (asociación local) que nos ayudaron muchísimo. Son buenos muchachos, apasionados
–sigue Tino– y comparadas con ellos, las palabras de Corveddu se vacían: coyunturas internacionales, globalización de la economía, reestructuraciones, planes químicos estratégicos. Recuerdo esas palabras, luego miro a los muchachos y a los colegas y pienso que quizá no estaríamos aquí si hubiéramos tenido a un sindicato con corazón obrero, porque, se sabe, sin corazón no hay juego que valga la pena de ser jugado».
Otro trabajador, Salvatore, describe las desilusiones: «Aquí estamos, después de 35 años de trabajo: sin salida, me encuentro frente a un muro». Y recuerda: «Si pienso que en los 70 el centro químico donde trabajamos iba a ser el motor de la economía regional. Éramos todos jóvenes, entusiastas, con ganas de levantar la isla (Cerdeña), cumplir con la promesa que nos hacía el gobierno (…) Hoy esos jóvenes tienen 56 años y no tienen nada en el bolsillo».
La protesta tiene el objetivo de recuperar los puestos de trabajo, según expresan en numerosos testimonios los trabajadores. Pero hay también objetivos de más corto alcance: «Una de nuestras preocupaciones es hacer escuchar nuestra voz. ¿Qué estarán haciendo los sindicatos? ¿Estarán conduciendo el diálogo con la determinación necesaria? La discusión (entre los trabajadores) se anima, el temor de estar luchando por una justa causa, pero de no ser representados adecuadamente se queda entre nosotros. Nos consuela el apoyo local. ¿Será suficiente?».
La pregunta no tiene respuesta, admiten los obreros que protestan, y al contrario genera más preguntas en la ronda de participaciones nocturnas del blog: «¿Servirá nuestra lucha? Digamos así: quien lucha puede perder; quien no lo hace, ya perdió. Un saludo a nuestro lectores».