«Ante la crisis griega, Europa ha reaccionado y ha demostrado su capacidad de reacción y de unidad. Europa no está en peligro.» -Michel Barnier, comisario europeo de Mercado Interior- Tal vez no se han enterado, pero hoy es el Día de Europa. Aunque parece que este año hay poco ambiente para chapas, globos y […]
«Ante la crisis griega, Europa ha reaccionado y ha demostrado su capacidad de reacción y de unidad. Europa no está en peligro.» -Michel Barnier, comisario europeo de Mercado Interior-
Tal vez no se han enterado, pero hoy es el Día de Europa. Aunque parece que este año hay poco ambiente para chapas, globos y banderas estrelladas. Con la crisis, la Unión Europea está pasando su momento más bajo. Si bien los líderes se esfuerzan ahora por transmitir mensajes de unidad y cariño, el problema griego ha retratado a la llamada «familia europea», y no faltan voces que dicen que está fatalmente herida.
Las familias se ponen a prueba en los malos momentos. Cuando todo va bien no hay más que sonrisas y promesas de amor eterno. Pero cuando vienen mal dadas se comprueba si el cariño es sincero, o si sólo estamos juntos por el interés. A la europea le pasa estos días lo que a las malas familias: han llegado los aprietos económicos, y sale lo peor de cada uno, cada cual barre para su casa, y descubrimos que bajo el mercado común y los intereses compartidos no hay cariño, no hay europeísmo sincero.
Es lo que pasa por fiarlo todo a lo económico. Quitas la retórica europeísta y los globos azules, y la Unión se queda en un mercado y una moneda comunes, que se ha ido ampliando a lo loco sin antes avanzar en la construcción política. Y como sólo nos mantiene juntos lo económico, cuando esto se resquebraja todo se tambalea.
Creíamos que vivíamos juntos y formábamos una gran familia, y resulta que sólo compartimos piso, que estamos juntos por que nos sale más rentable que vivir solos. Y no es lo mismo, claro. Por eso en los malos momentos afloran los recelos y agravios: que si el griego no da un palo al agua y gasta mucho, que si el alemán paga para que coman otros, que si éstos son unos PIGS, que si aquél deja pelos en la bañera y salpica la taza…
No nos vamos a separar, pues somos como esas familias que deciden soportarse porque les sale más caro separarse, y dónde vas a ir solo con la que está cayendo. Pero ya no es lo mismo, y la convivencia se hace difícil, cada uno le pone su nombre a su comida, y se va a su habitación a ver la tele cuando acaba de cenar. Aunque hoy, por ser el aniversario, sonrían.
http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2010/05/09/%C2%BFfamilia-europea-o-companeros-de-piso/