Entre los días l7 y 18 de mayo del presente 2010, se celebró en Madrid, España, la VI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de las 27 naciones miembros de la Unión Europea (UE) y de los 33 países que conforman la región latinoamericana y caribeña. En esta oportunidad, el tema central del […]
Entre los días l7 y 18 de mayo del presente 2010, se celebró en Madrid, España, la VI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de las 27 naciones miembros de la Unión Europea (UE) y de los 33 países que conforman la región latinoamericana y caribeña. En esta oportunidad, el tema central del cónclave se planteó la, búsqueda de caminos para lograr que la estrategia de relaciones entre ambos grupos de actores potencie los procesos de innovación tecnológica, en función de impulsar el desarrollo sostenible y la inclusión social.
Un evento que tuvo como importante precedente la XIX Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, celebrada con el mismo propósito en el pasado 2009; y cuya Declaración Final reconoció a la i nnovación y el conocimiento, como «… instrumentos fundamentales para erradicar la pobreza, combatir el hambre y mejorar la salud de nuestras poblaciones, así como para alcanzar un desarrollo regional sostenible, integrado, inclusivo, equitativo y respetuoso del medio ambiente, prestando una particular atención a la situación de las economías más vulnerables» [i] . Ideas que por su validez y relevancia se encontraron también en el centro de los debates de la VI Cumbre.
Solo que el problema real resulta mucho más complejo: trasciende el discurso político para llegar a la praxis, es decir al cómo alcanzar estos propósitos. Se trata de encontrar las vías para sobrepasar lo que algunos expertos identifican como «la diplomacia de las cumbres»; entiéndase cómo llevar a la práctica los acuerdos adoptados en esos eventos, logrando avances concretos en la articulación de programas y proyectos de cooperación que conviertan en hechos esas ideas inspiradoras, con soluciones ventajosas para todas las partes involucradas, por igual y sin exclusiones.
Para ello, son muchos los aspectos a considerar, partiendo de otra idea básica: l a generación de conocimiento y su utilización consciente y planificada en la esfera de la producción y los servicios, constituyen factores estratégicos, de importancia creciente en el desarrollo socioeconómico de cualquier nación, lo que valida la relevancia de potenciarlos en nuestras regiones, convirtiéndolos en centro de la atención de los Estados y organizaciones de la sociedad civil.
Verdad absoluta e insoslayable, cuya aceptación no obstante, genera algunas interrogantes, ¿estamos todos los actores involucrados en esta relación, dígase los países latinoamericanos y caribeños, y los europeos comunitarios, en igualdad de condiciones para generar conocimiento?; ¿la sola existencia del conocimiento, garantiza la innovación en general, y más allá, la innovación en función del bienestar y el progreso para todos los miembros de la sociedad, sin exclusión? El hecho es que la capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología como factores dinamizadores de progreso, depende de condiciones objetivas y subjetivas, de carácter político, económico y social que la ciencia por sí misma no puede crear.
Desde esta perspectiva, la puesta en práctica de una estrategia conjunta dirigida a potenciar la innovación y la tecnología como factores impulsores del desarrollo sostenible y la inclusión social en los Estados miembros de la Unión Europea y los que conformamos el espacio latinoamericano y caribeño, solo podría ser viable, si contempla, en primera instancia, las profundas asimetrías existentes entre ambos grupos de actores, y el impacto de éstas respecto a las capacidades objetivas y subjetivas para generar conocimiento, así como para su utilización.
Significa tener presente que la UE es hoy el segundo actor global, con un poder relevante en la toma de decisiones a ese nivel. Un bloque formado por 27 Estados que integra una de las agrupaciones de mayor poder económico del mundo, la de «Países de ingresos altos miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico» (OCDE); con 4 representantes en el selecto Grupo de los 7, e integrante del llamado Grupo de los 20. De acuerdo con datos del Banco Mundial y del Informe Eurostat 2008 [ii] , al finalizar 2006 su Producto Interno Bruto (PIB) representaba el 34,12% del PIB global, y su PIB per cápita en términos de Paridad del Poder Adquisitivo (PPA), más allá de lo engañosa que puede resultar esta cifra, ascendía a 23,500 USD; en esa misma fecha el del mundo era solo de 9 333 USD.
Mientras, América Latina y el Caribe (ALC), aunque disponen de grandes potencialidades, presentan una situación mucho menos favorable, lo que ya marca grandes diferencias. En primera instancia, se trata de un actor heterogéneo, por lo que carece de una voz y voluntad única, lo que dificulta su capacidad para asumir una posición común en muchos aspectos. Pero además, con grandes desniveles en cuanto al peso económico. Según el Anuario Estadístico 2007, editado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), al finalizar el 2006, el PIB de la región era solo el 7,14% del mundial, y el 20% del de la UE, al comparársele con los datos ofrecidos. Por su parte, el PIB per cápita (PPA), solo llegaba a 18% del que logra la Unión Europea, y al 12,48% del mundial; todo esto en un contexto signado por grandes inequidades.
En el 2009, la CEPAL estimó que hasta 2008, en América Latina, el 33,0% de la población de la región -180 millones- se encontraba bajo el umbral de pobreza; y el 12,9% – 71 millones- en situación de indigencia, pronosticando que al finalizar el 2009 en el primer caso, serían 189 millones, y en el segundo 76 [iii] .
Por otra parte, todos los países de la UE califican como de Desarrollo Humano Alto. El Informe de Desarrollo Humano 2007-2008 (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con datos del 2005, recoge que para esa fecha los países de la OCDE de ingresos altos, alcanzaban una tasa de alfabetización de adultos del 98,9%, mientras que la de alfabetización de jóvenes de 15 a 24 años, era 99,1%; a la vez que, según Eurostat 2008, el 18% de la población comunitaria ha culminado los niveles terciarios de educación.
Como parte de la estrategia para elevar el crecimiento y el empleo en la UE, desde el 2000 se desarrolla una reforma educativa que tiene entre sus principales propósitos elevar los niveles de inversión en educación y formación, potenciando la capacidad innovadora a largo plazo; un proyecto en el que existen se presentan avances tangibles, pese a la lentitud. En el año 2002, la política de la UE en materia de investigación, desarrollo tecnológico e innovación resultó fortalecida, al aprobarse que en el presente 2010 el bloque les destinara el 3% de su PIB. Para el 2007-2013, el presupuesto anual de la UE en esta esfera prácticamente duplicó el anterior, con una media de € 7 217 millones anuales, enriquecidos con los nacionales de los Estados miembros.
En resumen, aún a pesar de las insuficiencias que existen al respecto y que son identificadas por el propio liderazgo de la Unión, lo cierto es que el bloque se encuentra en una situación mucho más favorable para enfrentar cualquier estrategia dirigida a elevar sus capacidades tecnológicas, que siempre coincidirían con sus propios objetivos al respecto
Sin embargo, la situación de América Latina y el Caribe resulta muy diferente, aún cuando por lo general, nuestros países califican entre los de desarrollo humano alto y medio. Según el mencionado Informe del PNUD, en el 2005 la tasa de alfabetización de adultos cubría el 89,9% de la población mayor de 15 años y la de alfabetización de jóvenes llegaba al 96,6%; solo que, de acuerdo con la propia CEPAL, la inequidad constituye uno de los sellos distintivos de nuestras regiones: las posibilidades de acceso a la educación muestran esta desigualdad. El Banco Interamericano de Desarrollo informó recientemente que en la región unos 54 millones de adolescentes no tienen acceso a la escuela o cursan la enseñanza primaria en instituciones de mala calidad. E ntre los grupos juveniles son los más afectados los del quintil más pobre, de zonas rurales, los de las llamadas minorías étnicas, y los de familias cuyos padres poseen bajo nivel educacional; en consecuencia, en el 2008, una investigación de las Naciones Unidas -datos del 2005-, afirmaba que solo el 49% del total de éstos terminaba el nivel secundario, y de ellos, el 7,4% el universitario [iv] .
En otra información del 2009 -también con datos del 2005-, la CEPAL asegura que solo el 20,5% de los jóvenes comprendidos entre las edades de 20 a 24 años del quintil más necesitado termina la enseñanza secundaria, frente al 79,6% del grupo de mayores ingresos. En la educación terciaria, la situación resulta mucho más crítica: solo el 0,7% de los más pobres logra culminar los estudios superiores, ante un 22,6% de los de sectores más favorecidos [v] .
Por otra parte, la situación del empleo en la región, incluso antes de la crisis económica, resulta altamente crítica. También en este período, alrededor del 50% de los ocupados lo hacían en el sector informal, mientras que solo el 37,3% disfrutaba de la seguridad social, hallándose nuevamente los jóvenes dentro de los más afectados: el 65% disponía de empleos precarios -baja productividad e ingresos, sin seguridad social-, mientras que el 20% vivía en situación de desempleo, casi triplicando el de la población adulta. Sumado a otros 22 millones de jóvenes inactivos(as), con graves repercusiones para sus conductas sociales.
Situación acuciante, ante la cual la pregunta resulta inevitable: más allá de lo que pueda n aportar los procesos de innovación tecnológica al desarrollo y al progreso social de América Latina y el Caribe (ALC), ¿se encuentran preparadas para enfrentarlos?, ¿serían éstos viables?
Una situación a la que se suman otras, igual o más desventajosas relacionadas con el propio tema de análisis: la posición de la que parten América Latina y el Caribe para enfrentar una estrategia de crecimiento sostenible e inclusivo, en la que la innovación desempeñe la función principal
Según la propia CEPAL, en un estudio del 2009, América Latina y el Caribe «…han participado de forma muy marginal en ese proceso desde los años ochenta y es necesario dar un salto cualitativo en materia de inversión en educación, investigación y desarrollo e infraestructura para ciencia y tecnología»; según expertos, constituye «el desafío central» para superar la condición periférica, entiéndase reducir la distancia tecnológica que separa a estos países de los del Centro [vi] .
Sin embargo, si se parte de los gastos en I+D -inversión más desarrollo-; del nivel en cuanto a la promulgación de patentes, así como de la estructura productiva, la región se encuentra lejos de la frontera tecnológica internacional, incluso en el caso de Brasil, el país que presenta los mejores resultados al respecto; en general, estas capacidades son escasas.
Como promedio, los gastos en I+D en la región no superan el 0,5% del PIB, mientras que las naciones líderes en esta actividad, entre ellos varios Estados de la UE, destinan entre el 2% y el 3,6% de su PIB. El patrón exportador se caracteriza por concentrarse en bienes de media y baja tecnología, manufacturas basadas en recursos naturales y productos primarios; incluso en países que han alcanzado favorables resultados económicos, menos del 20% del valor de las exportaciones corresponde a productos de gran valor agregado o contenido tecnológico medio y alto; en muchos casos se trata sobre todo de actividades centradas en el ensamblaje y en zonas de libre comercio, que no propician el fortalecimiento de las capacidades locales.
Por el contrario, las importaciones se producen principalmente en sectores de elevado contenido tecnológico, lo que conduce a una gran dependencia en cuanto al conocimiento científico e innovador. El posicionamiento en las cadenas globales de valor es bajo: las empresas transnacionales que mantienen el liderazgo en los procesos productivos de la región buscan las capacidades en el exterior, estimulando las asimetrías. Los actores locales que logran integrarse en redes internacionales se posicionan en niveles jerárquicos inferiores, por lo general en actividades de baja tecnología, en posición marginal: procesamiento de materias primas o tareas de montaje.
Los procesos de innovación locales son más de adaptación y de mejoras, con pocas innovaciones basadas en descubrimientos científicos. Los países de la región patentan fundamentalmente en sectores tradicionales, y se insertan escasamente en la tendencia dominante a nivel mundial, en la que prevalecen las patentes en biotecnología y en tecnologías de la información.
Además, la actividad científica y de innovación se encuentra altamente desbalanceada. Como expresara nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla en su discurso ante la mencionada XIX Cumbre Iberoamericana, » Cada año se publican dos millones de artículos científicos, se depositan un millón de patentes y hay más de mil millones de usuarios de Internet. Pero el 85% de las publicaciones, el 90% de las patentes y el 75% de los usuarios de Internet corresponden a los países industrializados. En la actualidad, 700 empresas dan cuenta de la mitad del gasto mundial y de dos tercios de la inversión privada en investigación y desarrollo. El 80% de este grupo de firmas pertenece a 5 países industrializados, mientras que sólo el 1% proviene de países subdesarrollados». Sumado a esto la desleal práctica del «robo de cerebros», la que, como expresara el Canciller, » se intenta disfrazar con un eufemismo, el término de «libre circulación de cerebros», lo que no encubre la realidad, «la emigración hacia el Primer Mundo de graduados universitarios y profesionales de alta calificación que nunca retornan a sus países de origen» [vii] .
Como consecuencia, la CEPAL afirma que los países de América Latina y el Caribe disponen sólo de 146,000 investigadores, el 3,5% del total de científicos del planeta, inferior al promedio mundial; 3, 4 y 6 veces menos que Japón, China y EEUU, respectivamente; así como un cuarto del personal de investigación y desarrollo de Europa. Tómese en consideración que solo EEUU y Canadá concentran el 25% de los investigadores de todo el mundo; destinos a los que junto al Reino Unido, entre 1961 y el 2002 emigraron 1 200 mil personas altamente calificadas de ALC, lo que pudo haber costado a la región más de 30 mil millones de USD, según cálculos conservadores [viii] . Una práctica negativa que erosiona las capacidades para la innovación tecnológica de nuestras sociedades, y que será potenciada cuando entre en vigor la Directiva para atraer o retener trabajadores altamente cualificados, recientemente aprobada por la Unión Europea.
Hechos que no pueden ser desconocidos cuando se trate de crear estrategias conjuntas de desarrollo tecnológico en nuestras regiones: para ser viables y constructivas, éstas deben partir de las asimetrías existentes, contemplarlas y contribuir a erradicarlas; por lo cual exigen ser específicas para cada caso; solo que, condicionado por lo anterior, su factibilidad depende además de otro factor importante, la posición real que ocupan ambos grupos de actores en la geopolítica mundial.
La Unión Europea y sus Estados integrantes pertenecen al mundo desarrollado, al «Norte geopolítico». Las naciones latinoamericanas y caribeñas clasifican dentro del grupo que eufemísticamente se denomina «países en vías de desarrollo», aunque muchos de ellas se encuentran bien lejos de estarlo; como resultado, son parte del llamado «Sur geopolítico». Y es que, como también expresara el Canciller cubano en la XIX Cumbre Iberoamericana » La innovación y el conocimiento no son categorías neutrales independientes de la voluntad de los seres humanos, y las impactantes realidades del mundo en que vivimos no pueden ser ignoradas»; si bien pueden ofrecer oportunidades para el crecimiento y el desarrollo armonioso de la sociedad, en función de brindar derechos y oportunidades para todos sus miembros, sin distinción; también pueden utilizarse para lo contrario, para fortalecer el injusto orden mundial establecido, en el que potenciando la concentración de las riquezas, crecen las brechas y las inequidades, y se pone en grave riesgo la existencia de la humanidad y de toda la vida en el planeta.
Pero aún a pesar de los muchos obstáculos, la desventajosa situación en la que nos encontramos los países pertenecientes al «Sur geopolítico» respecto a la innovación tecnológica y la posibilidad de utilizarla para el desarrollo sostenible de nuestras sociedades, puede ser cambiada: basta solo la voluntad política para proponérselo y se alcanzan resultados. Otra verdad indiscutible de la que Cuba resulta paradigma: sin grandes recursos naturales, acosada desde hace ya más de medio siglo por un bloqueo genocida que con el propósito de asfixiar a la Revolución, y destruir sus logros le impide el acceso a muchos de los frutos del conocimiento alcanzados en otros espacios, la Isla constituye un ejemplo de lo que puede hacer un Estado cuando apostando por el desarrollo, coloca a la ciencia y la tecnología en función de lograr el bienestar de su pueblo; éxitos que además, con modestia y alto espíritu solidario, pone al servicio de todas las naciones del mundo.
Resultados además que invitan a continuar luchando en este importante empeño de convertir a la innovación y a la tecnología en factores impulsores del desarrollo sostenible de los pueblos latinoamericanos, caribeños, europeos y de todo el planeta; o mejor, en la meta de construir ese mundo mejor que tanto necesitamos, y que sin dudas es posible.
[i] XIX Cumbre Iberoamericana. «Declaración de Lisboa»; 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2009 .
Sitio WEB: www.cumbresiberoamericanas.com
[ii] Emitido por la Oficina Europea de Estadísticas con referencias de 2005 y/o 2006.
[iii] CEPAL. «Panorama social de América Latina 2009». Impreso Oficina ONU, Chile, 2008.
[iv] Naciones Unidas. Equipo de País en El Salvador. «Situación y desafíos de la Juventud en Iberoamérica». San Salvador, marzo de 2008.
[v] CEPAL. «Cumbre de las Américas 1994-2009. Indicadores seleccionados». Impreso Oficina ONU, Chile, 2009
[vi] CEPAL y SEGIB. «Innovar para crecer. Desafíos y oportunidades para el desarrollo sostenible e inclusivo en Iberoamérica». Impreso Oficina ONU, Chile, 2009.
[vii] Rodríguez, P., B. «Discurso ante la XIX Cumbre Iberoamericana», 2009. Sitio WEB: minrex.gov
[viii] Ibidem
Centro de Estudios Europeos, La Habana, 14 de mayo de 2010
«Año 52 de la Revolución»