El proyecto denominado Bélgica se derrumba. Esta es la clave de las elecciones anticipadas federales belgas del pasado 13 de junio. Muy civilizada y democráticamente, poquito a poquito, pero de forma inexorable. Simplificando, políticamente podemos decir que los flamencos llevan muchas décadas cansados de un intento de país fruto de los accidentes de la Historia […]
El proyecto denominado Bélgica se derrumba. Esta es la clave de las elecciones anticipadas federales belgas del pasado 13 de junio. Muy civilizada y democráticamente, poquito a poquito, pero de forma inexorable. Simplificando, políticamente podemos decir que los flamencos llevan muchas décadas cansados de un intento de país fruto de los accidentes de la Historia y de la geopolítica. Va mucho más allá de la frustración por las (cuantiosas) transferencias financieras, es un deseo de compartir lo menos posible un futuro común con los francófonos.
Y a cada elección lo dicen más alto.
Ha habido un «tsunami» político con la derrota del partido democristiano flamenco CD&V, que ha perdido su tradicional hegemonía, en su feudo y por extensión, en el país. Bart de Wever, 39 años, líder de la Nueva Alianza Flamenca (NV&A), partido soberanista de centro-derecha, pero sobre todo soberanista, es el nuevo hombre fuerte al rozar el 30% de los votos en Flandes y conseguir 27 diputados en una Cámara de 150. (Los flamencos representan el 60% de la población belga).
Como es sabido el otro ganador de las elecciones es el veterano socialista valón Elio Di Rupo, que sigue como incontestable «rey» de Valonia y consigue subir de 20 a 26 diputados. Una victoria que no puede ser dulce teniendo en cuenta el grito de los votantes flamencos.
Los dos electorados, el flamenco y el valón, han hablado claro, pero no sólo en idiomas distintos, sino en mundos políticos desconectados. Flandes apuesta por ir vaciando el Estado belga de contenido, y los francófonos por frenarlo todo tanto como puedan.
Hablo de Flandes y de los francófonos no sólo porque Flandes es una nación y Valonia sólo es un pedazo de Francia que aterrizó en un invento denominado Bélgica..Incluso existe un partido extraparlamentario que aboga por la reincorporación de Valonia a Francia. Los francófonos son tanto los valones como la inmensa mayoría de los bruselenses.
La compleja Bélgica está dividida en tres comunidades lingüísticas -flamenca, francesa y la minúscula alemana- y en tres regiones -Flandes, Valonia y Bruselas. Flandes fusionó región y comunidad, mientras que los francófonos permanecen administrativamente divididos.
Bélgica resulta a vueltas incomprensible. No es casualidad que el genio del surrealismo René Magritte fuera de aquí.
Por si fuera poco, los escasos 80.000 germanófonos en la frontera Este, incluidos en la región de Valonia aun cuando son comunidad diferenciada y reconocida, también queren ahora devenir entidad federada a la par con Valonia, Flandes y Bruselas. La zona germanófona (¿o quizás deberíamos decir sencillamente alemana?) lindando con Aquisgrán fue anexionada tras la Gran Guerra del 14. Sería del todo lógico que si Bélgica se deshace pidieran volver a su verdadero Vaterland.
El zorro cuidando las gallinas
El rey Alberto ha pedido a Bart de Wever que sea el «informador» para crear un nuevo gobierno. Se prevé tener uno tras el verano, un plazo corto en términos belgas. El joven político flamenco está dispuesto a ceder gustoso el honor de Primer Ministro a un francófono, Elio di Rupo. Sería la primera vez en tres décadas.
De Wever ha aprendido bien la lección de su antiguo compañero democristiano de coalición y dimitido Primer Ministro Yves Leterme: En 2007, los democristianos flamencos prometieron mucho en cuanto a profundizar la federalización, y no adelantaron nada.
De Wever se ha propuesto conseguir las reformas constitucionales de fondo que el pueblo flamenco exige, por ejemplo descentralizar la Seguridad Social y el derecho de asilo. Poco le importa ser primer ministro de un país en el que no cree. Tiene bastante capital político y tiene tiempo, porque no se prevén elecciones importantes en los próximos 4 años.
El proyecto prioritario para De Wever es escindir la circunscripción de Bruselas y sus afueras (Bruselas-Halle-Vilvoorde, BHV), causa del fracaso del último gobierno Leterme. Flandes exige unánimemente la escisión de la única circunscripción electoral belga no provincial, y que además mezcla territorio bilingüe con monolingüe flamenco en dos regiones (Bruselas y Flandes). BHV es una herencia del pecado original de Bélgica: el haber nacido en 1830 como Estado unitario y monolingüe francés, a pesar de su mayoría flamenca.
El equivalente al Tribunal Constitucional sentenció en 2003 que la continuidad de esta circunscripción era anticonstitucional. Los partidos francófonos han conseguido hasta ahora evitar su escisión, mientras caían varios gobiernos por esta razón.
A lo largo del S.XX, el crecimiento de Bruselas se iba expandiendo a la vecina Flandes, y a medida que el censo mostraba una mayoría francófona en las localidades limítrofes, se iban incorporando a la bilingüe capital. A partir de minorías francófonas de más del 30%, se establecían una serie de «facilidades «, es decir, servicios públicos en francés.
En los años 60 los flamencos se hartaron de censos y del avance continuo del idioma de Molière en su territorio. Se fijaron las fronteras lingüísticas, francés en Valonia y flamenco en Flandes, manteniendo los derechos adquiridos de los francófonos en las localidades flamencas «con facilidades».
Flamencos y valones votan sus partidos propios, ya no hay partidos belgas aun cuando las «familias» políticas intentan cooperar en el Parlamento federal. En cambio, en la circunscripción mixta bruselo-flamenca, francófonos pueden votar partidos francófonos en Flandes, mientras que los flamencos en Valonia no pueden hacer lo propio. Y por supuesto, ellos no disfrutan de ningún derecho lingüístico fuera de su territorio. «¡Bastante les cuesta poder hablar flamenco a Bruselas!
A nadie se le escapa que hay que escindir la circunscripción de marras para preparar una eventual disección del país. Los francófonos piden contraprestaciones hasta ahora inasumibles por los flamencos, como por ejemplo una expansión adicional de los límites de Bruselas o como mínimo la creación de un corredor que conecte Valonia con la capital, teniendo en mente, ellos también, una posible Valonia independiente. Y no sin Bruselas.
Los líderes de la Unión Europea no deben sufrir por el futuro de Bruselas, de una forma u otra se encontrará un apaño. ¡La creación de Bélgica sí que fue un arreglo improbable!
Y para quien sienta lástima por los pobres francófonos rechazados, que considere que la idea que la mayoría de ellos tiene de Bélgica no pasa por aprender el flamenco (neerlandés). Ni la clase política francófona lo habla -Elio di Rupo, a duras penas-, ni la líder del centro democrático y humanista (antiguo partido democristiano valón), cuyo eslogan electoral era «L»unité fait la force».