La denuncia se agrega a una copiosa acumulación de sospechas de conflicto de intereses contra el actual ministro de Trabajo. Dos ministros dejaron sus cargos empujados por sus turbias relaciones con los dineros públicos.
Una millonaria de 87 años y un dandy parisino hundieron a la presidencia francesa en el escándalo más amenazante del mandato de Nicolas Sarkozy. Liliane Bettencourt -heredera del imperio de cosméticos L’Oréal, con una fortuna estimada en 17.000 millones de euros- y sus generosos regalos al fotógrafo François Marie Banier por cerca de mil millones de euros tejieron una asfixiante trama que fue encerrando el ministro de Trabajo, Eric Woerth, y ahora asfixia al presidente francés. La última entrega de esta telenovela político-financiera son las revelaciones que hizo la ex contadora de Liliane Bettencourt, una tal Claire T. La encargada de las cuentas de la millonaria francesa aseguró al portal de información Mediapart que Liliane Bettencourt había entregado en marzo de 2007 a Eric Woerth 150.000 euros en efectivo para la campaña presidencial del presidente Nicolas Sarkozy. En ese entonces, Woerth era el tesorero de la Unión para un Movimiento Popular, la UMP de Sarkozy, así como de la campaña electoral.
Claire T. afirma que en marzo de 2007 el gestor de la fortuna de Bettencourt, Patrice de Maistre, le pidió que sacara 150.000 euros destinados a la campaña de Sarkozy. Claire T. le habría respondido que sólo estaba autorizaba a extraer 50.000 euros de la cuenta de la señora. Según la ex contadora, De Maistre extrajo los cien mil euros que faltaban de las cuentas suizas de Bettencourt. «Después, De Maistre me dijo que iba a cenar con Woerth para entregárselos discretamente», declaró la encargada de las cuentas. Claire T. sostiene además que desde 1983 al año 2000 que Sarkozy recibió dinero regularmente y en efectivo procedente de la fortuna de la anciana. En esos años el presidente francés era intendente de Neuilly, una rica localidad de las afueras de París.
La denuncia de la ex contadora, refutada ayer por los protagonistas, se agrega a una copiosa acumulación de sospechas de conflicto de intereses contra el actual ministro de Trabajo. Desde mayo de 2007 y hasta que obtuvo la estratégica cartera de Trabajo en marzo 2010, Eric Woerth fue ministro de Presupuesto y, por consiguiente, encargado de supervisar la evasión impositiva. El año pasado, Woerth plasmó una campaña agresiva contra los paraísos fiscales, cuyo objetivo más claro fue Suiza. Ahora bien, el conflicto en el seno de la familia Bettencourt entre la hija de Lilian Bettencourt, Françoise Bettencourt, y el fotógrafo François Marie Banier destapó la relación entre el ministro, su esposa y la millonaria que tenía como pasatiempos evadir impuestos. La hija de la heredera de L’Oréal acusa al fotógrafo de haberse abusado de la debilidad de su madre de 87 años para obtener los millonarios regalos. La señora Bettencourt ha tenido una generosidad por demás abierta hasta convertir al fotógrafo en una de las grandes fortunas de Francia. Según se desprende de la denuncia presentada por la hija contra el dandy fotógrafo, entre 2001 y 2007 Lilian Bettencourt le entregó a Banier cheques millonarios, regalos de ensueño, cuadros de Picasso, de Braque, de De Chirico, casas y seguros de vida por un monto de mil millones de euros. Para probar el abuso, uno de los mayordomos de Lilian Bettencourt grabó las conversaciones de la señora, en las cuales sobresale la estrecha relación entre Bettencourt y los esposos Woerth.
En primer lugar, las grabaciones dan cuenta del fraude fiscal de Lilian Bettencourt, la apertura de cuentas bancarias en Suiza y la adquisición de propiedades en el extranjero no declaradas. En 2008, cuando Eric Woerth era ministro de Presupuesto, su esposa, la economista Florence Woerth, fue contratada por los Bettencourt como gestora de la fortuna. Las grabaciones del mayordomo alegan que fue porque «el ministro lo pidió». La esposa del ministro se defiende y asegura que desconocía la existencia de las cuentas suizas. Pero el diario suizo La Tribune reveló que la economista viajaba con frecuencia a Suiza.
Semana tras semana, el escándalo se fue inflando hasta explotar en las manos presidenciales. Los casos de corrupción ya habían acorralado al Ejecutivo. En los últimos tres días dos ministros dejaron sus cargos, empujados por sus turbias relaciones con los dineros públicos: Alain Joyandet, secretario de Estado de Cooperación, y Christian Blanc, ministro encargado del Desarrollo del Gran París. El primero gastó 116.500 euros en el alquiler de un avión privado para asistir a una conferencia sobre Haití y se sospecha que ha obtenido un permiso ilegal para ampliar su casa cerca de Saint Tropez. El segundo gastó 12.000 euros en cigarros cubanos pagados con dinero público. Los esfuerzos del gobierno por romper el nudo y la imagen de corrupción y privilegios generalizados quedaron en la nada con la irrupción de la contadora de Liliane Bettencourt. Esta vez, Nicolas Sarkozy se encuentra en la línea más peligrosa, en momentos en que estaba activando su dispositivo de cara a las elecciones presidenciales de 2012. El caso de Eric Woerth está teniendo elevados costos políticos y es tanto más desestabilizante cuanto que Woerth es el ministro que tiene la misión de llevar a la práctica la reforma del sistema de jubilaciones, una de las más controvertidas iniciativas de Sarkozy. La reforma aumentará de 60 a 62 años la edad mínima legal para jubilarse y será presentada al consejo de ministros el 13 de julio.
Sarkozy salió ayer del mutismo y denunció la existencia de calumnias «sin ningún asidero real». El principal interesado, Eric Woerth, se presentó como víctima de una «persecución» y excluyó presentar su renuncia. La prensa señalaba ayer que a la presidencia francesa se le escapó de las manos el control de este escándalo mayor. Pero esta bolsa de intrigas se está llevando la credibilidad de la presidencia al fondo del abismo. Es una auténtica saga en cuyo trasfondo se juega una feroz batalla de intereses y de conflictos que han alcanzado incluso a la misma Justicia, enfrentada entre un sector que pugna por ahondar las investigaciones y otro por tapar el caso. Las encuestas de opinión traducen la sensación que se pegó a la piel de la sociedad: 60 por ciento de los interrogados juzga «chocante» la situación de Eric Woerth, mientras que 64 por ciento de los franceses considera que su clase política es corrupta.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-148987-2010-07-07.html