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Honduras

Entrelazamos los acontecimientos para desenredar la historia

Fuentes: Rebelión

Quizá una de las cosas más terribles que le puede suceder a un pueblo es padecer de memoria corta; los imperios a lo largo de la historia han sobrevivido de las memorias cortas y la incapacidad de aprovechar las lecciones históricas de otros pueblos. Muchos investigadores se inclinan por creer que esta es una mecánica […]

Quizá una de las cosas más terribles que le puede suceder a un pueblo es padecer de memoria corta; los imperios a lo largo de la historia han sobrevivido de las memorias cortas y la incapacidad de aprovechar las lecciones históricas de otros pueblos. Muchos investigadores se inclinan por creer que esta es una mecánica consustancial a las sociedades, en la que hay pueblos más aptos que otros para adaptarse y aprovechar las coyunturas que se les presentan. De este sistema de pensamientos surgen estereotipos implantados en las mentes de muchas generaciones como: «los pobres siempre han existido y siempre existirán», «la pobreza no se puede erradicar porque es parte de la naturaleza humana», «el ser humano es egoísta al nacer, está en su espíritu acumular riquezas».

Parece que los hondureños padecemos una extraña amnesia, y tenemos dificultades para entrelazar los acontecimientos de tal forma que podamos interpretar lo que sucede como consecuencia de hechos previos. Obviamente, un colectivo que opta por ignorar la interconexión entre acontecimientos, pierde de vista la naturaleza misma de las cosas, por lo que tiende a ser reiterativo en la comisión de errores que a la larga benefician a los que han impuesto una estructura de pensamiento «inmune» al pensar. Claro, es más cómodo que otros nos digan que hacer, que somos, de dónde venimos, que es lo mejor para nosotros.

No han pasado ni dos años del golpe de Estado de junio de 2009, y el hecho más funesto de los últimos 30 años queda dormido en la memoria de unos pocos, mientras nos vamos saltando de vagón en vagón dentro de un tren de ideas confeccionado por el imperio a modo de que nuca recordemos el carro anterior. Por eso es necesario que hagamos un esfuerzo para entender el contexto de nuestra realidad a partir de agosto de 2008. Muchas cosas que se dan por sentadas, y que muchos preferimos desechar por estar «suficientemente discutidas», adquieren vigencia una y otra vez, sin que nos percatemos de su importancia para el desarrollo futuro de nuestras luchas.

A muchas personas se les ha ocurrido que el golpe de Estado es «agua debajo del puente» y que es mejor olvidar y dar rienda suelta a nuevos y excitantes momentos, hasta que el cumulo de aventuras nos lleve a encontrarnos con la fortuna de una sociedad mejor. Otros hablaron sobre la opción de llevar las tensiones a su nivel máximo, para buscar el dialogo en condiciones apropiadas. Otros se metieron de lleno en la idea de solventar lo anterior participando en el juego de los mismos oligarcas que perpetraron el delito. La idea de refundar el país a partir de una porción de la población parece un gran ejercicio democrático, pero no la solución de los problemas. La historia nos está demostrando que todos estos hechos y todas estas articulaciones de pensamiento están intrínsecamente vinculados, y que la forma en que interactúan no es siempre bien entendida, o bien explicada.

En agosto de 2009, 13 meses después del golpe se daba la primera crisis magisterial con el régimen imperante en el país; después de una estira y encoge en el que las bases fueron cruelmente reprimidas, y sus dirigentes alcanzaron un acuerdo con el gobierno, no se solucionó nada. Transcurrieron 6 meses sin que les cumplieran ni uno solo de los puntos suscritos en el acta de compromiso. Quizá una de las razones para que no lo hayan hecho es que no tienen la intención de hacerlo; que en realidad de las crisis que ellos tensan hasta donde quieren, nosotros no obtenemos frutos ni lecciones. Esta posición del sistema no puede ser casual, y no está relacionada con los problemas directos del magisterio; está conectada con las causas que provocaron el golpe de Estado en una de las naciones más pobres del continente.

Después de aquel junio fatídico, se han negociado dos aumentos al salario mínimo; con el resultado de no más 300 lempiras de aumento en dos años, en promedio, y la desindexación del mismo para los maestros. Los resultados nos demuestran con números trágicos las consecuencias de «negociar» con el régimen. No se ha podido sostener ninguna conquista popular; al contrario, poco a poco la gente vive la pesadilla de perder todo lo que hace unos años sentía garantizado. Los fondos de pensión se van por el caño de la corrupción, pero los dirigentes de los sindicatos públicos se rinden sin pelear y sus bases se conforman con mantener su «chamba» frente a la amenaza permanente del despido que se cierne sobre ellos en la forma de miles de activistas que merodean la administración pública; solo los maestros y maestros pelean hasta la última gota sus derechos.

Las Centrales Obreras se ven chiquitas cuando el gobierno anuncia un aumento ridículo al salario mínimo, y la que protesta es la empresa privada. Que terrible es para todos los trabajadores ver que nominalmente han obtenido dos remedos de aumento, y hasta la fecha no reciben ninguno de ellos ante la vista complaciente de sus representantes. Es difícil entretejer los acontecimientos; sin embargo, el régimen se declara partidario de que los dirigentes de las centrales sean interlocutores entre el sector educación y ellos. Sería bueno que una vez en la vida nos impusiéramos la obligación de pensar ¿Por qué? Una vez que nos hagamos esta pregunta, surgirán en cadena muchas interrogantes que nos llevaran hasta el golpe de Estado, pasando por el Plan de Nación, por la Visión de País de la oligarquía, hasta llegar al sórdido complot que destruyo la frágil democracia hondureña.

El único requisito para hacer este recorrido es pensar, inferir. El 19 de septiembre de 2008 el general Romeo Vásquez Velásquez revelaba en una emisora de radio de Tegucigalpa, que muchas veces se le habían acercado para sugerirle que derrocara al presidente Manuel Zelaya, Esto sucedió un mes después de la firma del ALBA, un mes antes de su ratificación en el Congreso de Micheletti, y casi un año antes del golpe mismo. ¿Qué sucedía en Honduras antes del 19 de septiembre de 2008 que motivaba la intención de acabar con el régimen democrático? Según un cable mostrado por Wikileaks, Charles Ford se expresó muy mal de Zelaya en Junio del 2008, y esas expresiones negativas iban dirigidas a su sucesor, el actual embajador Hugo Llorens; viene a la mente la interrogante ¿desde cuándo comenzó a sentir Ford su animadversión hacia Zelaya?, ¿Por qué? ¿Qué hacía Zelaya que molestaba tanto a todas las esferas del poder en Honduras?

Las mismas fuerzas que hicieron saber al público que había intenciones de romper el orden constitucional, fueron las que lo sacaron hacia Costa Rica. De hecho, el día 25 de junio por la noche, circulaban mensajitos entre miles de celulares un texto que decía «ya no hay problema, esta noche lo vamos a sacar». Esto sucedía apenas 72 horas antes de la sublevación militar y el ametrallamiento de la casa del presidente. ¿Cómo hace un empresario de tradición rural, perteneciente a la rancia clase dominante del país, para enojar tanto a sus «amigos»?; ¿Qué era tan terrible en las acciones de Zelaya que no pudieron esperar 7 meses hasta que terminara su mandato? ¿Por qué los casos contra Zelaya suenan con estruendo pero nadie los conoce? Hay muchísimas preguntas que van surgiendo de cada una de estas interrogantes. Luego muchos preguntaran ¿y esto que tiene que ver con lo que pasa ahora, a finales de marzo de 2011? Y es aquí, donde necesitamos la ayuda de muchos para difundir todo este entramado, fabricado como filigrana desde Washington.

Aunque hay muchas cosas que se pueden ver con claridad al examinar documentación referida a la administración Zelaya, la época post golpe nos llama la atención por un hecho significativo: los militares dieron el golpe de Estado, pero dejaron en las manos de los civiles traidores la careta de administradores del país, aunque en la práctica hayan militarizado la sociedad hondureña. Dentro de estos civiles están los candidatos presidenciales de las elecciones de 2009, que luego serían repartidos en puestos públicos en señal de reconciliación de nuestra nación. La legitimidad del proceso electoral ni siquiera requiere escrutinio, aunque si pensamiento. Los que no salimos a votar, presenciamos un vacío enorme en las calles ese día, se vivía un ambiente de temor, pero después nos dijeron que había sido la votación más amplia de la historia y que se había vencido el abstencionismo.

A las cinco de la tarde se esperaban resultados de Boca de Urna, producidos por «el mejor sistema de conteo» que se haya visto en el país. Sin embargo, fue hasta cerca de las diez de la noche que nos dieron los primeros resultados, con Porfirio Lobo Sosa ganando a Elvin Santos por más o menos el doble de votos. Démosle un poco de espacio al análisis; sabemos que el imperio estaba al tanto de que Santos estaba perdido después del golpe, que ganaría Lobo Sosa, y que la votación seria escandalosamente baja. El asunto en cuestión no era cuantos votos sacaría Lobo Sosa, era la catástrofe electoral de Santos lo que preocupaba. Les inquietaba que este singular personaje obtuviera volúmenes electorales similares al de los partidos «adjuntos» al sistema. Ese día, el problema no era lo que harían a continuación, eso estaba planeado de antemano, y lo ejecutaría cualquiera que ganara la presidencia; ese día se le dio RCP al bipartidismo y se inflaron los datos de todos los participantes.

Aquí se definió al ejecutor del Plan de Nación, que es el marco lógico y justificación de todas las medidas anti nacionales adoptadas por el régimen a partir de febrero de 2010. Nunca tuvo la derecha, ni tiene, intenciones de mejorar la vida de los hondureños y hondureñas; su misión fundamental es quebrar toda forma de conquista para ofrecer mano de obra barata, a presuntos inversionistas extranjeros. La novedad de separar en pedazos al país para traer prosperidad, no es una novedad. El Plan de País es muy explícito al decir que el desarrollo del país en los próximos 28 años dependerá de la explotación de recursos naturales y la venta de mano de obra barata. Aquí la ecuación es simple para el presidente del Congreso; hay demasiados profesionales, hay que sacar técnicos, en turismo, en informática, que salgan de la secundaria con formación para entrar directamente al mercado laboral. Claro la masa que se ocupa no es científica, es una masa entrenada para servir lo que se quiere formar.

La tarea de juntar los acontecimientos no es fácil, pero tampoco imposible. Aquí hay un asomo que puede mejorarse con el concurso de muchos y muchas que pretendan entender el momento histórico que vivimos. La conclusión hasta este punto es que, no importa cuántas actas de compromiso firme el régimen, nunca cumplirá ninguna, porque eso se aleja de sus propósitos: El dialogo entonces será siempre un acto entre «sordos» fascistas y la dirigencia gremial, sin ir más allá. El problema de fondo es derogar ese Plan de País, y reconstruir la democracia, a partir de una Asamblea Nacional Constituyente que siente las bases de una nueva sociedad. Las luchas subsiguientes deben unificar a todos los sectores que hoy siguen sus luchas individualmente, y deberán mostrar que para derrotar a la oligarquía hay que enfrentarla en cualquier campo posible, aun si es bajo sus propias reglas: Al final, lo más importante es entregar al pueblo la verdad, él entonces decidirá que hacer a continuación.

Construyamos las tesis que faltan, entendamos nuestra historia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.