Alrededor de 250 personas se concentraron la tarde del viernes en la emblemática Plaza Wenceslao de Praga para expresar su apoyo al movimiento por una Democracia Real Ya, que en la última semana ha tomado las calles y plazas de España. Como a veces sucede, lo primero que constataron los concentrados es que uno suele […]
Alrededor de 250 personas se concentraron la tarde del viernes en la emblemática Plaza Wenceslao de Praga para expresar su apoyo al movimiento por una Democracia Real Ya, que en la última semana ha tomado las calles y plazas de España. Como a veces sucede, lo primero que constataron los concentrados es que uno suele convertirse en aquello que apoya, que ellos también son el movimiento. En realidad la convocatoria fue el resultado de la fusión de por lo menos tres convocatorias que surgieron simultáneamente en las redes sociales el día previo. Quienes se decidieron a dar el primer paso adelante descubrieron con alegría que ya andaban acompañados. El impulso a la concentración vino de la impotencia que muchos sufrían de no estar en sus ciudades al lado de su gente. Cuando se juntaron aquí comprobaron que en la lucha se está como en casa. Pero el acto -lejos de ser un mero sucedáneo para aplacar la nostalgia- acababa de abrir en Centroeuropa un espacio más para la indignación.
Las consignas que se lanzaron, las proclamas vitoreadas, los cánticos y los gritos de rabia de la gente pusieron de manifiesto desde el primer momento que este movimiento empieza a situar en el centro del debate público a todos los responsables del desastre que vivimos y que no duda en ponerles nombres comunes o propios. «Tenemos la solución: los banqueros a prisión», «Un bote, dos botes, banquero el que no bote», «No es una crisis, es una estafa», «Basta de falacia, queremos democracia», fueron las frases más coreadas. La gente está harta del bipartidismo dominante, pero la gente también ha arrancado de un zarpazo la máscara vasalla y grotesca de los rajois y los zapateros para mirar desafiante al rostro canalla de los poderes económicos. La concentración puso de manifiesto la creatividad y la capacidad de autorganización de los asistentes. Algunos improvisaban carteles y pancartas sobre la marcha. Al momento surgieron compañeros para traducir simultáneamente la lectura de manifiestos al inglés y al checo. Había gente de muchos sitios: de Praga, de los alrededores de la capital, de Pilsen, de Brno… Había sobre todo españoles mayoritariamente jóvenes, pero no sólo: profesores del Cervantes y de las Secciones Bilingües, lectores de la universidad, trabajadores en prácticas en empresas privadas y muchos estudiantes erasmus. En definitiva, personas corrientes y precarios de toda condición, y no esa gente tan encantada de conocerse que suele salir en «Ricachones por el mundo». El ambiente, además de rabia, también fue alegre, pues a esta gente la solemnidad le da risa. Los indignados habían tomado la calle y no quería abandonarla, a pesar de que la lluvia se ponía cada vez más bronca en un país donde no se prodiga. Por eso se fueron al metro, porque también en Praga hay mucha calle bajo el suelo.
En el metro se constituyeron en asamblea y empezaron a practicar a pequeña escala esa Democracia Real que reivindican, pues saben de sobra que todo movimiento debe empezar por aplicarse a sí mismo su alternativa. El primer debate fue acerca de cómo organizarse: si en comisiones, en qué tipo de comisiones, con qué clase de cometido, si por tareas más concretas… Surgieron los miedos a que un exceso de formalización pudiera burocratizar el colectivo. Surgió también el miedo a que la falta de organización y de distribución de tareas técnicas pudiera paralizarlo. Se marcaron el propósito de zafarse de ambos peligros. En un momento del debate alguien tuvo un desliz y dijo que eran apolíticos. Al unísono se levantaron varias manos para decir que todo lo contrario, que lo que reclamaban era precisamente una reaportación de la política por parte de la ciudadanía, ahora confiscada por los corruptos profesionales de la misma. Se habló de perderle el miedo a las palabras y de devolverles su verdadero significado, conscientes de que las batallas también se libran en el lenguaje. Como no son apolíticos se pusieron a hablar de política: de corrupciones, de injusticias y de propuestas frente al actual modelo… incluso de críticas y alternativas al capitalismo, otra palabra maldita que también incorporaron a su lenguaje. En la asamblea había gente de todo tipo, con un discurso más sistematizado y con ideas más intuitivas, y fue la combinación de ambas cosas lo que dio frescura a la discusión. Se oían los ecos de las luchas contra la globalización, contra la Guerra de Irak, contra el Plan Bolonia y de otras luchas más discretas que han mantenido encendida durante años la llama que ahora ha prendido. También había gente que se incorporaba por primera vez a un movimiento, llevando consigo la fuerza de quien se descubre a sí mismo cobrando protagonismo social.
La gente aquí está en plena sintonía con los análisis y propuestas que vienen de la Puerta del Sol, pero quieren aportar dos cosas que los compañeros de la península bien deben aprovechar e incorporar al movimiento. Por una parte, su perspectiva de trabajadores en el extranjero, la condición de emigrantes a la que muchos se han visto forzados por una crisis económica que aleja cada vez más el horizonte de su regreso o evita que éste sea en cualquier caso una decisión propia. Por otra parte, su capacidad para conectar el movimiento con las luchas sociales que se están librando en muchos países, con el objetivo, obligado objetivo, de generalizar la protesta por toda Europa. En este sentido los asistentes acudieron a repartir octavillas al día siguiente en una manifestación contra los recortes sociales y el neoliberalismo convocada por varias organizaciones y colectivos checos, y a día de hoy ya en está en contacto con algunos de esos colectivos alternativos. Sin embargo, la acción principal decidida para el día siguiente fue una concentración en la mismísima plaza Vieja de Praga. Para hacer frente a los gastos que su preparación suponía se pasó un bote, y un compañero se ofreció a fotocopiar octavillas de manera clandestina de la «empresa que le explota». De esta forma el movimiento también empieza a cobrarse a su modo algo del dinero público regalado por los políticos a banqueros y empresarios.
El sábado estaban ya a las cinco de la tarde en la Plaza Vieja al lado del monumento a los husitas, pues qué mejor lugar para que quedar en Praga que en el monumento levantado a estos herejes que en la edad media fueron condenados a la hoguera por denunciar la corrupción del papado y por ponerse, incluso algunos, del lado de los pobres. Hacía un sol espléndido y la plaza estaba más hermosa que otras veces, sobre todo porque esa tarde las pancartas, con la Iglesia de Tyn al fondo, quitaron protagonismo a los anuncios excesivos y a toda la mercadotecnia que suele estropearte la buena vista del lugar, demostrando que el capitalismo es, además de injusto, antiestético. De nuevo, gritos, cánticos, saltos y mucho jaleo, pero parados en el mismo sitio, hasta que en un momento, crecidas por el entusiasmo, un grupo de chicas planteó moverse por la plaza y situarse justo debajo de la torre del ayuntamiento, donde está el reloj astronómico y frente al cual, a las horas en punto (iban a dar las seis), se sitúan expectantes para ver la salida de las marionetas turistas venidos de todo el mundo. Es interesante cómo en los momentos de agitación la gente hace sobre la marcha análisis sobre las posibilidades de la acción y, movidas también un poco por la temeridad, decide tomar «sus palacios de invierno». El caso es que de pronto los indignados estaban ahí poniendo el grito en el epicentro de la Praga turística, rompiendo la normalidad bobalicona del turismo pautado de masas, poniendo la protesta ante los flashes de decenas de turistas felices.
La jornada terminó con otra asamblea en medio de la plaza. Primer punto del orden del día: para mañana más.
Nota: la crónica fue escrita en la mañana del domingo 22 de mayo.
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