Tras el horror por los crímenes y el atentado en Noruega, lo que más hiela la sangre es la ideología del asesino, su cinismo y la familiaridad con que sus «ideas» se publicitan en todo el mundo. Es la ideología de la clase dominante que campea impúdica. Pensamiento, palabra y obra de Anders Behring Breivik, […]
Tras el horror por los crímenes y el atentado en Noruega, lo que más hiela la sangre es la ideología del asesino, su cinismo y la familiaridad con que sus «ideas» se publicitan en todo el mundo. Es la ideología de la clase dominante que campea impúdica. Pensamiento, palabra y obra de Anders Behring Breivik, tienen un lugar privilegiado en las cabezas, los corazones y las acciones de no pocos enfermos de odio iguales a él… o peores. Es una enfermedad burguesa. Para ellos todo vale a la hora de justificar asesinatos. Preguntémosle a Obama. Incluso publican libros como: «A European Declaration of Independence-2083» (Una declaración de independencia europea-2083) firmado como Andew Berwick (seudónimo de Behring) donde confiesa que «hay situaciones en las que el uso de la crueldad es necesaria y que rehusarse a aplicarla es una traición a la gente que se desea proteger». Lo mismo decían Videla, Pinochet… lo mismo dice la derecha que hoy se las ingenia para asestar golpes de Estado, magnicidios y secuestros electorales. «Por el bien de los pueblos».
Lo dicho y hecho por el criminal de Noruega no implica que sea mandato especial de una específica corporación burguesa. Bien pudiera ser, en una hipótesis de mínima, el resultado del trabajo corrosivo que cumplen ciertos dispositivos ideológicos en las cabezas intoxicadas de algunos a quienes, tarde o temprano, se les «funden los fusibles» y se descontrolan de manera criminal. Hay casos a raudales. Pero el que fuese un caso aislado (cosa que deberá indagarse exhaustivamente) ni descarta, ni desmerece, el agobiante fárrago intelectual que opera, mundialmente, como arma de guerra ideológica en proliferación constante para contaminar a la humanidad con la razón capitalista de seguir saqueando, impunemente, las riquezas y seguir explotando, eternamente, a la clase trabajadora. El «premio nobel de la paz» justificó sus guerras, no lo olvidemos. «La falta de acción afecta a nuestra conciencia», ha dicho. «Yo entiendo por qué la guerra no es popular pero también sé que desear la paz no es suficiente» y «la paz implica sacrificios». Y no se lleva bien con nuestros negocios, olvidó decir.
El arsenal ideológico del criminal noruego tiene predecesores y seguidores: neoconservadores, neoliberales, nazi-fascistas y «nacional-liberales»… sucedáneos y conexos. Los tiene en Europa, en Norteamérica, en Sudamérica y en buena parte de Miami (que se cree mundo aparte). Su ensalada ideológica sirve para atacar sin distinciones a marxistas, comunistas, islamistas… algunas fuentes insisten en identificar a Behring como masón y otras insisten en salvarlo bajo epítetos como «monstruo» o «psicópata». Salida fácil. Él sólo quiere «Salvar a Occidente antes de que sea demasiado tarde».
Que nada nos distraiga. No olvidemos a las víctimas pero no dejemos que la discusión de fondo se sepulte con páginas amarillistas. Sea una iniciativa individual o sea un plan corporativo, el episodio de Noruega es un aviso más sobre los alcances criminales del arsenal ideológico burgués y su odio de clase.
Es la historia conocida del «pensamiento burgués» que encarna en la mentalidad de las personas porque se inocula sistemática y silenciosamente con las armas de guerra ideológica mediáticas. No faltarán los «superhéroes» que decidan tomar la iniciativa de «salvar al mundo» llevados por cualquier delirio tragi-comic. Forma simple para salir de la mediocridad y sentirse admirado. Si los habremos visto incluso disfrazados de candidatos neoliberales. Breivik quiere ser héroe y mártir y llama un «movimiento penitenciario nacional», ha sido militante político y se ha esmerado en reunir fondos para «su lucha». Cultiva sus fanatismos sistemática e impúdicamente, no le ruboriza exhibir sus enajenaciones y usa el desparpajo delincuencial como logro moral. Viejas manías burguesas. Igualito que la confesión de Videla.
No pocos «medios de comunicación» -como se hacen llamar- interrogan al criminal de Noruega (y se interrogan ellos mismos) sobre la posibilidad de nuevos atentados. No pocos hablan de «reforzar la vigilancia», de «poner más policías», de «hacer intervenir al ejército»… acaso ya organizan «ataques quirúrgicos»… lo cierto es que el ataque está en marcha, día y noche, sin cesar y sin clemencia. El ataque ideológico está «en pleno desarrollo» y hace hasta lo imposible para extenderse, incluso a costa de asesinatos masivos. Noruega está conmocionada como lo estamos en todo el mundo. Es necesario expedirnos masivamente en condolencias y muestras de respeto a las víctimas y, especialmente, en denunciar cualquier intento de usar el asesinato de Noruega para hacer «campaña electoral» o para profundizar modalidades represivas contra las luchas populares y democráticas desde las bases. Con el pretexto de acusarlas de «terroristas». En el mundo entero, con toda propiedad y con evidencias a granel, emerge, una vez más, la necesidad imperiosa de llamar a la Unidad. La necesidad de llamar a un Frente Único contra la Derecha. Contra esa derecha que, orgánica y conscientemente, en sus versiones individualistas y/o corporativas, multiplica las ofensivas de la ideología dominante, tarde o temprano convertida en hambre, barbarie, miseria, guerras y asesinatos masivos impunes. Es decir, la historia del capitalismo.
Fuente: http://alainet.org/active/48259