El agravamiento de la crisis en los países del Sur de la zona euro intensificó el debate ideológico en Europa Los gobernantes, los banqueros, los dirigentes de las trasnacionales y los media repiten monótonamente que no hay alternativa para el capitalismo. Pero es indisfrazable su malestar frente a la voluminosidad de la contestación al sistema. […]
El agravamiento de la crisis en los países del Sur de la zona euro intensificó el debate ideológico en Europa
Los gobernantes, los banqueros, los dirigentes de las trasnacionales y los media repiten monótonamente que no hay alternativa para el capitalismo. Pero es indisfrazable su malestar frente a la voluminosidad de la contestación al sistema.
Los responsables por la recesión y por el desempleo de decenas de millones de trabajadores constatan que las guerras de agresión imperiales y el saqueo de los recursos naturales de los pueblos del Tercer Mundo no traen solución a la crisis estructural del capitalismo.
En tanto prosiguen políticas impuestas por el capital que descargan el costo de la crisis sobre sus víctimas, desarrollan un gran esfuerzo para evitar que las protestas contra el sistema de opresión alcancen un nivel que amenace su continuidad. En ese contexto, las campañas para promover la alienación de masas son especialmente perversas. El objetivo es impedir que los trabajadores tomen consciencia del funcionamiento del engranaje de la falsa democracia representativa (que en la realidad es una dictadura de clase) y se movilicen para un combate permanente y frontal contra el sistema.
La tesis decrepita según la cual a través de lentas reformas, aprobadas por los Parlamentos, el capitalismo puede evolucionar, humanizándose, es retomada en toda Europa por las clases dominantes. Los gobernantes repiten que la vía electoral, la única democrática, apunta el rumbo cierto para que las reivindicaciones de los oprimidos se concreticen en una atmosfera de paz social. Todo se resolvería al final en un dialogo sereno entre el capital y el trabajo, entre los llamados interlocutores sociales y la patronal.
Un discurso complementario de ese es el de los intelectuales socialdemócratas que, afirmando ser anti-imperialistas y anti-neoliberales, proclaman que la salida a la crisis depende de la acción de los movimientos sociales. Pero excluyen todas las formas de violencia en la lucha que debería pretender solamente reformas graduales.
La criminalización del socialismo y la crítica a los partidos obreros marxistas-leninistas es una constante en la teorización de esos señores.En esas campañas cumplen un papel fundamental los social democratas.
No es de extrañar que las fuerzas de derecha hayan recibido con mal disfrazada simpatía la formación del llamado Partido de la Izquierda Europea al cual se adhirieron muchos partidos comunistas del viejo Continente (El de Grecia y el portugues fueron excepciones). Tan benévola actitud es comprensible porque esas organizaciones se oponen a la radicalización de la lucha de masas, defendiendo ellas también estrategias reformistas que en la práctica anestesian la combatividad de los trabajadores, neutralizándolos como fuerza de choque.
Lecciones de la Historia.
La comunicación presentada en Rio de Janeiro por enl representante del Partido Comunista de Grecia, en el Seminario promovido por el Partido Comunista Brasileño para conmemorar el 140 aniversario de la Comuna de París (v. odiario.info, 18.09.11) es un documento importante que contribuye para la clarificación del debate ideológico inseparable de las grandes luchas contemporáneas.
Es oportuno recordar que la burguesía francesa no dudó en aliarse en 1871 al ejército prusiano después de la derrota de Francia, para masacrar en Paris revolucionaria a los comunards comunistas.
Esa alianza antinatural, rica en enseñanzas para cuantos luchan hoy contra el capitalismo, confirmo entonces una realidad enunciada por Marx: el capital no tiene patria.
El camarada griego alerta sobre otra evidencia: el Estado burgués no puede ser utilizado contra los intereses de la clase dominante. En otras palabras, las instituciones creadas por la burguesía para servir a sus objetivos no pueden funcionar como trampolín para el socialismo.
En América Latina, en regímenes presidencialistas ha sido posible elegir presidentes con programas anti-neoliberales con inclinaciones socializantes. Pero el resultado de esos procesos no permite optimismo. En Chile «la vía pacífica al socialismo» termino en un golpe sanguinario. En Brasil, en Argentina y en Uruguay, Lula, los Kirchner y Tabaré Vázquez archivaron compromisos asumidos con el pueblo y llevaron adelante políticas que favorecieron al gran capital, aprobadas por el imperialismo. En la Venezuela, en Bolivia y en Ecuador, el desenlace de las valientes opciones de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa suscita interrogantes sin respuesta.
En la Unión Europea es ilusoria idea de que pueda instalarse en el poder, cualquier gobierno empeñado en aplicar un programa de izquierda mínimamente ambicioso. La «democracia parlamentaria» es, en la práctica, una dictadura de la burguesía de fachada democrática.
Una luz de esperanza
El Partido Comunista de Grecia presta un servicio a los trabajadores de todo el mundo al señalar que el Estado burgués tiene que ser totalmente destruido. Reformas cosméticas no alteran su esencia de instrumento de opresión de los explotados.
La lucha de los trabajadores por reivindicaciones en múltiples frentes son no sólo necesarias sino indispensables. Victorias sectoriales quebrantan el poder de la burguesía y fortalecen la combatividad de las masas, pero esas victorias son ineficaces si no se insertan en una estrategia de ruptura con el sistema. En el ámbito de una ruptura con la política de un gobierno, más dentro del sistema, son por esté neutralizadas.
Lo mismo puede decirse de la acción de los Movimientos sociales. El papel desempeñado por muchos de ellos fue muy útil, pues contribuyó para el desprestigio del neoliberalismo. Más el imperialismo pronto percibió que el carácter espontaneísta de la contestación al sistema no configuraba amenaza real.Algunaas ONGs son intrumento de la CIA; un porcentaje elevado es controlada por social democratas anti-comunistas. La evolución del propio Foro Social Mundial -además rápidamente infiltrado por personalidades ligadas al capital- incluso Mário Soares – demostró precisamente eso. En breve pasó a defender la imposible humanización del capitalismo.
El mensaje transmitido al mundo por el camarada Nikos Seretakis en Rio de Janeiro bien vale una invitación a la reflexión sobre el papel decisivo e insustituible del partido revolucionario marxista-leninista en las grandes luchas sociales de nuestro tiempo.
El nos recuerda que en Grecia hubo más de 20 huelgas generales desde el 2010 y muchas sectoriales. La movilización masiva de los trabajadores fue posible debido al elevado nivel de la conciencia de clase y de la conciencia política de una parte importantísima del pueblo griego. Un frente muy amplio de organizaciones y fuerzas progresistas -el PAME- unió partidos, sindicatos, federaciones y comités de orientación clasista en torno a objetivos consensuales.
La lucha permanente de las masas librada en condiciones dificilísimas, bajo una represión violenta no apuntó a una ruptura inmediata orientada para la toma del poder a corto plazo.
El Partido Comunista -el KKE- sabe que tal meta seria intangible en la actual coyuntura. Mas la reafirmacion de la necesiadad de la destrrucción del Estado burgués no significa que ese objectivo tenga una fecha en el calendario.
En una atmosfera de tensión diaria, de denuncia de la política de vasallaje frente a las imposiciones de la Unión Europea y del imperialismo estadounidense, el KKE, sin miedo de las palabras, defendió durante años un programa revolucionario. Sustentó con firmeza que la socialización de los medios de producción básicos es en Grecia una exigencia de la Historia, así como la de la banca, las telecomunicaciones y transportes. Exige la gratuidad total de la salud, la educación y de las jubilaciones y pensiones. Y, ahora, defiende la salida de la Unión Europea, de la OTAN y del euro.
Reivindicaciones que son inaceptables para el Estado burgués. Pero justas, traduciendo aspiraciones profundas de un pueblo que no olvida la represión salvaje del ejército británico, en 1945, cuando, al final de la guerra, expulsados los nazis alemanes, los trabajadores estaban listos para conquistar el poder y construir una sociedad progresista y libre.
Fue esa tenacidad y lucidez en la lucha del KKE la que viabilizó el surgimiento del PAME, como organización frentista de perfil revolucionario.
En tanto de Washington a Berlín los gobiernos del capital, alarmados con la crisis pantanosa en que están atorados, presentan de Grecia la imagen de una sucursal del infierno, mundo afuera millones de oprimidos acompañan con admiración y respeto el combate de los trabajadores revolucionarios del país que fue origen de una civilización que marcó indeleblemente el rumbo de la humanidad.
La arrogancia y el poder del imperialismo intimidan hoy, es un hecho, a millones de personas. Más la mayoría de las grandes revoluciones antiguas y contemporáneas irrumpieron contra la lógica aparente de la Historia. Los pueblos, cuando destruyeron un orden social que para ellos se había tornado no solamente ilegitimo como insoportable, no siempre pensaron en el futuro inmediato.
Acumulada, la opresión, al rebasar determinado limite, genera en las victimas una casi indiferencia frente a la muerte. Y llega el momento en que la desesperación, al generalizarse, en efecto epidémico, disponibiliza a las masas para luchas que conducen a rupturas revolucionarias. Eso pasó con la Revolución Francesa de 1789, con las Revoluciones Rusas de Febrero y Octubre de 1917, y, en la segunda mitad del siglo pasado en Vietnam, Cuba y Argelia.
En Portugal era imprevisible, que el golpe militar del 25 de Abril fuese el prologo de una revolución que vendría a sacudir el Mundo, la más profunda en Europa Occidental por sus conquistas desde la Comuna de Paris.
Mantener esperanza firme no es una actitud romántica; es un deber comunista. El represwentante del KKE admitió en Brasil que «el siglo XXI será marcado por una nueva onda de revoluciones socialistas.»
Hago mía su convicción.
Vila Nova de Gaia, 20 de Septiembre de 2011
Traducción: Jazmín Padilla