Nicaragua muestra un nuevo mapa político, en el que el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene a su cargo un mayor espacio tras afianzarse en el electorado y ser elegido para gobernar otros cincos años. El Consejo Supremo Electoral informó la tarde de este lunes 7 que el candidato del FSLN, el actual […]
Nicaragua muestra un nuevo mapa político, en el que el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene a su cargo un mayor espacio tras afianzarse en el electorado y ser elegido para gobernar otros cincos años.
El Consejo Supremo Electoral informó la tarde de este lunes 7 que el candidato del FSLN, el actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, suma más de 62 por ciento de los votos válidos cuando se han escrutado 86 por ciento de las mesas electorales, mientras que en segundo lugar queda el postulante de la coalición derechista liderada por el Partido Liberal Independiente (PLI), Fabio Gadea, con 31 por ciento.
La proyectada cantidad de votos da al FSLN, además, la mayoría absoluta en el parlamento, posiblemente con más de 60 de los 92 legisladores de este cuerpo unicameral, según proyecciones del periódico local El Nuevo Diario, en base a un informe elaborado por observadores del Consejo Nacional de Universidades.
La nueva correlación de fuerza le brinda al sandinismo «una abrumadora maquinaria política capaz de transformar el país radicalmente», indicó el sociólogo Manuel Ortega Hegg, del Centro de Análisis Socio-Cultural de la Universidad Centroamericana.
«Históricamente las reelecciones en Nicaragua han traído etapas de inestabilidad políticas y guerras en el país. Sumado esos antecedentes a la cuestionada candidatura presidencial de Ortega, el panorama político se visualiza poco halagador», advirtió el analista.
Ortega integró la primera Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua tras el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, que derrocó la dictadura de la familia Somoza de 45 años. Al poco tiempo fue elegido coordinador de ese gobierno interino, y en noviembre de 1984 ganó las primeras elecciones democráticas del país ejerciendo la Presidencia hasta 1990.
Con el respaldo económico, político y militar de Cuba y de la hoy extinta Unión Soviética, el líder del FSLN debió enfrentar en los cinco años de su primer gobierno a la llamada Contrarrevolución o directamente Contras, una poderosa guerrilla armada, financiada y respaldada políticamente por Estados Unidos.
El FSLN volvió a postular a Ortega para los comicios de de 1990, que perdió al igual que en 1996 y 2001.
Solo en 2007 volvió al gobierno, tras ganar los comicios presidenciales con 38 por ciento de los votos, llevando adelante una gestión favorecida por la cooperación económica de Venezuela, que según cifras del Banco Central de Nicaragua ronda los 500 millones de dólares anuales.
El gobierno sandinista destina esos fondos, en gran parte, a programas sociales para campesinos y campesinas, trabajadores públicos, la salud, educación e infraestructura. Estos planes son criticados por la oposición, que los califica de «populistas».
La postulación de Ortega para estos comicios fue criticada por la oposición y organizaciones sociales, que cuestionan el fallo de 2009 de la Corte Suprema de Justicia que anuló la validez de un artículo constitucional que prohibía la reelección presidencial y la de alcaldes.
El sociólogo Cirilo Otero, del Centro de Políticas Ambientales, dijo a IPS que la forma en que Ortega se postuló, sumado a las denuncias de irregularidades electorales de parte de políticos opositores, organizaciones religiosas, sociedad civil y observadores locales no brindan al país un panorama positivo de cara al futuro inmediato.
Las cuatro fuerzas políticas que compitieron con el FSLN en estos comicios acusan al Consejo Supremo Electoral de ejecutar un fraude.
El eco de las denuncias llegó hasta la legisladora estadounidense Ileana Ros-Lehtinen, del opositor Partido Republicano, quien en un comunicado calificó a las elecciones de una «farsa» y llamó al gobierno de su país a no reconocer los resultados.
Washington aun no se pronunció formalmente al respecto, a diferencia de Cuba y de Venezuela, que felicitaron a Ortega por una victoria que calificaron de «contundente» y «arrolladora».
También el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, felicitó al pueblo nicaragüense por la «madurez» demostrada el domingo y afirmó que en este país «avanzó la democracia y la paz». Sin embargo, cuestionó las dificultades que tuvieron los observadores del foro continental para desarrollar su tarea.
El FSLN no ha respondido oficialmente a las acusaciones, aunque dirigentes han llamado a los nicaragüenses en general a trabajar de la mano y unirse para sacar adelante al país.
Las elecciones estuvieron marcadas por denuncias de anomalías e incidentes, como algunos choques entre opositores y sandinistas, así como por la limitación del acceso a observadores de la OEA y de la Unión Europea.
El director ejecutivo del Organismo Cívico Ética y Transparencia, capítulo local de Transparencia Internacional, Roberto Courtney, denunció que el proceso electoral no había sido «ni justo, ni honesto, ni creíble» y que presentaba «altísimos» indicios de fraude.
«Hay un buen punto de partida para impulsar el trabajo con el gobierno de Ortega en materia de seguridad, pues Nicaragua ha sido uno de los mejores colaboradores en esta cuestión y en operaciones antidrogas en América Central», dijo a IPS la analista Maureen Meyer.
«En lo económico, y al contrario de lo que muchos supondrían, (la administración de Ortega) apoyó el CAFTA y la agenda estadounidense», explicó Meyer, investigadora asociada para México y América Central de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) http://www.wola.org/.
Precisó que «donde Estados Unidos se hizo oír menos fue en las cuestiones que preocupan a la democracia en Nicaragua, con la excepción de que canceló los fondos que entregaba a través de la Cuenta del Milenio, luego de denuncias de fraude que aparecieron en las elecciones de 2008».
«El desafío para Estados Unidos es que plantear cualquier asunto que resulte polémico en Nicaragua puede darle a Ortega la oportunidad de interpretar las declaraciones estadounidenses o sus políticas hacia el país. Si se examinan sus declaraciones de los últimos años, hay una retórica pública muy contraria al intervencionismo estadounidense. Pero en el trabajo cotidiano hay coincidencia con Washington en áreas de interés mutuo», indicó.